LA SEGUNDA OPORTUNIDAD Había llegado ya el mes de diciembre y - TopicsExpress



          

LA SEGUNDA OPORTUNIDAD Había llegado ya el mes de diciembre y en aquella ocasión lo había hecho con más crudeza que cualquier otro año, al anochecer la calle se quedó desierta y sólo los perros avandonados caminaban por ella, buscando un refugio donde protegerse del gélido aliento de la noche. La casa siempre estaba en la más absoluta penumbra, dándole el aspecto de un lugar desierto, su ambiente siempre resultaba frío, tanto que el aliento tomaba cuerpo ante la mirada de todo aquel que prestara un mínimo de atención. La única inquilina de aquel lugar era una mujer joven, extrañamente solitaria, de mirada huidiza, voz aflautada, pasos indecisos, carácter discreto.... que se dejaba llevar por sus pies con tanta lentitud que en ocasiones parecía estar inmóvil. Aquel día, había llegado pronto a casa, se sentía cansada, deseosa de tomar una frugal cena y poder descansar, alejar de su mente todas esas preocupaciones que la atacaban allá donde se encontrara y por fin olvidar como había llegado hasta allí y olvidar sobre todo que jamás sería capaz de alejarse de aquel lugar. Se había levantado, como lo hacía habitualmente, a las cinco y media de la mañana; el despertador la había sacado de su sueño y la había trasladado a la realidad, como si de una cruel venganza se tratara, dejándola con la sensación de que en aquella ocasión las cosas no iban a suceder como estaba acostumbrada. Se calzó las zapatillas y buscó la bata en la oscuridad, sus manos toparon con algo cálido que se movió bajo su contacto y le devolvió aquella caricia con aún más dulzura de la que ella había empleado. María encendió la luz y comprobó como la gata se desperazaba, también se había despertado y estaba dispuesta a compartir el desayuno, aunque por supuesto no la ducha. La mujer puso el café en el fuego y con los ojos casi aún cerrados se dirigió al cuarto de baño, el agua caliente cayó por su espalda dejándole la sensación de acabar de despertar, se envolvió en una enorme toalla y volvió a la cocina. El café ya estaba listo, su fuerte aroma había perfumado toda la casa, tomó una taza de la repisa y se sirvió aquel oscuro líquido casi hasta el borde, sin dejar lugar a nada más, intentando utilizarlo para despertar sus sentidos y captar la realidad sin espejismos ni reflejos de un pasado que jamás volverían. María tomó aquel ligerísimo desayuno a largos sorbos, permitiendo que el amargor del café le recordara la crudeza de su existencia y le impidiera soñar con una vida en la que la luz iluminara su corazón. La taza se había quedado vacía y su mente tan oscura como el líquido que ésta había contenido, la depositó dentro del fregadero y volvió al dormitorio dispuesta a vestirse. La noche anterior había preparado la ropa que luciría aquel día en su pequeña inmobiliaria de pueblo, pero al verla se sintió demasiado elegante, así que optó por unos viejos pantalones vaqueros y un grueso jersey de lana de cuello vuelto. Después tomó el abrigo con decisión, el bolso, se puso los zapatos y se despidió de la gata, un nuevo día comenzaba y de nuevo una nueva batalla, una nueva lid de la que aún no sabía si saldría victoriosa. Caminó de nuevo en la oscuridad hasta la puerta, al llegar junto a ella accionó el picaporte, pero... no consiguió abrir, lo hizo una y otra vez, pero la puerta seguía cerrada, impidiéndola huir de sus miedos, de sus fantasmas, de esa vida que la hacía desear estar muerta. Volvió sus pasos hacia el salón y se asomó asustada a la ventana, la calle seguía sumida en la más absoluta oscuridad, consultó su reloj de pulsera, las siete menos cuarto, el autobús que la permitía huir de todo aquello que la desagradaba estaba a punto de llegar, las siete menos diez, ahora las luces de sus faros iluminarían la calle, la siete menos ocho minutos, el autobús debía parar frente a su casa, pero... algo pasaba, la calle no se iluminó y tampoco se paró ningún automóvil junto a su puerta. ¿Qué está pasando?. se preguntó María. La gata la miró como si adivinara sus pensamientos y se restregó contra su piernas. ¿Te das cuenta?. continuó diciendo dirigiéndose al animal. No puedo salir de aquí, estamos las dos encerradas. Las siete de la mañana había llegado y nada había cambiado, se había convertido en prisionera de sus miedos y de su propio hogar y... la llave, aunque física, había desaparecido, había dejado de existir en su utilidad para convertirse en un objeto meramente decorativo. La mañana parecía presentarse fría y el encierro parecía prolongarse. María se desnudó y decidió volver a la cama, aquel día no abriría la inmobiliaria, y... quizás ya nunca volvería a hacerlo. El sueño pronto vino a vencerla, la realidad se desvaneció y Morfeo volvió a acunarla entre sus brazos. Un desagradable sonido discontinuo la despertó, la gata subió a la cama, saltando sobre sus piernas, con la única intención de obligarla a levantarse. María se calzó las zapatillas, buscó la bata en la oscuridad, sus manos toparon con algo.... aquello no era la primera vez que le estaba sucediendo; se dirigió al baño tomó una ducha caliente, el café recorrió su garganta dejándole un sabor extrañamente amargo en la boca, volvió a vestirse.... el traje que se había dejado preparado la noche anterior y... su deseo por ponerse aquellos viejos pantalones vaqueros y su jersey de lana, pero en aquella ocasión vestiría aquella ropa, aunque le pareciera fuera de lugar, saldría de su casa y cogería el autobús. Apagó todas las luces de la casa, y... en la oscuridad volvió a dirigirse hacia la puerta, giró el picaporte y... se abrió.... salió a la calle, los faros del vehículo iluminó la calle y un par minutos después paró junto a su casa. María subió al autobús, se sentó en su asiento de siempre y al arrancar se volvió a mirar su calle, ya no la volvería a ver... aquello había sido un sueño, pero jamás se haría realidad, tenía la oportunidad de huir de su vida y... en aquella ocasión lo haría, alguien iría a buscar a su vieja gata y la transportaría al nuevo hogar.
Posted on: Tue, 29 Oct 2013 00:42:58 +0000

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