Hoy me desperté temprano. El cielo estaba claro y la temperatura externa era de unos 25 grados. Agradable, pensé, después de unos 36 grados durante el día. Bajé y salí de la casa para pasear alrededor. Eran las 6 de la mañana. Siguiendo uno de los lados de la casa, que lleva un patio central, escuché algunos ruidos y miré por una ventana para ver que pasaba y me encontré con Nicola, el pastor. Estaba haciendo queso y me dijo que se había levantado a ordeñar las ovejas y las cabras a las 4 de la mañana. Tenía unos 20 litros de leche blanquísima, tibia y fresca en un contenedor de acero inoxidable y la batía con una paleta de palo. El perfume que inundaba el espacio era de hierba mojada y agua salada. Me contó que dentro de poco iría al huerto y que a las una dormiría un poco para estar listo para las tareas de la tarde. A la granja, llegan personas como voluntarios, que se quedan un mes y ayer se fue el último ayudante. Me explicó que en una semana llegarían otras dos personas y que por el momento tenía que ocuparse de todo. Quedamos de acuerdo que le ayudaría a regar el huerto, cuando volviera por la tarde, alrededor de las 8.00 PM. La hora mejor para regar, porque la temperatura está bajando y el agua no se evapora. Me miró con una sonrisa ancha y nos despedimos. Salí de la sala y pude apreciar el cielo despejado, la calma y el canto ininterrumpido e tenue de los pájaros. Tomé el coche y partí hacia la ciudad, pensando en que los ritmos de vida y trabajo en el campo son completamente diferentes. Los deberes son tantos y variados. Uno percibe inmediatamente los resultados y sabe si las cosas estás hechas bien. Nicola ama sus animales, su tierra, la leche, el queso, las verduras que produce y se ven a él mismo en los frutos de su fatigado trabajo.
Posted on: Wed, 19 Jun 2013 06:49:40 +0000
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