LA HISTORIA DE BEÑAT OLAIZOLA Dicen que su apellido era - TopicsExpress



          

LA HISTORIA DE BEÑAT OLAIZOLA Dicen que su apellido era Oñates... Su familia vivía en una granja muy cerca de Bilbo. Eran tiempos difíciles. Corría el año... 1936, su padre José, era anarquista y luchaba contra las fuerzas franquistas. Llegaba en las noches, oculto por las sombras, y besaba a su esposa, al niño de 8 años y a su hermano Aitor, que con sus 17 años, tenía las mismas ansias de libertad de su padre y antes del amanecer, volvía al monte con sus camaradas. "Mamá... ¿Por qué Aita no vive con nosotros? ¿Dónde está? ¿Con quiénes vive?" Y el silencio materno era acompañado por el temor y la angustia. Una noche el padre se despidió y no regresó. Una semana después, el pequeño Jon, escuchó que un joven le contaba a su madre que José había sido capturado y fusilado, luego lo enterrarían en una de tantas fosas comunes. Nadie sabe dónde. Esa noche, Jon solo escuchó el llanto de su Ama, y las maldiciones de Aitor hasta que quedó dormido. El amanecer llegó con más llanto: Aitor se había ido al monte a reemplazar a su padre en la lucha. La madre sabía que su situación era muy insegura, y por la mañana envió al pequeño Jon a casa de sus parientes en Gernika. Nunca volvió a ver a su ama ni a su hermano. A la ciudad llegó el 25 de Abril de 1937. Los parientes enseguida acogieron a Jon, y lo enviaron con un primo a recorrer el pueblo. Luego de deambular durante la mañana, regresaron a la casa, donde los esperaba el almuerzo. Ya se vería en los días siguientes cómo se arreglaría la escuela, y alguna ocupación para el muchacho. La tarde se dedicó a conocer a parientes, y vecinos, se fue a dormir temprano, pero le costaba pegar los ojos. Eran demasiadas emociones juntas. "Ama... ¿Por qué me envías aquí? ¿Tu también me dejarás?" Lo venció el sueño... El despertar del 26 de abril fue de terror... Gritos en la calle... El suelo vibraba, los estruendos cada vez mas cerca. La gente corría de una casa a otra. Gritos de dolor, muerte... Jon salió de la casa con su calzado en la mano, un hombre que corría por la calle, lo tomó del brazo y lo llevó a la salida del pueblo. Desde allí el pequeño pudo ver que una de las bombas destruía la casa donde hacía unos momentos estaba. "Aita... ¿Donde estas? Ama... ¿Por que me mandaste aquí? Aitor... Qué debo hacer?" Una familia que había perdido su casa, recogió a Jon, y se dirigieron a la frontera con Francia. "Iparralde nos espera, allí estaremos mejor" decían... "Desde ahora te llamarás Beñat y tu apellido será Olaizola" "¿Por que no puedo decir mi nombre?" y la respuesta... "Porque aun estamos en peligro" La familia Olaizola, era originaria de Gernika. Don Mikel era labrador, también anarquista como el padre de Jon (ahora Beñat), doña Edurne, mujer vasca, hasta aquel 26 de abril fue empleada de limpieza de una casa que había quedado bajo los escombros del bombardeo. Y Maite, la niña de 11 años, de mirada inteligente y airada. Caminaban por la noche al amparo de las sombras del monte. El pequeño Beñat, recordaba las criaturas mitológicas del monte. Atrás, muy atrás quedaron las lágrimas, ahora era tiempo de caminar hacia la tierra tranquila. "Aita, me dicen que olvide todo lo anterior... ¿Como podré olvidarte? ¿Ama, quiero que me arropes como antes! Aitor... ¡Por qué te fuiste!" De cuando en cuando se oían metrallas a lo lejos, o alguna descarga. "Don Mikel... ¿Que son los gudaris?" "No me llames Don Miguel, llámame Aita, ahora soy el único aita que has conocido. Si alguien te pregunta, nada sabes de los gudaris, pero ten presente: ellos dan su preciosa sangre para que podamos vivir en libertad, que sea un secreto, pero tu aita y tu hermano eran dos de los mejores gudaris que existieron y dieron su vida para que tu tengas un lugar donde crecer en paz" "Aita... ¿cual es el lugar donde debo crecer en paz? No es en este monte, aquí no esta Basajaun, ni Mari ni las Lamias, ni el Olentzero. Aquí solo puedo oír el silencio del monte y sentir el miedo de todos. ¿Cuando llegaremos?" Don Mikel decía "Hay que llegar a San Sebastián, pasarlo de noche por las afueras, y cruzar la ría hasta llegar a la bahía de San Juan de la Luz." "¿Y eso queda lejos?". "Calla y camina" Calla y camina, camina y calla, Beñat con sus ocho años y la bolsa a su espalda. "Ya no tengo calzado" Don Mikel dobla una media y la ata a las plantas del muchacho. "Habrá que buscar algo para que pueda seguir caminando" Doña Edurne busca en su bolsa y saca un viejo delantal con el que hace dos refuerzos a las plantas de Jon. "Calla y camina" Cuando oyen el ruido de un curso de agua... "Refrescarnos, beber y seguir", cruzan un camino y del otro lado se ve la fogata un campamento. "No son nuestros, no podemos acercarnos" En su mente, Jon solo piensa: "¿Quienes son estos hombres que nos matan, nos bombardean, y ahora no podemos acercarnos siquiera a buscar un poco de agua?" "San Sebastian está a unas horas de camino, debemos seguir a ver si llegamos antes del alba" Dice don Mikel, conocedor del terreno. Allí encontraremos a nuestros amigos. "¿No podemos descansar?" Dice Maite, cansada de tanto caminar y callar. Su piel de niña está arañada de cientos de espinas del camino, sus pies también están ampollados de las piedras. "No podemos descansar, hija, todavía estamos en peligro". Caminar y callar. El tedio de la jornada, el miedo congelando las manos, el miedo adormeciendo los sentidos. "¿Puedo detenerme a orinar?" "Rápido niño, ve detrás del árbol" Sus dedos casi no pueden desprender la ropa. ¡Ruidos! ¿Quien se acerca? ¡Disparos! Son a lo lejos, no saben que estamos aquí. Cuando Beñat se asoma, doña Edurne llora abrazada a Maite. Una rosa roja se agiganta en el pecho de la niña. Está rígida y sus ojos no se mueven. Don Mikel con los ojos impregnados en lágrimas, se toma la cabeza. "¿Vale la pena seguir huyendo?" Tal vez sería mejor esperar la muerte al lado de la niña y terminar así el sufrimiento y el dolor. Con fuerza y furia creciente, cavan un hueco al lado de un roble. Aquí estará alejada de todo mal. La cubren con rocas del camino. Beñat se quita la bufanda y se la coloca a la niña, para que no tenga frío en ese lugar. Doña Edurne, improvisa una cruz con dos palillos. Reza una oración en silencio. Beñat no sabe rezar, pero acompaña ese dolor tan profundo. Sus pocos años ya son muchos para saber cuál es el límite de las fuerzas, y el límite del dolor. "Debemos irnos" Dice don Mikel, y con una angustia inexorable, y un llanto que hace morder sus labios, emprenden camino. Ya todo se había perdido. Maite era el último bastión de la esperanza, y también se perdió. "Solo nos queda la lucha" San Sebastian esta a solo un par de kilómetros, pero el esfuerzo es tan intenso que ya casi no quedan fuerzas. "Debemos descansar, busquemos un refugio" En una cueva oculta a las vistas, se introducen, Mikel hace un pequeño fuego, para reponer fuerzas. Beñat es vencido por el sueño. Pero no es un sueño reparador, es el sueño cargado de muerte y dolor. "Aita... ¿Que mal hemos hecho? ¿No nos llevaba a la iglesia la ama cada domingo? ¿Por qué debemos perder todo y a todos?" Despierta con un grito de angustia que don Mikel tapa con su fuerte mano. "Silencio niño... Aun estamos en peligro" Aun en la cueva, Beñat se prepara para continuar la marcha. Tantea sus bolsillos, y encuentra una medalla de la Virgen de Arantzazu, que la ama le había dado cuando lo envió a Gernika. Entre dos piedras la coloca y se repite: "Ama, algún día regresaré a buscarla... Cuando vuelva a estar contigo". Pasaran años hasta que desista en su intento de reencontrarse con su familia, hasta que entienda que ha perdido a todos sus seres queridos, que es hora de empezar de cero... Una nueva vida cada día. Marca en su memoria el lugar de la piedra con la medalla y memoriza exactamente el lugar donde se encuentra la cueva... ¡Algún día! Reemprenden la marcha, a unos pocos kilómetros, se encuentran con amigos. Don Mikel habla en privado con ellos. El pequeño Beñat se irá con ellos hasta la costa. Esta cansado, dolorido, el hambre pesa mas que las piernas. Un brazo fuerte lo levanta y lo lleva hasta Donostia. Llegan a una casa, donde se le brinda alimento, un baño, ropa y un catre donde descansar. Beñat no conoce a nadie, las miradas de esta gente está cargada de tristeza, hay un cariño especial para el hijo y hermano de los gudaris que murieron defendiendo la Libertad. El niño no crecerá en esa violencia ni asediado por esa persecución. Será llevado a un lugar donde tomará un barco que le lleve a America. Allí han ido otros y han sido acogidos como en casa. Allí encontraron una nueva vida. Comenzaron un nuevo día, cada día. Allí también brilla el alma vasca entre la rudeza del arado. En America hay vascos que siguen hablando euskera. Beñat escucha esto e imagina la tierra prometida. "Pero no están ni mi aita ni mi ama, tampoco estará Aitor... ¿Con quien estaré en esas tierras extrañas?" "Siempre habrá una familia vasca para ti, ellos te cobijarán" "¿Cuando deberé marchar?" "Pronto, muy pronto, descansa, que el peligro aún no ha pasado" Una noche, le indican a Beñat que tome sus cosas. Siempre los movimientos se hacen de noche, siempre en silencio o hablando muy quedamente. Desde entonces el niño tendrá ese tono propio de los que han estado mucho tiempo a solas, habla siempre bajo, pero con templanza. Sus ojos aun tienen miedo. Su corazón aun tiene esperanzas... Lo suben a un carro, y entre verduras, lo ocultan, pasan varios lugares donde los hombres se identifican y charlan. No se oyen risas. Hace mucho que Beñat no oye risas. Se pregunta si volverá a ver siquiera una sonrisa. Cuando llegan a la costa, van por la playa y muy cerca se ve la ciudad. El niño abre grandes sus ojos. La gente camina por las calles en pleno día. "¿Ya pasó el peligro?" "Ya falta poco" Le contestan, y ese poco se agiganta en la mente de Beñat. Cuándo podré volver a dormir sin sobresaltos como cuando me arropaba mi ama?" Llegan a una casa muy grande, con balcones en el frente. Es recibido por una familia local. Ellos le hablan en euskera, pero entre la gente se habla en francés, el niño no lo entiende. Durante días es llevado por otros niños mayores a recorrer la ciudad, y llevar mensajes a otros hombres. Así pasan dos o tres semanas. El tiempo se ha detenido para Beñat. No sabe de sábados ni domingos, no hay ikastola, ni ferias. Cada día los hombres trabajan desde muy temprano, y por las noches desaparecen como cuando salía aita. Un día, una señora llamada María, le dice que ya tiene papeles y puede marcharse. "¿Papeles? ¿Qué es eso?" "Son tus documentos con los que podrás viajar a América" Las palabras suenan como distantes. Alguna vez leyó algo sobre América. "¿Queda lejos?" "Ya verás, está al otro lado del mundo". No sabe como, pero su siguiente recuerdo es subiendo a un barco pequeño. Se le muestra una litera. "La compartirás con estos muchachos, el resto del tiempo estarás en esa bodega. Para salir a cubierta, deberás pedir permiso. ¿Entendido?" El barco sale dos días después. La comida no es mucha, pero alcanza. Hay un retrete para veinte personas y hay que hacer fila de espera. Se duerme por turnos. Igualmente no se sabe si es de día o de noche. El turno es para dormir, el resto del tiempo para recordar e imaginar. "¿Ya pasó el peligro?" "En unos veinte días mas, cuando lleguemos a puerto" "¿Y a que puerto llegaremos?" "Al puerto de Buenos Aires... ¡So bruto! Eso es en Argentina" Argentina... Allá voy... ¿Me esperarás?. Beñat llega a Buenos Aires y durante 3 días hace cola con los inmigrantes que esperan la entrada. Hay de todo tipo de gentes, algunos hablan muy extraño. En esos días conoce a una familia turca con la que solo se entiende por señas. El matrimonio que trajo al niño es de apellido Apestegia. El viene como un sobrino que debe hallar a sus parientes. Es bastante molesto ese tiempo de espera. Pero enseguida encuentra amigos con quienes pasar el rato. También son niños que han pasado momentos difíciles, y la vida tiende a juntar a aquellos que van en la misma dirección. Finalmente, pasan por inmigración y entran a Buenos Aires. Beñat solo había visto la ciudad detrás del alambrado de dársena sur. Ahora se le presenta imponente a sus ojos. No puede creer que existan tanta cantidad de edificios y calles tan grandes. “Mañana vendrán a buscarte, Beñat” “¿Quiénes?” “Tu nueva familia, son viejos amigos míos que te recibirán y vivirás con ellos?” “¿Y ya pasó el peligro?” “Si pequeño, ya no hay peligro para ti… Crece sano y fuerte, y honra a tu aita.” Beñat no puede dormir esa noche… Ya paso el peligro… ¿Ahora con quien viviré? A la mañana, desayuna un café con leche. “¿Qué es esto?” “Es una bebida llamada café. ¿Nunca la bebiste en…?” Calla el hombre, no quiere traer recuerdos tan frescos al niño. “Vaya que esto es rico… ¿Siembre se bebe café?” “No, casi siempre se bebe mate, ya lo conocerás… Aquí en Argentina todos toman mate…” Finalmente llegan los nuevos familiares: El señor y la señora Juancorena. En poco tiempo sería llevado a la localidad de Iraizos en la provincia de Buenos Aires. Viajarían durante toda la noche. “¿De nuevo viajar ocultándonos?” “No, Pequeño Beñat. Aquí no es necesario. En Argentina brotan ríos de leche y miel” Dijo metafóricamente don Juancorena . En la mente del niño las metáforas no existían. Posteriormente en varias oportunidades preguntaría. “¿Dónde esta el río de leche y miel?” Por la noche, fueron a la estación Constitución a tomar el tren. Sería la primera vez que el muchacho viajara en un tren. Cuando vio la imponente estación, no podía creer que existiera una edificación con un techado tan grande. Tanta era su impresión, que se acostó boca arriba para apreciar la magnitud de la construcción. Risas de todo el grupo… Fue la primera risa que oyó desde que comenzó esta historia. “¿Hay mas casas con un techo tan grande?” Ya verás pequeño… “Ama, no puedo contarle lo que veo, porque no me lo creería, pero estoy bien… Aita… ¿Volveremos a encontrarnos?” No quería preguntar nada en voz alta por temor a una respuesta que no quería oír. Iraizos era poco más que un caserío en cercanías de General Alvarado. Sus habitantes eran rurales, trabajadores de la papa. Beñat creía estar en su caserío natal. La mayoría hablaba euskera con lo que se hacía más fácil el paso de los días. Beñat se habituó a la manga de arrastre de la cosecha de papa. Supo elegir la calidad de ellas, supo coser las bolsas… y a hombrearlas. En dos meses más comenzaría nuevamente la escuela. ¿Qué cosas nuevas vería en esta tierra? ¿Encontraría el río de la leche y la miel? Y llega marzo y Beñat comienza la escuela rural de Iraizos. Empieza un año atrasado porque perdió mucho en su huida y viaje hacia Argentina. Piensa. "Si supierais todo lo que se puede perder..." Los niños suelen ser crueles y le dicen el franchute, el se enoja y grita a todos su condición vasca. La maestra, señorita Esaín, también de descendencia vasca, les cuenta a los niños la situación de la guerra civil, y comenta con mucha pena, el bombardeo de Gernika. "Yo estuve allí" Grita Beñat entre llantos. Al momento, un anillo de niños se forma ante él. No quiere contar su historia, pero pasa a ser el héroe de la jornada. Ya nadie le llamara franchute. Desde ahora ha nacido el vasco Beñat. A su lado en la escuela, una carita conocida. Es Begonia, de la chacra cercana. Muchas veces en estos dos meses se han cruzado en el campo. En seguida se hacen amigos. Iraizos es un caserío que crece lentamente, la mayoría de la comunidad es vasca. Es un pedacito del terruño en Argentina. Pasa el tiempo... La escuela primaria se termina, y Beñat ya es un muchacho fuerte que desea continuar hacia el futuro. Comenta con el señor y la señora Juancorena su interés en estudiar. Se lo envía a Miramar a continuar el secundario. Allí está de lunes a viernes, y regresa el fin de semana. Son cinco años de esfuerzo, casi se diría de lucha. Corren también tiempos difíciles en Argentina, pero eso no detiene a Beñat. Llega el año 1946, el muchacho se recibe de bachiller. Regresa a Iraizos y la primera en recibirle es Begonia. Charlan camino a casa, y deciden que deben anunciar formalmente su noviazgo. Hay que solucionar muchas cosas, Beñat debe continuar la facultad. Quiere ser ingeniero agrónomo. Cuando en medio de la fiesta (rural y vasca) anuncia la continuación de sus estudios y su compromiso con Begonia, la noticia se recibe con una ovación... Será el primer universitario de Iraizos. Beñat se trasladó a Buenos Aires, estudió hasta su graduación en 1952, durante esos años trabajó de lavacopas, mozo, encargado de un depósito, y todo cuanto pudo hacer. Se casó con Begonia el 20 de diciembre de 1952. Su primer trabajo fue la reforestación del cortavientos de General Alvarado y posteriormente se hizo cargo de la cooperativa de granjas de Iraizos. En 1968 se mudó con su familia a Mar del Plata, donde se dedicó a la reforestación del partido de General Pueyrredón y al asesoramiento de los campos de sembradío. Nunca regresó a Euskal Herría. Lo conocí cuando me hice marino, y me honró con su amistad y su protección por aquellos años de mis pasos por la marina. Y una noche me contó su historia... Yo fui a anunciarle que viajaría a San Sebastián a trabajar en la carretera costera. Se necesitaban expertos en explosivos para dinamitar las grandes rocas que impedían ensanchar la ruta. Me pidió un favor, al que, conociendo semejante historia no pude negarme... El pedido. “Mira, me dijo Beñat, si te doy un lugar donde ir, y buscar algo allí... ¿Lo harías por mi?”. "Claro, amigo, intentaré todo lo que pueda... ¿Que quieres que haga?”. Beñat recordó el camino con don Mikel y doña Edurne, me dio los datos de varios caseríos que oyó nombrar y que atesoró sus nombres en su corazón. Tomó un mapa bastante antiguo de la zona, y me dio el lugar aproximado de la cueva donde se guarnecieron aquella noche.” En el fondo encontrarás un promontorio rocoso. En su base está envuelta con trapos, la medallita de mi ama. Si la encuentras... ¿me la traerás?” Después de decirle que si comprendí lo imposible de la empresa. Habían pasado 40 años, podría haber un pueblo sobre la cueva o… ¿Quién sabe? Una semana después volé a Francia y de allí a Donostia. Me presenté a las autoridades, me ubiqué en un hostel, y comencé a trabajar… estudiar el lugar, el tipo de rocas que debía eliminar, el trazado de la ruta, el tipo de explosivos, la cantidad, su transporte… En un par de días estaba instalado y trabajando con un equipo compuesto de ingenieros viales y personal del tercio de infantería. Estuve trabajando allí tres meses. Durante el primer mes, busqué infructuosamente la famosa cueva, pregunté a los lugareños, nadie sabía nada. Decidí durante el siguiente fin de semana, recorrer la ruta aproximada de Beñat, desde su salida en Gernika. Poco a poco encontramos indicios de estar en el camino correcto. Aunque ese fin de semana no encontramos la cueva, sabíamos que no estaría lejos. Trabajamos toda la semana, y al llegar el viernes, varios compañeros más se unieron a la búsqueda. Al mediodía del domingo, nos sentamos a descansar y comer algo, cuando levanté la vista y noté al costado del camino, casi tapado por un bosquecillo de abetos, lo que parecía había sido un derrumbe sobre el lateral de una pequeña altura. Con renovado esfuerzo nos pusimos a mover piedras, hasta que apareció la entrada de la cueva. Entré en ella… Mis compañeros, respetuosamente se quedaron fuera. Alumbré todo el lugar, que era bastante pequeño, solo unos 3 metros de ancho por no más de 6 de profundidad. Adentro se notaba el promontorio rocoso, totalmente cubierto por escombros del derrumbe. Regresé con mis amigos a contarles mi desencanto al ver que sería una tarea ciclópea mover todas las piedras hasta hallar (si es que la hallaba), la medallita envuelta en trapos. Un amigo del tercio de infantería me dijo que no me preocupara, el sábado siguiente regresaríamos con un detector de metales. Esa semana fue agotadora. No veíamos el momento de volver a la cueva. El viernes terminamos al mediodía y salimos con el detector de metales y un equipo electrógeno para poder seguir la búsqueda de noche. Llegamos al lugar, instalamos el equipo eléctrico, y comenzamos a desplazar las piedras del derrumbe, mientras uno lo hacía el otro buscaba con el detector de metales. Parecía imposible, pero cuando amanecía el sábado, al mover una roca, el amigo que me ayudaba, encontró un bollo de trapos. Me lo mostró y me dijo “Quítalo tú… Yo no puedo tocarlo, sería una falta de respeto”. Con una emoción enorme desplegué el bollo de trapos y allí estaba: “¡Una medallita pequeña de la virgen de Arantzazu!” Dos meses después regresé a Argentina y fui a visitar a Beñat. No puedo describir con palabras ese encuentro… Nos abrazamos y lloramos juntos durante… No sé si un minuto, una hora o una tarde. Lo cierto es que finalmente la reliquia regresó a su dueño, y con ella la demostración de la veracidad de la historia de Beñat. Este querido vasco… Vivió feliz en Mar del Plata hasta 1993, y murió de un ataque cardíaco a la edad de 73 años. Lo lloró todo quien lo conoció, y lo sobrevivieron su esposa Begonia, y sus hijos Mikel, Aitor y Maite. En su funeral, rodeaba sus manos una gastada cadenita, con una medallita cuya imagen mostraba a la Virgen del Cencerro y el Espino… La Virgen de Arantzazu. Antes de cerrar el ataúd, Maite leyó una carta de Beñat dirigida a sus tantos amigos… La había escrito el 20 de noviembre de 1975, cuando las noticias decían la muerte de un oscuro general de apellido Franco. Finalizaba diciendo: “Ya veis amigos, que a pesar de haber tenido una infancia difícil, he sido feliz, y he logrado lo que todo hombre que se precie puede lograr: una familia hermosa, esposa, hijos, y un montón de amigos que no me olvidarán fácilmente. Tal vez, con el correr de los años, alguien que conozca mi historia, la cuente y… ¿Quién dice? Puede que se sepa hasta en Euskadi”. Descansa en paz querido Beñat… Ya lo saben… Esta historia es real, solo puedo haber cambiado algún dato, por fallas de mi memoria. En la actualidad solo tengo contacto con Aitor, hijo de Beñat, quien me autorizó a contarla. Mikel falleció en un accidente automovilístico en 1998, Begonia vivió hasta el año 2001. Maite vive en Iparralde, esta casada y tiene 2 hijos, Jon y Beñat.
Posted on: Mon, 30 Sep 2013 07:30:07 +0000

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