LA LUZ Por Carmelo Ríos "Yo soy la luz del mundo; el que me - TopicsExpress



          

LA LUZ Por Carmelo Ríos "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Juan 8:12, Siempre he amado la luz. Desde muy niño jugaba con la luz dejando que sus rayos me acariciaran el rostro y las manos, y adoraba contemplarla filtrándose por entre las ramas de los árboles, ver los haces luminosos entrando tenues por la ventana, el reflejo de la luz sobre el agua, la estela luminosa del sol sobre las olas del mar. Recuerdo que el atardecer, el sueño del sol y de la luz, me aprisionaba el corazón y me producían cada día esa penosa sensación de aislamiento, de indescriptible soledad, de ver el mundo hacerse muy pequeño a mi alrededor. El esplendor del amanecer ponía fin, por fin, a la opacidad de la noche y a menudo al instintivo temor y la soledad que experimentaba durante el tiempo de sueño. La salida del sol me procuraba una sensación feliz de estar vivo, protegido, de no estar solo, de ver el mundo que me rodeaba, de poder moverme sin miedo y en libertad. Presentía ya entonces que en la luz había algo sobre-natural. Que la luz era algo extraño, algo que no era de este mundo. Mas tarde, cuando pude echar una furtiva ojeada al océano interestelar, supe que, en efecto, la existencia de la luz en este planeta era algo extraordinariamente raro, una suerte de “casualidad cósmica”, y que la luz en el planeta tierra era tal vez algo único en el Universo conocido, el efecto de la energía del calor solar en contacto con la acuática atmósfera terrestre, una suerte de matrimonio entre el fuego y el agua, cuya consecuencia era la luminosidad que nos rodea. En una ocasión leí que según los relatos de los balleneros, los cachalotes, cuando están en trance de morir, miran siempre hacia la luz del sol, buscan vehementemente la luz. Necesitan la luz, están hechos de luz, vuelven a la luz. Y es sabido que en las experiencias cercanas a la muerte, todos aquellos que han vuelto a esta vida afirman que ante ellos se abría una puerta y una luz iridiscente, amorosa, redentora y cegadora que venía a buscarles. Y recordemos que cuando los masones dejamos este mundo, decimos que volvemos al Oriente. Regresamos a casa, a la Luz de donde vinimos, esa luz en la que fluimos, existimos y somo Curiosamente, en la mitología japonesa la palabra kami, que lejanamente equivale al concepto del Dios-Creador del Cristianismo o del Atmán-Brahman del Hinduismo, es la unión de dos ideogramas: fuego y agua, de donde surge aun otra palabra muy reveladora, hikari o “luz”. En la cosmogénesis del hinduismo la luz es el resultado de la fricción o de la interacción amorosa del fuego divino y del agua amniótica de la matriz del Universo. La ciencia comienza a reconocer que la materia misma es una forma de sonido, y que ese sonido es en realidad “luz cristalizada”. Para la ciencia con consciencia, el infinito espacio que nos circunda está hecho de luz, somos luz atenuada, tal vez cristalizada en una forma visible. Recientemente un grupo de físicos de la Universidad de Chalmers, en Gothenburg, Suecia, ha logrado realizar un experimento casi divino: ha producido fotones visibles a partir de las partículas virtuales que se creía existían en el vacío cuántico, e decir, que han obtenido luz prácticamente de la oscuridad del espacio cósmico que creían “vacío”. Para conseguir esta hazaña científica, algo que hasta ahora era solo una teoría, los científicos han utilizado un dispositivo superconductor de interferencia cuántica que consigue modular la velocidad de la luz. El experimento se basa en uno de los más extraños e importantes principios de la mecánica cuántica, que afirma que el “vacío” exterior (aproximadamente el 99 % del espacio) que la ciencia llama “nada” o “materia oscura”, es en realidad una forma de espuma en la que las partículas luminosas revolotean. Por medio de un espejo puede absorberse la energía de los fotones virtuales en su superficie y volver a emitirla como fotones reales o visibles. Este experimento ha demostrado que en realidad no existe tal “espacio vacío”, sino por el contrario, una masa incalculable de fotones en movimiento. Estas partículas fotónicas son tan fugaces que a menudo se describen como virtuales, pero puede hacerse tangible si se utilizan una suerte espejos se colocan muy próximos entre sí. Las partículas virtuales que existen entre y fuera de ellos crearán una fuerza que empujará las placas metálicas entre sí y durante un breve lapso pueden hacerse visibles. De esta forma, el dispositivo actuó como un espejo y ajustando la dirección del campo magnético miles de millones de veces por segundo consiguieron moverlo alrededor del 5% de la velocidad de la luz. El asombroso resultado: una lluvia de fotones saltando desde el vacío. “La luz brilló en la oscuridad, y las tinieblas no la percibieron”. Juan, 1:5, En el ritual sagrado se habla a menudo de la luz, se invoca a la luz; hay luces en el altar, hay llamas ardientes en el corazón del templo. Hay luz por todas partes en el templo, en las palabras del ritual, en el rito de iniciación, en los símbolos, en los gestos emblemáticos, en los signos misteriosos; hay una luz viva en el alma de los oficiantes y una luz extraordinaria en la fraternidad, y cada iniciado aporta su verbo que es su verdadera luz. En la actualidad vivimos en medio de una crisis planetaria sin precedentes, a nivel económico, político, religioso, ecológico, y hay también existe una gran crisis en el interior del hombre. Pero contrariamente a lo que parece, hay mas luz que nunca en este mundo y en el corazón de los seres humanos. Hay mas compasión, mas empatía, mas espiritualidad, mas necesidad de reconciliación, de pacificación, de libertad y de expresión del amor que en toda nuestra historia. Ahora la oscuridad es mucho mas identificable, mas visible, es expuesta rápidamente a la intemperie, es revelada por esa luz de la verdad y purificada por la luz de la justicia. Como iniciados, como constructores de un mundo nuevo edificado sobre la sabiduría, la belleza y la fuerza, debemos creer absolutamente en la luz, negar la existencia de la oscuridad en el mundo e invocar constantemente esa beatífica presencia luminosa del Ángel de la Luz, y no creer en el poder de las tinieblas, pues la oscuridad no es una sustancia sino una carencia. Un antiguo axioma hermético dice: “La luz no lucha contra la oscuridad, cuando la luz se manifiesta, la oscuridad desaparece”. Una historia cómica que hace tiempo leí, me hizo reflexionar sobre este mismo principio. Esta decía que 300.000 kilómetros por segundo no es la velocidad de la luz en el vacío, ¡sino a la que la oscuridad sale corriendo cuando encendemos la luz¡. El Evangelio apócrifo de Tomás nos dice: “Hay luz dentro de un ser luminoso, y esa luz ilumina al mundo entero”. Así, cada iniciado lleva consigo un gran regalo para la Humanidad, un fragmento de esa luz, una pequeña llama del Oriente Místico que como dice el poema, puede y debe encender millones de otras velas. Cada iniciado en los Misterios de la Tradición lleva consigo el preciado tesoro de la luz y de la verdadera vida. Concluyo pues que la luz es en realidad sinónimo de amor, y que todo el Universo que nos circunda es un canto de amor, un verso detrás de un poema amoroso, una canción sempiterna de amor no expresado sobre una partitura jamás escrita. Y que nuestra alma, nuestro mas profundo e inmortal ser, es luz y nada mas que luz que lentamente se va expresando y abriéndose camino en la opacidad de la materia, pues como dice la Tradición, “Dios duerme en la piedra, vibra en el vegetal, siente en el animal y despierta en el hombre”. ¿Que otra cosa nos evoca el Oriente sino el amanecer y la salida del sol?, el retorno de la luz al mundo, la dispersión de la oscuridad, la desaparición de las sombras, la extinción de las tinieblas. No hay otro símbolo más excelente que la Luz y los hermanos sufíes nos dicen: ¿Cómo podéis seguir adorando a las estrellas cuando ya ha salido el sol?. Así, el sabio ritual y las palabras de Jesús el Cristo, maestro del Amor nos aconseja que busquemos la luz por encima de todo, que anhelemos la luz, que vivamos en la luz, que nosotros, los iniciados, seamos una luz para el mundo. Ramana Maharshi, un gran adepto de la India dijo: “Si tierra, agua, aire y fuego no son sino tú y solo tú, Oh¡ luz pura y omniabarcante¡ ¿Cómo podría estar yo separado de ti? y San Juan, nos aconseja: “Cuando tengáis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz. Y para finalizar, un poema de Amado Nervo que constituye en sí mismo una poderosa medicina para nuestro mundo y para nosotros mismos: “En cuanto caiga la noche, enciende tu lámpara. No permanezcas en la oscuridad. Enciende cuidadosamente tu lámpara. El viajero que pase, dirá: cuánto reposo debe haber cerca de esa luz, y cuánta paz. La mujer solitaria que la distinga de lejos, pensará: allí debe anidar el amor; dos que se quieren son bañados por el mismo fulgor blando... El niño que la contemple, exclamará: tal vez hay niños en alrededor de la mesa, y leen bellos cuentos y miran maravillosas estampas. El ladrón furtivo murmurará con recelo: allí vive un hombre prevenido a quien no se puede atacar a mansalva. Muchos, al internarse en la selva, se sentirán confortados por tu luz. En verdad te digo que es misericordioso, a las primeras sombras, encender nuestra lámpara: la buena lámpara de que el Padre ha provisto a los caminantes de la vida”.
Posted on: Thu, 18 Jul 2013 17:25:45 +0000

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