Juzgar el pasado: Guzmán y Cheyre "Jaime Guzmán y el general - TopicsExpress



          

Juzgar el pasado: Guzmán y Cheyre "Jaime Guzmán y el general Cheyre tenían casi la misma edad en 1973, el año del golpe. ¿Por qué entonces evaluar de distinta manera sus actos y sus omisiones?..." El ex Presidente Lagos sostuvo esta semana que juzgar los actos del general Cheyre cuando era un teniente de apenas 25 años resultaba injusto. Lo secundó el ex ministro Enrique Correa este viernes, en la revista Qué Pasa. Ambos sostuvieron que el desempeño del general Cheyre en democracia -especialmente el "nunca más" que pronunció- obligaban a omitir el reproche por sus actos de teniente. ¿Son correctas esas afirmaciones? No. El caso de Jaime Guzmán -de la misma generación de Cheyre, uno tenía 25 y el otro 26 años en 1973- ayuda, guardando las proporciones, a entender por qué. Ambos eran jóvenes, ambos estuvieron del lado del golpe, ambos ejecutaron acciones u omisiones que lesionaban la dignidad humana. Lo que se diga de uno debiera, entonces, valer para el otro. Jaime Guzmán ejecutó acciones destinadas a salvar de la tortura o de la muerte a determinadas personas; pero al mismo tiempo legitimó al régimen que torturaba o asesinaba. ¿Cómo evaluar esas acciones de Guzmán? ¿Habrá que hacer una suerte de balance moral de su vida entera -el debe y el haber de su existencia- compensando su papel de intelectual de la dictadura con los actos de conmiseración que sin duda tuvo? Si hacemos caso a las teorías morales que por estos días se han elaborado -y que subyacen a las opiniones del ex Presidente y del ex ministro- parece que sí. No habría que juzgar a Guzmán ni a ningún otro por un solo acto sino que habría que hacerlo por su vida entera. El caso de Cheyre lo probaría: una omisión reprochable podría ser compensada con el "nunca más" posterior que pronunció. Lo correcto, entonces, sería apreciar la totalidad de la trayectoria vital antes de juzgar. El rigor obligaría a que el juicio fuera siempre post mortem . ¿Acaso el buen ladrón no enseñó que siempre, especialmente en la hora final, era posible lavar los pecados y entrar al reino de los cielos? Esa moralidad de contable -un acto bueno por aquí, uno malo por allá, de manera que hay que compensar unos con otros hasta alcanzar la suma final- no es, sin embargo, propio de las sociedades democráticas. Cuando las sociedades democráticas se preocupan del comportamiento moral de sus miembros (que es lo que la sociedad chilena hace hoy con los actos pasados) están preocupadas del grado en que ellos cumplen o transgreden las reglas elementales de la convivencia, los deberes básicos que hacen la vida posible, y no del valor o peso de las respectivas trayectorias vitales. La razón es obvia y es casi ofensivo ponerla de manifiesto. Si la responsabilidad dependiera de la trayectoria vital, siempre habría que suspender el juicio moral. Ese juicio solo sería posible cuando el sujeto estuviera inerte. Pero, ¿qué sociedad podría subsistir con tamaña restricción del debate moral? Por eso ha de aceptarse que nada impide que la trayectoria de un determinado sujeto sea obviamente importante para la sociedad en su conjunto (es el caso de la vida de Jaime Guzmán, sin cuya acción la modernidad capitalista de hoy no sería posible); pero que así y todo la misma sociedad considere que ese sujeto realizó actos y omisiones gravemente reprochables, actos y omisiones que la comunidad tiene todo el derecho de condenar. ¿O acaso la innegable inteligencia de Guzmán y su aporte al Chile contemporáneo obligan a omitir cualquier condena moral por las acciones y omisiones que en materia de derechos humanos llevó a cabo? Evidentemente no. Una cosa es el juicio moral acerca de la conducta pública, otra el aporte histórico. Esa es la razón de por qué el ex Presidente Lagos y el ex ministro Enrique Correa cometen un grave error intelectual y revelan un severo tropiezo en lo que podría llamarse su punto de vista en materia de ética pública. En democracia -hay que recordarles- se juzgan los actos, no la trayectoria. ¿O habría que enseñar que Jaime Guzmán fue un defensor de los valores básicos porque si bien justificó la dictadura, salvó, a cambio, a unos cuantos? ¿O habría que explicar a los futuros ciudadanos -los que hoy van a la escuela o a la universidad- que no importa lo que hagan hoy porque la vida es un balance contable, donde lo bueno compensa lo malo de manera que la cobardía o el abuso de hoy podrá ser empatado por la valentía de mañana? Carlos Peña
Posted on: Sun, 01 Sep 2013 18:56:11 +0000

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