LA CEGUERA Y LA MELANCOLÍA Los sepulcros están vacíos. Los - TopicsExpress



          

LA CEGUERA Y LA MELANCOLÍA Los sepulcros están vacíos. Los desperdicios de huesos y excremento de muerto yacen en las bóvedas secretas del palacio. Es mentira que hayan sobrevivido a la ceguera, y que la epidemia creara una hecatombe. Sus voces aún nos acompañan en los atardeceres inmortales de Creta, la ciudad eterna. Nuestra soledad no ha permitido la comparsa de los convictos. Su sangre contaminó hasta los espejos, sus manos se aferraron a los papiros. Los hombres desandaron entre las enredaderas, a ritmo de la danza maldita de los altares de sílice. En los jardines de la lucidez, los borrachos y los negros, peregrinos del desierto, participaron del festín, como mercenarios de una confabulación absurda. Ciegos de avaricia, truhanes de una grotesca ley que les permitía delinquir, cruzaron el mar Egeo. Descalzos atravesaron las playas, sobre las piedras rojas; enfilaron sobre inmensas plantaciones de coco; por sembradíos de frutas y pastizales acordonados, repletos de vacas y animales de cría benigna. El tamaño de sus sueños presumía el beneficio de una herencia que recibirían de sus antepasados. Redimidos del odio, creyeron encontrar por fin el lugar donde pernoctar. La luna los protegía como un hada de los cuentos orientales. El sol les quemaba la piel, recordándoles que más allá, en el sendero de las dunas, se incendiaba su esperanza. Que el fuego salvaje de los unicornios, les salvaría de la rabia. Y la dicha de estar vivos, pese a sus pecados, podría disipar la carga de miedo que les atormentaba desde siempre. Por fin se sentían libres. Pero la epidemia fue mucho más cruel que sus andanzas. La culpa les condenó al absurdo, y la tristeza los hundió en un hueco sin destino. No atinaron a comprender por qué la vida les cobraba con creses cada recuerdo maligno de sus pobres existencias. Eso fue ya hace unos años, cuando rastreamos la comarca, cerca del castillo. Allí estaban los baúles negros, las mantas, las sandalias y las enaguas de las mujeres. Allí, sobre las rocas tibias, entre las brumas de los ríos dulces de la estepa, yacían sus alforjas. Alguien, nunca nos enteramos con certeza, pudo enterrarles en esos sepulcros miserables. Las águilas rodearon nuestro campamento. La noche adviene a la locura, en una tormenta de infamias que nos aplasta contra el silencio. Sólo el secreto de un maleficio acabó con esa generación de homicidas. El tiempo fue generoso con nuestra aldea. El tesoro quizás nunca existió, es posible, pero esa fue nuestra mejor venganza. No hay duda. Los sabios de la congregación mintieron para bien, y esta es la recompensa: salvados de las aguas, como Moisés, vivimos plenamente el reverso de la ceguera, el absurdo de la melancolía. En Creta, ciudad inmortal.
Posted on: Thu, 12 Sep 2013 14:05:51 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015