José Ancán “No hay una sola forma de ser mapuche” De larga - TopicsExpress



          

José Ancán “No hay una sola forma de ser mapuche” De larga historia y múltiples aristas, el conflicto mapuche genera posiciones radicales, ya sea de adhesión o de rechazo a las causas en disputa. Un tema en el que abundan la descalificación y el recelo, y sobre el que rara vez logra debatirse en buena forma. Ese es el escenario donde se agradecen, especialmente, las visiones más críticas y desprejuiciadas, como la que aporta José Ancán, académico mapuche. Por Verónica Waissbluthor “La identidad y un modelo para armar” debiera ser quizás el título de esta entrevista, según el antropólogo Álvaro Bello, director del Instituto de Estudios Indígenas de la Universidad de la Frontera, para quien José Ancán “ha debido rearmar su identidad”, transitando “como equilibrista en la cuerda floja, entre lo mapuche y lo no mapuche”. Licenciado en Historia del Arte de la Universidad de Chile, magister en Antropología de la Universidad Autónoma de Barcelona y doctorante en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile, el desmontaje de estereotipos parece ser uno de los propósitos más evidentes de Ancán. Y el centro de su discurso es lo heterogéneo de la sociedad mapuche, donde –afirma cabe de todo, como en cualquier otro colectivo. Asegura ser sólo una voz más, pues ni siquiera concede que, como pensador de su cultura –en su calidad de lo que algunos llaman “intelectual mapuche” – sea él una excepción, ni mucho menos una contradicción. “¿Por qué va a serlo?”, dice, señalando que es tan poco contradictorio como ser intelectual chileno, mexicano o alemán. Agudo y reflexivo, fue dirigente en el pasado, pero en estas páginas habla a estricto título personal. ¿Qué subgrupos o “estilos” se distinguen hoy entre los mapuche? Nuestra sociedad es absolutamente heterogénea. Aun en una misma familia se dan cruces: en ocasiones, por ejemplo, las personas con más discurso público reivindicativo son las que menos elementos culturales heredados manejan. Y al revés, puede ser que algunos mayores -que sí dominan esos elementos culturales, como el idioma, por ejemplo-, hayan sido dañados por el racismo y la exclusión, y tengan por lo tanto una identidad étnicapasiva; que no militen, ni participen en las organizaciones, ni vayan a las movilizaciones. ¿Y hay mapuche “renegados”, que quieran dejar de serlo? A diferencia de lo que ocurría en mi generación –y, hasta cierto punto, como consecuencia de las movilizaciones–hoy ya se habla del “orgullo mapuche” en referencia a la reafirmación pública y explícita del propio origen. Pero hay también quienes siguen sintiendo vergüenza, porque el racismo chileno continúa presente en su primitivismo, retroalimentándose siempre, e incluso más fuerte que antes –cuando se usa como adjetivo y no como sustantivo, hasta la misma palabra “indígena” es peyorativa–. Dicho de otro modo,la discriminación provoca daños irreversibles en algunos, que deciden fugarse de su identidad, de su diferencia. Lisa y llanamente, se cambian de apellido, recurriendo para ello a una figura legal denominada “menoscabo”. ¿Y existen chilenos que quieren “mapuchizarse”…? Hoy en día hay una gran cantidad de “solidarizantes”, como yo los llamo. Si te fijas, por ejemplo, va cada vez más gente a la marcha del 12 de octubre. Pero a pesar de su importancia para la reafirmación del movimiento, esos “solidarizantes” constituyen una masa amorfa y a menudo paternalista o acrítica, que elogia todo lo nuestro aunque no siempre sea bueno; se me ocurre que algunas feministas, por ejemplo, no respaldarían tan decididamente el movimiento indígena si supieran lo patriarcal que llegó a ser nuestra tradición -por lo demás, ese apoyo acrítico es síntoma de una falta de conocimiento y de debate entre los mismos movimientos de reivindicación social, que se unen entonces desde la victimización-. Con todo, muchos de sus miembros se declaran mapuche. El último censo es decidor: claramente, un porcentaje de ese millón 500 mil mapuche que apareció en los resultados, no lo es étnicamente hablando. Y el dato adquiere más relevancia tomando en cuenta que en Chile no se considera el mestizaje como categoría censal: para las estadísticas, o se es o no se es mapuche. Y para el movimiento de reivindicación, ¿qué es hoy en día, ser mapuche? La frontera entre lo que es y no es mapuche está hoy definida por la ascendencia o “la sangre”, metafóricamente hablando. A comienzos del siglo XX, por ejemplo, nos definía el hecho de ser la raíz de la nacionalidad –de que somos los “primeros chilenos”-. Pero ahora, lo que nos valida no es necesariamente que fuimos los primeros, sino que somos diferentes. El discurso se ha “etnizado”, validando dos categorías tradicionales: el tuwün –el territorio de donde proviene tu linaje- y el küpalme –tu ascendencia, los antepasados-. ¿Lo que importa hoy es entonces algo así como “la raza”? No la raza propiamente tal, sino la “alteridad”, es decir, el hecho de ser distintos. Y lo somos porque tenemos una cultura diferente, propia y sólo nuestra; una cultura originaria, distinta a la occidental, es decir, una cultura “otra”. Por lo demás, la importancia del concepto de alteridad no se verifica sólo en Chile, sino a nivel global. ¿A qué atribuyes ese giro? Los estudiosos de los fenómenos étnicos hablan de una emergencia indígena en el mundo. Paradojalmente, surgiría a partir de la globalización que, al borrar la diversidad cultural, generaría también la tendencia opuesta. Y además, estaría conectada con la crisis de los socialismos reales y la aparición de reivindicaciones ecológicas entre otros factores. ¿Qué relación existe entre la ecología profunda y el movimiento indígena? Son discursos que se nutren mutuamente en el espacio público,precisamente porque la globalización los afecta a ambos. Por otra parte, los megaproyectos de las transnacionales casi siempre se sitúan en territorios indígenas, lo que implica además una coincidencia geográfica. ¿Y cómo se vincula el movimiento indígena con las corrientes políticas de izquierda? Bueno, hay vínculos, aunque fueron más gravitantes en los 60 y 70 por la revolución cubana y el surgimiento de las reformas agrarias, entre otras razones. Hasta ese entonces, las reivindicaciones mapuche se habían establecido por la vía legal y política,pero la influencia de la izquierda llevó a que se incorporaran también estrategias de presión social que no se habían ejercido anteriormente. El campo y la ciudad ¿Qué pasa actualmente con las diferencias entre los mapuche rurales y los urbanos? Nuevamente: no se puede mirar nuestra sociedad como un bloque, porque es extremadamente heterogénea, no hay un solo tipo de mapuche. Y a pesar de que lo urbano y lo rural son clasificaciones relevantes desde el punto de vista sociológico, hasta esas categorías son dudosas hoy en día. El movimiento entre el campo y la ciudad es muy distinto al que se daba hace algunas décadas. En primer lugar, el mapuche que migra hoy a la ciudad tiene innumerables redes de apoyo. Además,mucha gente se traslada sólo por períodos. A fines de febrero, una enorme cantidad de jóvenes de las comunidades mapuche van a trabajar de temporeros a los packing de fruta de la zona central, y después vuelven al sur. Incluso hay machis que se instalan en Santiago por temporadas. ¿Cómo han afectado esos cambios la relación de los mapuche con la tierra? En primer lugar, la agricultura en las comunidades está en crisis, porque el producto de la siembra ni siquiera alcanza para autosustentarse, y se destina más bien a alimentar a los animales. A menudo incluso, los mapuche “más mapuche” -con más discurso étnico de reivindicación de “lo tradicional”-, han nacido en Santiago.
Posted on: Mon, 19 Aug 2013 16:38:31 +0000

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