Hermosillo a través del tiempo *...la leyenda del capitán tonna - TopicsExpress



          

Hermosillo a través del tiempo *...la leyenda del capitán tonna de el barrio de san Benito..Hacia el año 1775 la Hacienda de San Benito era propiedad de don Fernando Iñigo Ruiz, hasta el mes de enero de 1794 en que la vendió al capitán del Presidio del Pitic, don José de Tonna, quien construyó una casona al lado norte del arroyo de San Benito, el cual tenía su cauce paralelamente a la actual calle Gastón Madrid (antes Colima) en su tramo de la calle General Piña a la calle de la Reforma. Precisamente en el cruce de la Gral. Piña y la Colima había un vado por donde pasaban carros y jinetes. Alrededor del año 1927 se construyó un puentecito para que los automóviles Ford Modelo “T” de esa época, que carecían de bomba de gasolina pudiesen subir. Esos vehículos tenían el tanque de gasolina debajo del asiento del conductor y la gasolina corría al carburador solamente por gravedad; ello ocasionaba que cuando la parte delantera del automóvil quedaba más arriba que la trasera, el carburante no llegaba al motor y éste dejaba de funcionar. La casa del Capitán en parte era de ladrillo y en parte de adobe, pues este material es más resistente al calor agradable de nuestra ciudad Poco disfrutó de su mansión el señor De Tonna. Un día rodeado de su esposa y de sus hijos exhaló su último suspiro, quizá muy disgustado porque abandonaba todo lo que puede hacer feliz a un mortal: Una linda mujer, una hermosa casa y una hacienda con buen ganado y huertas. El Capitán escogió el momento menos oportuno para marcharse. Nadie quiso creer que pasó a mejor vida, porque la buena vida la tenía aquí. Los vecinos nunca se pusieron de acuerdo para explicar la muerte del hacendado: Unos decían que fue causada por viejas heridas que recibió en los combates contra los seris, de las cuales nunca sanó bien. Otras aseguraban que el dios de los seris hizo que muriera, en venganza, cuando vislumbraba un porvenir de felicidad. Después de mucho discutirse en los hogares, empezó a rumorarse que el espectro del capitán de Tonna, montado en un brioso corcel, se aparecía a un lado del arroyo, pues sucedió que el caballo preferido del militar fallecido murió el mismo día que su amo y fue enterrado en el arroyo, por orden de la afligida doña Rita, quien aún llorando se veía hermosa. A la hora de los difuntos, o sean las doce de la noche –se decía-, el capitán de Tonna, salía del arroyo montado en el también difunto caballo, vistiendo su uniforme de gala, señalando hacia delante como cuando guiaba a sus tropas contra los seris, o lo pimas, o los yaquis levantiscos. En una ocasión Juan Tule, pápago mozo de la hacienda, llegó a su casa histérico y con el corazón latiéndole a su máxima velocidad, jurando que acababa de ver a su amo, cuya cabalgadura no hacía ruido con sus pezuñas ni levantaba polvo al caminar, perdiéndose en el traspatio de la casona. Varios dias Juan estuvo diarréico y a punto de seguir el camino de su amo y su caballo; después todo el cuerpo y la cara se le pusieron de color verde y fue necesario que le asistiera otro indio, curandero, de quien se aseguraba que con sus hierbajos hacía curaciones maravillosas; hoy se le hubiese considerado un científico de la medicina herbolaria. En ese tiempo, como ciento cuarenta y dos años después, para ir del Presidio del Pitic a lo que hoy comprende la Costa de Hermosillo, era necesario pasar por San Benito, pues fue hasta 1951 cuando se construyó la carretera por lo que ahora es la Calle Veracruz, siendo el jefe de esta obra el señor ingeniero Oscar Pinto Luján. A finales del siglo XVII y a principios del XVIII, el actual Barrio del Torreón era una hacienda muy productiva que ocupaba mucha mano de obra. Además tenía huertas que producían duraznos, granadas, membrillos, uvas y, naturalmente, naranjas. Allí había también un cañaveral con cuyo producto hacían panocha. Sus propietarios eran los hermanos Valencia: Antonio, José Simón, Tomás y Josefa. Esta familia era riquísima, tenía mucho ganado y era propietaria también de la Hacienda de Codórachi y de Cerro Pelón. Como para trasladarse del Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic a la Hacienda del Torreón era necesario pasar por San Benito, los viajantes se abstenían de pasar de noche por allí temerosos de encontrarse frente a frente con el espectro del capitán De Tonna. Después se difundió la noticia de que el capitán De Tonna y su caballo eran almas en pena, porque aquél había dejado un tesoro enterrado. Estos hechos acontecían en la época de la Independencia, o sea en el año 1810. Y mientras en el centro del País, primero las tropas de Hidalgo, luego las de Morelos y después las de Vicente Guerrero en el Sur, luchaban denodadamente por cambiar las estructuras políticas y sociales, en lo que ahora es Sonora no hubo ningún levantamiento contra el Gobierno Virreinal; por el contrario, aquí en el Presidio del Pitic se había jurado obediencia al soberano español. En el mes de enero de 1811, doña Rita Mesa (escrito con “S”) viuda del capitán José vende la hacienda a don José María Noriega. Por cierto que en poder de los descendientes de este señor permaneció esta posesión por más de cuarenta años, y aun la extendieron hasta lo que hoy es el Barrio del Choyal. A pesar de que la Hacienda de San Benito dejó de ser propiedad de la familia De Tonna, el Capitán continuó espantando a los vecinos y transeúnt Muchos moradores de San Benito creían que al cambiar de dueño la hacienda podrían vivir tranquilos sin tener que santiguarse todas las noches, ni tener que regar con agua bendita en sus hogares. Y lo peor era que no había autoridad civil ni militar en donde acusar al fantasma por deambular por las tierras que ya no eran suyas. Doña Rita y sus hijos fueron a radicarse a Valladolid (hoy Morelia), pero el tozudo difunto no se fue con su familia. Se cuenta que un día del año 1847, en plena intervención armada a nuestro país por los Estados Unidos, pasaba a caballo por San Benito don Francisco Noriega, codueño de una huerta de ese lugar, cuando se dio cuenta de que a su lado derecho le acompañaba un militar de gallarda figura que montaba un hermoso corcel. El señor Noriega, hombre de mucho valor, al cerciorarse de que el caballo no hacía ruido al pisar, se enteró de que era el fantasma su acompañante; entonces preguntó: “¿Es usted de este mundo o del otro?” Pero la figura espectral, evidenciando su mala educación de militar formado fuera de las academias, no contestó y desapareció en el trascorral de la casona. Don Francisco Noriega (probablemente algunos de sus hijos descendientes viven en Hermosillo) era hijo de doña María Bitonga y de don Ambrosio Noriega, ya finado éste cuando aconteció lo que se acaba de relatar. Unos años después, durante la Guerra de Tres Años o Guerra de Reforma y la Intervención francesa, la vieja casona de San Benito fue usada como cuartel, unas veces por los conservadores imperialistas de Gándara y otras por los republicanos de Pesqueira; en la última ocasión allí estuvo acantonada una fracción de la tropa del general Ángel Martínez, el jefe de los “macheteros”. La ruina de la vieja casona del Capitán empezó después del triunfo de la República, al quedar completamente deshabitada, y fue el comienzo de su complete destrucción cuando los buscadores de tesoros supieron de las apariciones del espectro y que éste desaparecía en el traspatio. Un día dejaron de aparecerse el capitán De Tonna y su caballo, coincidiendo esta fecha con la desaparición del lugar de un criollo que se radicó en San Benito y de quien nadie sabía por qué llegó ni en que trabajaba; sólo se le conocía por “don Cleofas”. El vulgo difundió la noticia de que este aventurero encontró el tesoro del señor De Tonna ...........espero les haya gustado.
Posted on: Tue, 24 Sep 2013 18:29:01 +0000

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