Jacinto Convit, 100 años de vida dedicados a la ciencia (Labor - TopicsExpress



          

Jacinto Convit, 100 años de vida dedicados a la ciencia (Labor del médico venezolano, la importancia de los derechos humanos y la investigación científica) “¡Quítenle las cadenas porque ése es un ser humano!”, gritó un médico residente a dos funcionarios de seguridad armados que traían, en contra de su voluntad, a un paciente a la Leprosería de Cabo Blanco, ubicada en Maiquetía, estado Vargas. Corría el año 1938 y el médico era Jacinto Convit quien, con apenas 24 años, iniciaba una cruzada contra la lepra que, por amor al enfermo, no abandonaría nunca, ni incluso hoy, a sus 100 años de vida. “Los enfermos eran aislados a la fuerza, legalmente, pero a la fuerza. Era lo que se llamaba aislamiento compulsorio, donde el paciente e inclusive los familiares sufrían la presión de las autoridades sanitarias”, recuerda el médico venezolano, reconocido mundialmente por haber encontrado, en 1987, la vacuna contra la lepra, una enfermedad históricamente incurable, mutilante, vergonzosa y estigmatizada, desde al menos dos mil años antes de Cristo. “Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes. Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo”, se señala en La Biblia (Levítico 13, 1-2). Para Jacinto, más allá de ser premiado por la Organización Panamericana de la Salud, estar en la lista de los hombres más valioso de la Organización Mundial de la Salud, ser premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica (1987) y tener una nominación al Premio Nobel de Medicina (1988), su mayor logro con sus investigaciones y vacuna es haberle devuelto los derechos humanos a los pacientes con lepra… …Siendo estudiante de medicina, Convit hizo una visita a la Leprosería de Cabo Blanco y quedó impresionado. “Fue una visión profundamente dolorosa. Era un grupo muy grande de pacientes. No tenían tratamiento y estaban execrados, rechazados por una sociedad profundamente egoísta, incapaz de entender el dolor humano. Entonces, en esa oportunidad sentí un gran deseo por trabajar con esa gente, de ver qué se podía hacer por ellos y me decidí a a trabajar en los aspectos médicos de esa enfermedad”, describió Convit, durante el programa Los Imposibles, del escritor venezolano Leonardo Padrón. Josefina Fernández, de 88 años y una de las pacientes de Jacinto Convit en el leprocomio, confirma la tragedia social, y sanitaria de la lepra: “Llegué a Cabo Blanco de 8 años. La gente joven no se imagina lo que es un flagelo así, que hasta tu familia te reniegue y te encierren. El doctor buscó curarnos de todas las formas posibles. Nos alivió el cuerpo y el corazón”. La imagen de ese lugar de enclaustramiento y destierro social quedó plasmada en la memoria de Convit. “Eran seres condenados a un aislamiento impuesto por la ley, separados de sus familias, y que tenían que adquirir una nueva personalidad: la del enfermo de lepra”, contó. Un año después, ya a punto de graduarse, los médicos Martín Vegas y Pedro Luis Castellanos le ofrecieron el cargo de médico residente de la leprosería. Para cualquiera hubiera sido un castigo, para Convit, un sueño hecho realidad. El sueldo, lo de menos para Jacinto, era de 1.500 bolívares mensuales. Sin pensarlo dos veces lo aceptó y una vez adentro no paró de trabajar. Conviviendo con los enfermos, compartiendo su dolor y luchando por conseguir la cura de la enfermedad que los aquejaba. Durante 15 años, se aisló como un paciente de lepra más. “Él es un hombre ajeno a los problemas. No le gusta que nadie le llegue con conflictos. Pide y trabaja soluciones”, expresó Elsa Rada, bióloga inmunoparasitóloga, quien trabaja en investigaciones con Convit desde hace 32 años. La leprosería era una inmensa casona, hecha en 1906, durante el gobierno de Cipriano Castro, albergaba a 1.200 pacientes recluidos. Jacinto cuenta, con la voz ronca y pausada que lo caracteriza, que los pacientes eran literalmente capturados donde vivían y trasladados allí. “Los que venían de zonas distantes eran traídos en barco y los de zonas más cercanas, en camión”. El médico recuerda que la gente era “capturada” solo por sospechar que padecían la enfermedad. “Se tapaban los espejos, como si el reflejo del mal fuese a contaminar hasta las sombras”. El paciente por el que Convit gritó a los funcionarios de seguridad sanitaria venía de Maturín. “Eran como las tres o cuatro de la mañana. Llegó encadenado y acompañado de dos hombres armados. Yo me ofusqué. Los dos hombres me obedecieron y lo soltaron. El paciente estuvo relativamente poco tiempo. Como a los cuatro meses, se fugó de la leprosería. Era un ambiente inaguantable”, reafirma el científico. “Había gente extraordinaria, pero contagiada. Más que una medicina, a veces necesitaban una conversación. A veces regañaba hasta al cura, porque se le pasaba la mano. Recuerdo que le decía: ‘ellos también son feligreses”, relató”. panorama.ve/portal/app/push/noticia81168.php
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 14:26:10 +0000

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