LA CONCERTACION PARA LA PARTICIPACION UNIVERSITARIA HONRA A - TopicsExpress



          

LA CONCERTACION PARA LA PARTICIPACION UNIVERSITARIA HONRA A “LOS HÉROES Y MARTIRES DEL 30 DE JULIO DE 1975” ¡PROHIBIDO OLVIDAR! TESTIMONIO. PIPILENCA . Todo el ambiente era festivo. Un no sé qué de desfile bufo impregnaba el ambiente, como esperando las fiesta de Agosto. Se hacían peticiones y críticas al gobierno en turno, presidido por el Coronel Molina, ese que fue a elecciones con el lema “los 2 del 72” y que le robó las elecciones al Ingeniero José Napoleón Duarte, del “pescadito”(que así se le llamaba al PDC, a los demócrata cristianos), para luego expulsarlo del país con rumbo a Venezuela, después de darle una buena golpiza. Y es que Molina era heredero de “Tapón”, Sánchez Hernández, ese chaparro que hablaba como gigante, de cuando la guerra contra Honduras. Tapón, el que envió al ejército y no se preguntó jamás cómo era posible ganar una guerra sin hacer prisioneros: la gente Hablaba de la ley fuga aplicada a los capturados por parte de los héroes castrenses “Diablo Velásquez” o ”Chele Medrano”. Secreto a voces de esos tiempos, pero no se tomaba en serio que los asesinos de otros pudieran ser genocidas de su propio pueblo. Llamarles gorilas, era parte del folklore. Yo era estudiante de secundaria en el Instituto Nacional Francisco Menéndez, que entonces estaba situado frente de la Universidad Nacional, sobre la calle que lleva a San Antonio Abad. Cursaba segundo año de Bachillerato y me dedicaba en mi tiempo libre a construir ARDES (Acción Revolucionaria de Estudiantes de Secundaria) en el INFRAMEN. Recuerdo que salimos del Instituto con todos aquellos amigos que querían incorporarse a la manifestación estudiantil. Unos por estar de acuerdo con las peticiones. Otros por escaparse de clase. Ninguno llevaba otra cosa entre sus manos que no fueran libros o cuadernos. Los ya organizados habíamos preparado pancartas que repartíamos a todos aquellos que quisieran portarlas. Marchábamos sobre la 25 Avenida norte. Pasamos frente a la embajada de los Estados Unidos. Gritábamos consignas en contra de la violación de la autonomía universitaria, que había sido violentada, intervenida y ocupada en Occidente, en Santa Ana. Y contra el desplazamiento forzoso de la gente en los alrededores de Aguilares-Suchitoto, producto de la construcción de la represa Cerrón Grande. Afirmábamos que la energía era para las zonas francas, no para beneficio de la población necesitada de un bombillo eléctrico por las noches. Nos solidarizábamos con los desplazados de sus tierras cerealeras, a los terrenos pedregosos de Chalatenango. Nos sentíamos “cuasi universitarios”. Además, no queríamos ver truncados nuestros sueños y metas con una universidad intervenida, con enseñanza mediatizada y al servicio de los militares. A la altura de la Policlínica Salvadoreña marchaba junto a unos amigos universitarios pertenecientes a la facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales (Derecho). De repente apareció “Cooper”, o Carlos Arias (no recuerdo bien), y me dijo: -”Vos tenés que irte con los tuyos, con los cipotes, allá atrás” Y como tenía razón, desandé lo andado, buscando mis compañeros del instituto. Y es que mi hermano era estudiante universitario. Y sus amigos, eran amigos míos. Me gustaba conversar con ellos. Y por ir hablando de una u otra cosa, había adelantado mi posición en la manifestación hasta llegar casi a la punta. Esos estudiantes universitarios eran a los que más frecuentaba en el local de la asociación de estudiantes que ostentaba el FUERSA – Frente Universitario de Estudiantes Revolucionarios Salvador Allende- allá en la facultad de derecho. ”Apuráte cipote – me dijo uno de ellos- que dicen que viene la policía y vos no aguantás una pijiada.. A lo mejor hay bronca y te penquean.” Eso era lo peor que podía pasarnos, pensaban ellos. Recuerdo que sonaron disparos. Me voltié para ver. Escuché gritos y una corrida en desbandada. Gente que se tiró por el puente a la quebradita del Tutunichapa para escapar de las balas se quebraban la pierna. Unas tanquetas aparecían doblando la esquina del Seguro Social, arrazando con todo y todos. Camiones militares llenos de efectivos. El resto mirabamos, como clavados en el suelo, inmóviles. ”Nos están matando.”- se escuchó – “Gorilas hijos de puta”. ”Paren”. ”Están matando a la gente” ”Corran”. Todos eran gritos. Unos de dolor, otros de indignación, pero gritos. Se generó el caos y yo fui víctima del mismo. Salí corriendo de regreso. Me tiré por el monte. Doblé hacia lo que es la Calle Gabriela Mistral y lo que hoy es la Alameda Juan Pablo II, hasta llegar cerca del Campo Marte, por la Casa Dueñas . A la mañana siguiente, al pasar junto al Seguro Social, los bomberos lavaban los muros, las aceras y calles aledañas. La policía y Guardia Nacional, custodiaban la zona. Amigos refugiados dentro del Seguro daban testimonio de los compañeros muertos y de los intentos del ejército de impedir a los médicos ayudar a los heridos. Igual era de valioso el testimonio de los empleados del hospital, sin diferenciarse mucho del testimonio de los estudiantes. Creo que este fue el detonante fundamental de lo que desembocaría en la guerra. El pueblo, por un lado, y la dictadura militar dispuesta a todo por mantener el control del gobierno, por el otro. Pero entonces quedó claro: estaban dispuestos a todo. “Una Universidad mejor, es posible”
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 00:55:26 +0000

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