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LA DIOSA-MUJER Sólo el mayor accidente ferroviario de la historia reciente de España ha sacado a la luz la historia de Carla G. Vaquera. Una heroína anónima que vivió en permanente huida y que, cuando iba al encuentro de la felicidad, su vida y la de su hijo de 13 años descarrilaron para siempre en la curva de A Grandeira, muy cerca de Santiago de Compostela. Carla llevaba 10 años escapando de su ex marido. Cinco ciudades y cinco cambios de teléfono no bastaron para que el que quería ser su asesino se diera por vencido. Pese a ocultarse siempre que una cámara aparecía en escena, él siempre la terminaba encontrando. Durante esa década, Carla dejó de lado todos sus planes de futuro para fijarse un único objetivo: salvar a cuantas mujeres pudiera de las garras de sus parejas homicidas. Casi siempre lo consiguió. Llegó a rescatar a más de 100. Y es verdad: su historia nunca salió en la prensa. Ya no vale avergonzarse. Un día de coraje, Carla cogió a su hijo y desapareció. Su infancia ya había quedado marcada por los malos tratos de su padre. No le iba a volver a pasar. «Ella no. Ella ha sido muy fuerte para eso», asegura su madre, Gracia Vaquera, siempre en un presente imperfecto, como si aún hubiera otro final posible. «Yo estuve más de 30 años callando; siempre callaba. A veces me fui de casa, pero luego venía él, lloraba, me pedía perdón y regresaba. No sabes muy bien por qué haces ciertas cosas. No denuncié a mi ex marido hasta hace cuatro años. Ahora tiene una orden de alejamiento». Para Carla, de 35 años, fue una lección de vida: «El que mi padre me maltratase me ha enseñado a ser una mejor madre y a querer a mi hijo sin violencia», escribía el pasado enero en una carta que se ha convertido en su voz póstuma, y en la que hace el relato crudo de su vida. «El hecho de que el padre de mi hijo que maltratase y luego me hiciese sufrir la violencia de la ley —de un juzgado a otro suplicando ayuda— me ha hecho querer ser mejor persona y no tirar la toalla cuando una mujer me dice que si llega a saber a lo que se enfrenta cuando denuncias, hubiese aguantado lo que hiciese falta». Con tan sólo 25 años Carla montó la asociación La mujer es una diosa [en 2010 publicó un libro de terapia con el mismo título] para ayudar a maltratadas a salir de sus cárceles y, desde entonces, no ha dejado de iluminar vidas. «Cada una de esas mujeres soy yo cuando salí con un bebé a cuestas buscando ayuda y me encontré sola». El detonante fue cuando su ex marido, un político de segunda fila de Elche, la disparó mientras aguardaba al autobús con su hijo Josu en brazos. Se puso en contacto con una mujer que había conocido a través de Internet y que estaba en su misma situación. Carla vivía en Elche y su compinche en Bilbao, así que decidieron intercambiar vivienda, ciudad y entorno. «O dejas tu casa y sales corriendo o te quedas con la casa», sentencia Gracia. «En una ocasión, una chica de Valencia que se echó para atrás, se lo quería pensar mejor. Y al día siguiente nos enteramos de que le había pasado». La cruda realidad, sin píxeles: su cuerpo fue hallado descuartizado en una nevera. No llegar a tiempo a un rescate era el mayor miedo de Carla. No hacerlo porque su coche la dejase tirada no se lo podía permitir. Durante un concierto de Huecco en un pueblo de Albacete, Carla llegó al camerino con su madre y varias mujeres más. «Quería saludarlo porque era fan de su música y sobre todo de Se acabaron las lágrimas, la campaña que había hecho contra la violencia de género», cuenta Laura Jiménez, la representante de Huecco. «Ella nunca pidió nada. Un día Iván [Sevillano Pérez, el nombre real del cantante] le preguntó: “Si pudieras hacer realidad un sueño, ¿cuál sería?”. Y ella respondió que con una furgoneta podría recoger a muchas más mujeres». Iván y Laura fueron a comprar una de kilómetro cero con nueves plazas, la más amplia que había. «Cuando le preguntamos al vendedor si tenía calefacción va y responde que para qué, si ya iban calentitas», recuerda Iván. «Le habría metido un puñetazo si no fuera porque la furgoneta urgía y nos hacía buen precio». Carla llegó de recoger a una mujer con sus hijos. Habían quedado en encontrarse en Madrid. «Cuando vio el vehículo nuevo se echó a llorar. Todos nos echamos a llorar», confiesa Laura. La ayuda de Huecco fue incondicional como lo fue la de Antonio Perán, director gerente de la firma de calzado Pikolinos, quien llegó a ofrecerles 11 puestos de trabajo para las mujeres que se pusieran al día en informática. Ambos solían ayudar con el alquiler de las casas de acogida cuando la economía apretaba. Pero Carla se encontró muchas trabas en su cruzada. Así resumía 2012 en números: «Hemos realizado un acto contra la violencia, en el que los trainers deportistas solidarios nos colaron una factura de sonido de 2.000 euros, más 600 de su caché, 400 de sus viajes… Nos negamos a pagarlo, pero la foto contra la violencia de género sí quisieron hacerla y llenarse sus músculos de vanidad y solidaridad. Y no me da miedo decir esto, porque el miedo ya lo perdí hace tiempo». Cierres por la crisis. En 2012, Carla tuvo que cerrar casas de acogida. Algunas mujeres se fueron de España para poder seguir manteniéndose (Irlanda, Argentina…). «Las mujeres a las que les han cortado sus subvenciones —con las que ya era difícil vivir— han decidido volver al entorno de su maltratador, vuelta a vivir con sus familiares para que las ayuden a sobrevivir. ¿Y quiénes somos nosotras para juzgarlas?». Carla se enfrentaba a la vida asumiendo riesgos. Cuando recibía una llamada arrancaba el coche y, si era necesario, se plantaba en la casa del maltratador y de la víctima para trasladarla. «Alguna vez nos llevamos un golpe», cuenta Raquel Llorca, terapeuta y encargada de prensa de la asociación de Carla. «Pero si sabes hacerlo bien no hay riesgo. Ya teníamos una experiencia y muchas veces acudíamos acompañadas de la Policía o de gente de la calle a la que convencíamos para subir». Y así con hasta cinco traslados en un solo día. Pero ahí no acababa el peligro. Después de pasar por el juzgado para poner la denuncia, Carla se quedaba un rato mirando a la víctima a los ojos. Era el único arma que tenía para convencerse de que aquella mujer no llamaría a su agresor, que no tendría un momento de debilidad y pondría en peligro la casa entera. «Es lo único que me queda para seguir creyendo en las personas». Después, el olvido. Las ex parejas perdían su nombre y pasaban a ser los innombrables. «O los VIM, como los polvos de fregar», dice Raquel . «Sólo sirven para tirarlos por el fregadero». Después, el anonimato. Carla escondía a las mujeres lo más lejos posible de sus casas. El método, como ella misma reconocía, no era del todo legal. Cristina Hevia, su abogada, reconoce que los maridos podrían haber interpuesto una demanda por secuestro cuando se llevaban a sus hijos. «Pero son maltratadores, no tontos. Y saben que de esa manera inician un procedimiento penal que se les puede volver en contra en cualquier momento». Además, dice, hay que ser valiente para incumplir las leyes escritas a favor de otros valores. «Aquí prevalecía el derecho a la vida de esas mujeres y sus hijos». «Ya sabes lo que siempre os digo», escribía Carla en aquella carta que iba dirigida a Iván y a Laura. «No termino de saber cuál es la línea de lo correcto o no, yo sé que estamos vivas… Y eso es un derecho con el que venimos a este mundo». Carla mantenía informados a Iván y Laura de todos sus contratiempos. Hablaban cada semana, tomaban café siempre que Huecco tocaba cerca de donde ella estaba, lo invitaban a tomar el último té que tenían a la casa de acogida. —Era Nochebuena y un supermercado les había donado unos botes de garbanzos. —cuenta el cantante. ¿Ni un mísero chorizo? —No, no hay chorizo, pero bien contentas que estamos con los garbanzos. —Fui corriendo a un supermercado y compré siete cestas con jamón y embutido. ¡Era Nochebuena! No sé cómo podía esta mujer tirar para adelante con todo. Cuando aquel fatídico tren salió del túnel y se precipitó en el giro a la izquierda, Iván sintió que el mundo había perdido a alguien muy importante. Redactó su homenaje, Hasta siempre Carla…, y lo colgó en Facebook. Pronto la respuesta fue abrumadora: 3,5 millones de visitas, más de 90.000 likes, más de 50.000 comentarios… No es el único homenaje. Una asociación de mujeres en Escocia ha plantado dos árboles y ha descubierto una placa en honor a Carla y a su hijo. Varias ONG de Venezuela, Chile y Argentina a las que asesoraba sobre el protocolo para trasladar mujeres han escrito sus condolencias. Y Raquel realizará el miércoles 14 a las 18 horas un programa especial en su espacio de radios asociadas: eloop-spain.tk. «La gente la quería muchísimo», dice su madre, «pero ahora me doy cuenta de cuánto». El prometido gallego. Hasta su prometido, de Coruña, reacio a salir en público, se animó a escribir desde el perfil de Carla: «Soy la pareja de Carla. Muchas gracias a todos por recordar lo buena y maravillosa que era mi gran amor. A mí se me fue todo mi corazón y el alma. Ella era toda mi fuerza y no me hago a la idea de no volver a tocarla y verla entre mis brazos con esa sonrisa que me daba vida. Sólo pido que nunca se olvide y que se haga justicia por haberme quitado lo único que me hacía moverme. Espero que haya otra vida y me acompañe siempre. Gracias a todos». «Nunca tuve un hombre que me quisiese… hasta que tuve un hijo», escribía Carla. En octubre recuperó la fe que había perdido en el género masculino cuando conoció a Suso a través de Internet. Suso, un gallego del que se enamoró hasta el punto de que se iban a casar a el pasado 28 de julio y ya estaban buscando un hijo. El día del accidente, Carla llevaba varias semanas con vómitos. Sabía que estaba embarazada de tres meses, pero aún no se había hecho la prueba: «Quería reservar el momento para estar junto a Suso cuando les dieran la alegría», cuenta su madre. En su caso, aquel embarazo era aún más extraordinario, no hacía mucho que había superado un cáncer de ovarios. La tragedia quiso que fuera el forense quien confirmase la noticia. La lucha de Carla por su vida pasó por todas las pruebas imaginables. A diario, peleando para tener de qué comer en las casas, cada cierto tiempo escapando de su marido que no hacía mucho la había vuelto a encontrar, y también contra la enfermedad. «El hecho de haber sufrido una enfermedad grave, que se llevó mi pelo y en muchos momentos mi fuerza y mi optimismo, también me ha hecho ver que todo no es tan grave y que la vida es lo más sencillo». Lo que ella hacía sencillo para otros es un sacrificio inasumible y ahora las 12 mujeres que todavía quedan en la única casa de acogida que logró mantener en pie pese a la crisis temen por su futuro. La vida todavía le dedica una sonrisa maligna tras su muerte: la reaparición de los dos hombres que la han golpeado en el momento en el que la aseguradora se pone en contacto con los familiares de las víctimas para informar que les corresponden 60.000 euros por familiar fallecido. «No se lo merecen», dice Gracia. «Su padre tiene una orden de alejamiento y su ex marido dejó de ver a su hijo cuando tenía un año». Ambos están denunciados por malos tratos. La última lucha de Carla, cuya vida se truncó al poco de conocer la felicidad, será la de su abogada para demostrar que estos dos hombres no tienen derecho a cobrar esa indemnización y hacer realidad el último sueño de la mujer-diosa: abrir una casa de acogida en un terreno de Galicia que ya tenía apalabrado. IDOIA SOTA «Siempre te recordaré conduciendo tu furgo verde, convirtiendo los palos de la vida en energía positiva y sonrisas», le ha escrito el cantante Huecco a Carla en una carta/homenaje. Fue él quien ayudó a que le regalaran el vehículo. En la imagen, Carla en un acto de su asociación de ayuda a maltratadas. Tenía 35 años. ante una llamada, cogía el coche y se plantaba en la casa de la víctima. así salvó a 100 mujeres maltratadas por su muerte y la de su hijo habrá 120.000 euros. o van para su casa de acogida o para sus maltratadores HASTA SIEMPRE, CARLA Por HUECCO Aún recuerdo su cara cuando vino a pedir ayuda al camerino en un concierto de Albacete: «¿Qué harías si pudieras pedir un deseo para tu fundación?» —le dije. «Me gustaría tener una furgoneta de nueve plazas para transportar más mujeres amenazadas, en mi coche no cabemos y está muy viejo». Y le donamos una furgoneta que elegí en un km 0 de la carretera de Toledo. Esto no tiene ningún mérito. Uno de los días más felices de mi vida fue cuando me escribió un email al año siguiente narrándonos las vidas que había salvado esa furgoneta (ya ves, las que había salvado ella más bien), los hijos que se habían mareado y vomitado en ella, las lágrimas vertidas en los asientos y mil historias, dramas de mujeres huidas que sólo quieren empezar de nuevo. Así te recordaré siempre, conduciendo tu furgo verde, transformando los palos de la vida en energía positiva y sonrisas, en nuevos retos. Gracias por estos maravillosos años, Carla. Muchas muchas gracias. FURGÓN DE SALVACIÓN. Con esta furgoneta, Carla recorrió España al rescate de mujeres, y sus hijos, víctimas del maltrato. Su red de auxilio incluía casas refugio cuyo futuro queda ahora en el aire. La indemnización que el Gobierno pagará por las víctimas del tren podría servir para continuar su obra. se casaba cuatro días después del accidente. «se me fue todo mi corazón y el alma», ha dicho el novio su nueva pareja no sabía que esperaba un hijo, algo excepcional tras sufrir un cáncer de ovarios Carla y su hijo. Ambos fallecieron en el tren que les llevaba a Santiago. El Mundo 04/08/2013
Posted on: Sun, 04 Aug 2013 10:52:49 +0000

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