Hace tres años, en la Casa de América, le dimos un bolígrafo - TopicsExpress



          

Hace tres años, en la Casa de América, le dimos un bolígrafo verde —como la sangre literaria de Pablo Neruda— a Jorge Edwards para que anotara en un papel lo que le apetecía escribir en ese momento: Memorias de un niño viejo. Promesa cumplida. Edwards acaba de terminar el primer volumen de sus recuerdos, «Los círculos morados», que hace referencia a las marcas que le dejaba el vino tabernario de Santiago de Chile en el que fundó su vocación literaria. Se trata de un libro de una memoria muy profunda, de infancia, de personajes que conoció en los años 40, de lo que le contaban sus abuelos y sus padres del Chile antiguo... Un libro muy literario, «un poco sombrío, pero con sus lados alegres». Porque Edwards en la infancia lo pasó mal. Fue una infancia represiva, con mucha misa. Era monaguillo, ayudante del cardenal de Santiago, llevó el incensario, y empezó a rejuvenecer de viejo. «Fui un niño viejo, y soy un viejo más joven», nos confía. Jorge Edwards pronunció hace unos días en Madrid la lección magistral de apertura de la Cátedra Mario Vargas Llosa, que dirige J. J. Armas Marcelo. Una tribuna que fomentará el estudio, la investigación y la difusión a nivel internacional de la cultura contemporánea en español. Acudimos a los círculos morados de Edwards para escrutar el mundo. —Hola, poeta. ¿Nos cerca la miseria del hombre, parafraseando a su hermano mayor cervantino Gonzalo Rojas? —Creo que sí, pero no estoy seguro de que esto sea una novedad. —¿Existe algún bálsamo de fierabrás para salir de la crisis actual? —El nuestro, nuestra voluntad, pero me da la impresión de que ahora no basta. —¿Cómo puede hacernos soñar el intelectual que está metido en política para alejarnos del este momento tan crítico para el hombre? —El intelectual sólo se asoma a la política. Y los que entran en ella, piensan poco. Habría que superar esta separación. [«Poemas de lo oscuro, de las mantas de Castilla en los hombros del padre, de los relinchos de los caballos, del vapor frío en el amanecer, de los golpes metálicos de las herraduras contra las piedra... »] —...La obra de Rojas sigue plenamente actual. ¿Describe a la perfección este oficio de tinieblas? —Describe, al menos, algunos tiempos oscuros. —El mundo de hoy, en el que el pobrecito hablador se tambalea, ¿se reduce cada vez más como una piel de zapa? —También hay cosas nuevas, también se conquistan espacios de libertad en algunas partes. No hay que perder la fe en los seres humanos. —¿Es más seductor dialogar con los muertos que conversar con los vivos? —Dialogar con los muertos es más seguro, pero dialogar con los vivos es necesario. —Maestro Edwards, como Balzac, ¿usted pertenece a la oposición que se llama la vida? —Desde luego que sí. Es lo mío. —¿Quien piensa y escribe a contracorriente gana siempre? —Aunque no se gane siempre, no hay alternativa. —El martes impartió usted la lección inaugural de la cátedra Vargas Llosa con las verdades novelescas de don Mario. Un año después de ese Nobel, ¿la literatura sigue triunfado plenamente sobre la política? —Es un triunfo lento, accidentado, pero seguro. —¿Necesitamos escritores humanistas, como Kafka, Mann, Gide, Montaigne, Vargas Llosa, Camus, Donoso, Edwards...? —Se puede agregar una larga lista, y no creo que haya escritores auténticos que no lo sean. Hace unos días hablaba con Fernando Savater, humanista, sobre René de Chateaubriand, humanista a su modo. —Antes de escribir «Persona non grata», usted se definía como «un típico intelectual de izquierda», pero la «experiencia cubana» fue su de-sengaño. Lezama Lima le dijo: «Nos estamos muriendo de hambre en Cuba». ¿Por qué un dictador mata de hambre a su pueblo? —Matar las ideas, las opiniones, la poesía, es matar de hambre. Al final deja de ser una metáfora y se convierte en una verdad literal. —¿Cómo ve el futuro de Cuba? —No soy profeta político, pero podría pasar a épocas mejores. ¿Sabe usted qué lo impide? —Sí, el tiranosaurio, ¿vivo o muerto? Parece que su chándal es milagroso. ¿Qué sospecha usted de la salud de «hierro» de Castro? —La salud de hierro sólo dura hasta el día en que se termina. —¿A quién declararía Jorge Edwards hoy persona non grata? —A uno que otro, pero sin pasarme. —El «20-N», elecciones generales en España. ¿Este país necesita un cambio? Si es así, ¿hacia dónde? —Hacia el ambiente de consenso, de construcción, de efectiva reconciliación y solidaridad, sin memorias obsesivas, que conocí allá a fines de los años setenta. —Querido Jorge, ahora usted está enfrascado en sus memorias. ¿Qué fue de aquellos círculos morados que le dejaba el vino tabernario de Santiago de Chile en su boca? —Creo que las huellas quedan todavía, pero la escritura sirve como exorcismo. —Confiesa que ese vino que vivió y bebió le conectaba con poetas malditos... —Había malditos chilenos, franceses, norteamericanos. Fantasmas diversos, pero fantasmas de carne y hueso. —¿El malditismo literario es una pose? —Los burgueses de siempre, de allá y de acá, dicen y dirán siempre que es una pose. Jean-Arthur Rimbaud, sin embargo, es algo más que una pose. —Esas memorias suyas son pura delicia. ¿Cómo las ha estructurado? ¿Qué incluirá en ellas? —He dividido mis memorias en tres tomos, y ahora termino el primero: infancia, historias de familia, colegio de jesuitas, literatura, amores, juventud... —...Divino tesoro. No callará nada, imagino. —No mentiré, pero no lo diré todo. Tengo territorios reservados. —Usted ha encajado con maestría las diatribas que le han lanzado desde la diestra, desde la siniestra y desde el centro de la crítica. ¿Qué puntillas le han dolido más? —¿Puntillas más dolorosas? Las de gente que consideraba amiga. —Pero la palabra rencor no está en su diccionario vital. —No me gusta el rencor, el inagotable rencor. —En su país se ha revelado que Salvador Allende recibió dos disparos diferentes, refutando la tesis del suicidio. ¿Qué luz nos puede arrojar usted sobre ese túnel? —Allende era un suicida, pero nunca sabremos si se suicidó de verdad —Cada vez tiene usted, don Jorge, menos paciencia con la majadería, la burocracia y la lentitud. ¿La diplomacia desgasta? —No sólo desgasta. Mata. —¿Y el poder? —¿El poder? Es peor que la diplomacia. —¿Cómo analiza las revueltas que nacieron en el mundo árabe y se han extendido por medio mundo? ¿Como un mero movimiento romántico? —No. Es una búsqueda de libertad. Nace de terribles tiranías que fueron toleradas y halagadas por los europeos. —Ahora usted escribe en la misma mesa y despacho de Neruda. ¿Con tinta verde en el programa del ordenador? ¡Cuántos recuerdos nerudianos! ¿Qué siente escribiendo en esa Embajada chilena de París? —¿Escribir en la mesa de Neruda? Otro fantasma.
Posted on: Mon, 10 Jun 2013 14:20:41 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015