LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL URUGUAY POSTMODERNO (BREVÍSIMO ENSAYO - TopicsExpress



          

LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL URUGUAY POSTMODERNO (BREVÍSIMO ENSAYO A FAVOR DEL OCIO) Se me hace un poco difícil darle un título a estas reflexiones, no se si “Ética protestante” será el mejor título, me refiero con ello a una ética que sobrevalora el trabajo, transformándolo en el objetivo de la vida, que se puede resumir en la frase “vivir para trabajar” y no “trabajar para vivir” (no creo que todos los protestantes sean iguales o profesen esta “ética” en todas sus versiones), refiriéndose este trabajo a un trabajo alienante y subordinado, ya sea a el patrón, o el más abstracto a “la empresa”, o ya sea a las exigencias de la maquinaria económica capitalista, al movimiento imparable del capitalismo. Tampoco “Uruguay postmoderno” sea tal vez la mejor expresión, creo que es una tendencia importante a nivel de la ideología hegemónica y en las prácticas dominantes en nuestra cultura, pero no la única, sino que conviven y se entrecruza (y mezcla) con otras. Pero esta cultura de “vivir para trabajar” se ha hecho, a mi juicio, cada vez más fuerte, siendo uno de sus motores el consumismo y otro la imposición de un imaginario colectivo, y de una ideología que lo permea, funcional a los intereses de la clase dominante. Es fácil escuchar en la vida cotidiana y en los medios audiovisuales, y también en la prensa escrita, expresiones como “Los uruguayos no les gusta trabajar”, “Los uruguayos buscan cualquier excusa para no laburar”, “Todos quieren un puesto público” (presuponiendo que los trabajadores públicos no trabajan), o la célebre frase de Lacalle “Ellos hacen que trabajan, nosotros hacemos que les pagamos”. Estas afirmaciones expresan y construyen un imaginario, son afirmaciones generales que deberían ser contrastadas empíricamente. Y la experiencia parece decirnos algo muy distinto: familias en crisis porque ambos padres trabajan una gran cantidad de horas, lo cual se expresa en exigencias cada vez mayores hacia las instituciones educativas de cumplir funciones de contención y retención de estudiantes, multiempleo, donde se destacan ámbitos como educación, salud, policía, etc., pero no solo, sino también en la actividad privada, realización de horas extras, etc. Recuerdo informes de la OIT que señalaban realidades bastante diferentes a las que se supone en el imaginario colectivo. Y todos podemos constatarlo en algunas experiencias cotidianas: amigos con los cuales es cada vez más difícil encontrarse porque están casi todo el tiempo en “la máquina”, así como estamos nosotros, cansancio, estress, etc. Algún médico conocido me ha dicho que la gente duerme cada vez menos, o dicho de otra forma la mayoría de la gente que vive de su trabajo no duerme la cantidad mínima de horas aconsejadas. La realidad nos dice una cosa, pero el imaginario nos dice otra diferente. La ideología dominante construye este imaginario abiertamente contradictorio con la realidad, pero absolutamente funcional a sus intereses, exigencias y deseos, expresados en cuanto documento de las cámaras empresariales y discursos en las expos se puedan dar: “más productividad, menos salario”. Aumentar los niveles de plusvalía absoluta y relativa, estrujar más a la clase trabajadora, uno de los principales objetivos del golpe de estado promovido y apoyado por estas cámaras que logró reducir en un 50% los salarios reales del Uruguay, y ante el aumento que hubo en los salarios reales en estos 8 años de gobiernos progresistas, los consejos de salarios, la reorganización sindical, etc., las cámaras se rebelan, como era de esperar, apelando y promoviendo constantemente ese imaginario falso construido desde los aparatos políticos-mediáticos-empresariales dominantes. Solo un impresionante bombardeo ideológico puede haber construido ese imaginario cuando vemos todos los días omnibus llenos a las 5 de la mañana, comercios que siguen hasta altas horas de la noche, supermercados que abren los domingos y feriados (laborables o no) durante toda la jornada, aparte de los otros fenómenos ya reseñados. Pero este acentuamiento de una cierta “eticidad protestante” ha sido producido también, por el consumismo que se ha acentuado en nuestra sociedad, construyendo lo que Sandino Núñez llama “El nuevo uruguayo”. Uno de los principales mandamientos en la sociedad de consumo es precisamente el de consumir, el cuál se ha transformado en el imperativo categórico de nuestros tiempos, y el consumir exige, en la mayoría de los casos, trabajar, y, dados los niveles salariales, trabajar más (algunos prefieren tomarse atajos y delinquen para cumplir con el mandamiento sagrado de consumir), el hedonismo compulsivo de la sociedad contemporánea no se contrapone a la ética sacrificial del trabajo, sino que, por el contrario, confluyen, en una alianza de “Ello” y “Superyo”, de la cual también habla Sandino Núñez. El superyo nos dice: trabajad y consumid, los deseos (o tal vez, mejor dicho, impulsos a ser satisfechos de inmediato) del ello son multiplicados por una maquinaria publicitaria que potencia al hombre como máquina deseante. Y para que la gran máquina capitalista siga funcionando es necesario que no funcione la política o que la misma sea reducida a su mínima expresión, a su transformación en política/mediática, a la cancelación de la instancia de la conciencia o el yo. Esa máquina productivo-consumista, lejos de haber producido el “crepúsculo del deber” como sostiene Lipovetsky, constituye una maquinaria que ha impuesto una especie de versión “monstruosa” del imperativo categórico Kantiano como señala Bauman, yo diría su negación (recordemos: el Imperativo Categórico era autónomo y no heterónomo como estos imperativos que impone la maquinaria publicitaria/ideológica del capital, así como los impulsos que impone, y en el resultaba central la instancia de la conciencia o del yo y no la instancia del superyo). Este imperativo del consumo y del trabajo se expresa claramente en algunos fenómenos, como aquellos padres que trabajan horas y horas para “darle todo a sus hijos”, entendiendo esto, básicamente, como darle todos bienes materiales que exige la maquinaria publicitaria del consumo, sacrificando así horas de la vida y horas junto a los hijos (a su vez, todo esto, aumenta las exigencias para las instituciones educativas, a la cuales se le piden funciones para las cuales no fueron creadas, aparte de sacrificar una de las principales, sino la principal educación, que es, precisamente, la que se recibe a nivel familiar). Esto parece entrar en contradicción con ciertos fenómenos como los “ausentistas seriales” en muchos ámbitos (que son los menos, pero tomados por lo general por los medios que crean la imagen que eso es lo predominante), como el trabajo hecho con desgano, como el trabajo no hecho con desgano pero si con un cansancio natural, como las licencias médicas que se multiplican, como la lumpenización de algunos trabajadores, etc. Pero estos no son fenómenos contradictorios con lo antedicho, en sociedades donde la gente se ve obligada a trabajar mucho para sobrevivir, consumir o ambas cosas, constituye la contracara casi natural. En este contexto, se hace necesario, desnaturalizar esta cultura y sus prácticas, cuestionarnos algunos presupuestos esenciales impuestos por la ideología dominante que permiten a la maquinaria capitalista reproducirse y escapar, en forma cada vez más precaria, de sus crisis. El consumismo no es un fenómeno accidental en el capitalismo actual, es esencial, sin los altos niveles de consumo existentes, la maquinaria capitalista no podría funcionar, eso ha estimulado prácticas como producir productos obsolescentes o sugerir su obsolescencia, ha motivado un crecimiento cada vez mayor de la producción, e irracional podríamos agregar (porque supera ampliamente las necesidades humanas), que se confunde con desarrollo, ha multiplicado los desechos, para todo ello es necesario producir y consumir, el mandamiento de nuestros tiempos postmodernos. La construcción de una cultura contrahegemónica, socialista, supone cuestionarnos esta maquinaria y sus prácticas, revalorizar y desculpabilizar el ocio, en sociedades donde el descanso es culpabilizado, el cual siempre fue esencial para el desarrollo de la creatividad. Trabajar muchas horas no es garantía de buen trabajo, apuntar al trabajo bien hecho debería ser el horizonte de la izquierda y no trabajar más y más horas produciendo un deterioro del trabajo y de la salud física y psíquica de los trabajadores. Una sociedad donde no se valore solo lo cuantitativo abstracto, expresable en estadísticas, y las obsesivas mediciones que practican diversas agencias, desde las calificadoras de riesgo hasta las dependientes de los organismos internacionales, donde lo cuantitativo sea valorado siempre en relación a análisis cualitativos cuyo horizonte debe ser construir una sociedad más libre, más solidaria, más justa, no compatible con la sociedad del hiperconsumo ni con los estándares y valores que suelen manejar esas agencias, que a través de sus prácticas numerólogicas suelen construir una “realidad” que poco tiene que ver muchas veces con la realidad en que nos movemos los simples mortales que vivimos de nuestro trabajo.
Posted on: Wed, 18 Sep 2013 14:56:18 +0000

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