LA ESPADA Y EL YUNQUE “En las llanuras del valle Oscuro ardía - TopicsExpress



          

LA ESPADA Y EL YUNQUE “En las llanuras del valle Oscuro ardía intensamente el fuego de una fragua. Tergion, el solitario herrero, golpeaba con fuerza el martillo contra el rojo acero, que pronto sería una larga hoja bien afilada. Tenía más de cincuenta armas forjadas, hasta que un día un muchacho de no más de dieciséis años, que llevaba una gruesa capa de piel y una cota de malla; se le acercó: - ¿Qué puedo hacer por ti joven? – Le preguntó Tergion al joven guerrero. - ¿Podría fabricarme una espada, con los rayos de la luna? – Le preguntó a su vez el muchacho, entregándole el mango de una espada rota. - Puede ser – Le dijo al joven un tanto dubitativo – ¿Qué me ofrecerías a cambio de que te forje una espada mágica? El joven se lo pensó durante mucho rato. Luego le contesto: - Sólo puedo darle a cambio mi sincera amistad – Dijo mirándole a los ojos. Tergion, para su sorpresa, no encontraba signos de mentira en la mirada del chico. Era una mirada limpia, como un lago cristalino. - Está bien, la fabricaré para ti – Cedió el herrero – me llevará un tiempo, vuelve aquí dentro de dos días. El joven guerrero asintió, dándole un cálido abrazo. - Estaré aquí dentro de dos días, te lo prometo – Le dijo desde la lejanía al solitario herrero. Tergion, ya caída la noche, fue hasta el borde de un inmenso lago. La luz de la luna llena se filtraba en sus aguas. Tergion lloró esa noche, acordándose del cálido abrazo; la luna parecía escuchar su llanto. Entonces los rayos de luz brillaron de forma tan intensa, como el fuego de su fragua; hasta que uno de esos rayos se había solidificado. Tergion, enjugándose los ojos lo cogió: tenía el tamaño de una vara de sauce, se lo llevó a su casa y forjó aquel trozo de luna más frío que el mármol. El extraño metal siseaba bajo la cuba de agua; con unas tenazas cogió la hoja humeante, tenía un color azul marino muy brillante, casi trémulo. Golpeando el mágico metal con su martillo, lo moldeó hasta que la hoja quedó perfecta. Acto seguido, dibujó con fuego unas runas protectoras y el nombre que su artesano le había dado. Pasaron dos días como habían acordado, entonces, el joven vino a lomos de un caballo blanco como la escarcha, atravesando velozmente el Valle. Sonrió al ver a Tergion. El herrero le devolvió la sonrisa. - Buenos días maestro herrero – Lo saludó el joven alegremente. – ¿Ya la habéis forjado? - Sí – Dijo Tergion, entregándosela en una funda – Es realmente hermosa. El joven, la cogió tímidamente de entre sus dedos. Levantó la hoja en alto, el metal aún conservaba ese color azul marino. El joven se quedó maravillado por su belleza: - ¿Podría darme el nombre de quién forjó la espada? – Inquirió el guerrero. - Tergion – se presentó el herrero, inclinando la cabeza. - Ragnar, paladín del barón Dajin. Se estrecharon la mano, los dos hombres se miraron con ternura. El joven guerrero sonrió: - ¡Esta tarde te invitaré a un buen pichel de cerveza en la fonda! – dijo con entusiasmo. - ¡Estupendo! – Dijo el herrero alegremente, luego su rostro se ensombreció – Pero con una condición: Prométeme que volverás a verme, hasta que Boron me lleve. - Te lo prometo – Juró Ragnar con solemnidad. Transcurrieron los años hasta que ambos, se hicieron unos amigos inseparables. Hasta que un día de Diciembre, Ragnar marcha hasta Murolosh. La ciudad enana, que había sido tomada por los orcos. A punto de morir, Ragnar alzó la espada. La noche hacía que la hoja brillara de forma intensa, al ver con claridad las letras que había grabadas en ella: “Tergion”. Lloró amargamente al acordarse de aquel hombre, que hacía hermosas espadas, golpeando con fuerza el martillo, contra el inmutable metal. Tergion murió después de que Ragnar se fuera, el guerrero regresó victorioso unos días después al Valle Oscuro, dejo a su caballo fuera y entró en la silenciosa herrería. Vió arropado en una cama de paja, el cadáver del herrero Tergion. - Has forjado una espada muy hermosa, viejo amigo. – Le dijo Ragnar, acariciándole el ralo pelo. Levantándolo en peso, lo abrazó fuertemente por última vez. Ragnar lo enterró en lo alto de una loma de verdes prados, donde se divisaba la aldea del Valle. Talló en la madera el símbolo de Boron (Un timón roto). Le pidió al deonte de la aldea, que se ocupara del entierro. Unos días después, Ragnar subió a la loma con dos jarras rebosantes de cerveza. - Aquí estoy viejo amigo – Dijo Ragnar, dejando una jarra en el suelo, bajo la sombra de la cruz. – ¡Brindo por que volvamos a encontrarnos algún día, en los Salones de Boron! – Se bebió la jarra de una sentada, miró hacia el cielo estrellado. Le pareció que las estrellas formaban la figura de Tergion, el herrero solitario, alzando sonriente una jarra de cerveza. Los últimos meses que transcurrieron, Ragnar. Rebautizó la herrería de Tergion, con el nombre de: La Espada y el Yunque. En recuerdo de su amigo. Quien forjó su espada mágica. Los aldeanos iban en hileras hasta la apartada herrería; donde se oía sin descanso, los fuertes golpes de un pesado martillo.”
Posted on: Thu, 08 Aug 2013 15:25:06 +0000

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