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LIKE JOHN D. RAVENWOOD!!! (Durmstrang, 1997) -Así que, lo que tenéis que entender es que, en el arte de la Legeremancia, es imprescindible el contacto visual… John se paró un momento en medio de la clase y observó a sus callados alumnos, podía percibir en exceso de confianza en aquellos adolescentes que creían saberlo todo y tener el mundo a sus pies. Esperaba de veras que no averiguaran la realidad del mundo de una forma demasiado dolorosa…”Sabes que los mortifagos se están moviendo de nuevo, esa esperanza es vana” le dijo la amargura dentro de sí. Se obligó a apartar cualquier pensamiento que no fuera seguir con la clase de DCAO que estaba impartiendo en Durmstrang. -Entonces….es muy sencillo de evitar –la arrogante voz de uno de los chicos mayores hizo que el mago se volviera lentamente hacia él. -¿Eso cree, Sr. Skarsgard? –avanzó con el semblante inmutable hacia su alumno. El chico mantuvo muy bien el tipo, pero no lo suficiente para engañar a alguien con las habilidades de John. -Claro, basta con no mirarle a los ojos a su oponente – exclamó el chico sin querer abandonar su tozudez arrogante, sin duda espoleado por la aprobación de sus amigos. Ni siquiera vio venir el movimiento de John, que con destreza, lo tomó del cuello y lo estampó contra el suelo. -Esto es lo que pasa por desviar su mirada del oponente, señor Skarsgard –siseó el mago contra el oído del chico, retorciéndole el brazo en su espalda hasta hacerlo gemir de dolor. -Suélteme o mi…- John sabía que el chico estaba hablando, pero él ya no podía oírlo. Había empezado de nuevo. El ex ravenclaw oyó el murmullo de voces tras él como amortiguadas por un muro de agua, sabía que sus alumnos estaban allí, pero él ya no veía cuerpos, sino una telaraña de brillantes hebras mágicas latiendo en el interior de esas carcasas de carne. Con movimientos mecánicos, soltó al chico e hizo que se pusiera tras él, protegiéndolo con su cuerpo…él seguía hablando, pero John solo podía fijar la vista en un punto ahora vacio del aula, un punto donde el aire había empezado la vibrar, a modularse ante sus ojos, creando el efecto visual que el fuego crea de moldear el aire a su alrededor. Nadie podía verlo, pero él sí. Era magia, magia desplegándose ante él, abriendo paso a algo, invadiendo el espacio del aula desde otro punto. La invitación a una inminente aparición. Olfateó el aire y todo se volvió confuso al instante. Sintió con meridiana claridad como la piel le hervía ante el contacto de la magia oscura en el ambiente, parpadeó cuando los ojos empezaron a dolerle de una forma muy familiar. Sabía a ciencia cierta que ahora serían amarillos, porque su percepción de la magia, ya de por si notable, se había duplicado, dejando entrever como el punto vibrante en el aire se escindía en seis. Seis puntos de magia oscura que bailaban ante sus ojos, que bailaban para él, porque solo él podía verlos. -Protego máxima –pronunció llevando el hechizo hacia la multitud de alumnos, que turbados por no saber qué ocurría, se pegaron contra la pared del aula. John sintió su propia voz como un gruñido bajo, alertándolo de que estaba perdiendo el control. Respiró hondo, una, dos, tres veces, y ante él seis líneas de brillante magia negra se ramificaron, recorriendo el aire como ríos de fluido luminoso, conformando seis cuerpos humanos…el corazón le saltó a la boca al reconocer el aura mágica de la hechicera que estaba en el centro del grupo. A ella fue a la única que dejo vivir, cuando, con un pulso mágico, evitó que los otros seis magos acabaran de aparecerse en el espacio del aula. Los gritos hicieron eco en las paredes de gruesa piedra del colegio al mismo tiempo que la sangre. John se concentró en mantener la calma y evitar romper el protego que mantenía a sus alumnos tras de él, a salvo. Sabía porque chillaban, porque algunos incluso lloraban desesperados…y es que para ellos, habían aparecido cinco cuerpos escindidos de la nada…la pierna sanguinolenta de un hombre…la mitad del cuerpo de otro convulsionándose sobre el suelo del aula…la cabeza de una mujer morena que rodaba hasta chocar contra una de las paredes….y en el centro, una joven bruja de cabellos enfermizamente blancos cubierta de sangre. La sangre de sus compañeros muertos. La sangre que también lo había salpicado a él, empapando sus ropas. -Eres un monstruo…-la voz de ella, irreconocible para el hombre tras tantos años sin verla, poseía un tinte histérico. Levantó unos ojos rojísimos hacia él, unos ojos que él recordaba azules como el cielo despejado, y lo miró con odio concentrado. -No soy yo quien viene acompañada de mortifagos a un colegio, Atenea –gruñó bajo y pareció como si ella acusara un golpe cuando pronunció su nombre. Hubo una época, cuando los dos eran niños en Hogwarts, en que ella siempre le sonreía cuando la llamaba por su nombre de pila, pero aquello se había acabado en la clase de DCAO en la que John, perdiendo en control de sus poderes, mató al profesor y la dañó a ella de por vida. -Sabes que el Señor Tenebroso no los quiere a ellos…te quiere a ti –su boca adquirió un rictus cruel, casi demente. John tuvo que controlarse para no vomitar al ver en lo que aquella hermosa niña de cabellos dorados se había convertido. Era poco menos que un animal rabioso, podía verlo en su aura. -¿Por qué sigues a un monstruo? –intentó hacerla razonar. No quería matarla, Merlín sabía que no quería. Ya le había hecho demasiado daño, y aunque hubiese tenido tan solo 14 años y hubiese sido sin intención, Circe sabía que jamás se iba a perdonar por eso. -¡¡¿Mostruo?!! –el alarido de ella fue desgarrador, sus ojos rojos brillaron- Tú eres un monstruo….tú me has convertido en esto y lo sabes –extendió las manos hacia él como quien muestra una obra a su creador. - ¿Sabes todo lo que he tenido que hacer para poder controlar los temblores? –siseó. John entrecerró los ojos tenso- ¿Sabes cuantos hechizos oscuros…cuanto me he tenido que degradar….cuanto he tenido que matar para poder controlar mi magia? –se arañó la cara como si no quisiese seguir más tiempo dentro de su cuerpo- Todo porque tú me la descontrolaste aquel día…ningún, ningún medimago ha sabido que hacer y….tú, ¡TÚ! Tú te atreves a llamar monstruo a otra persona- las risas dementes de la hechicera inundaron el aula. John tembló de rabia, de culpabilidad, de ganas de matarla. La algarabía de voces en el pasillo se hizo cada vez más fuerte haciendo patente la presencia de los refuerzos. “Aurores” pensó John y trató de tranquilizarse al notar, entre el cumulo de auras mágicas, la de su ex profesor de DCAO…pero sus ojos no podían apartarse de la figura aterradora y deshecha de la que un día fue su mejor amiga. Sabía que ella tenía razón, él la había destruido, lo había hecho y no podía hacer nada por remediarlo, ya era tarde y, desde luego, no pensaba caer con ella. No ahora, no cuando por fin tenía a Adhara, cuando tenía una vida. -Lo siento, Atenea- exclamó bajo, porque era lo único que le podía dar, la única compensación que tenía. La vio retraer los labios sobre sus dientes, blanquísimos y afilados como los de un animal y supo que pese a saber que él la mataría, lo atacaría. La negra figura de Zoltn D. Blaskó capturó en el aire a la enloquecida hechicera antes de que ella llegara a la posición de John. Los gritos de la maltrecha mujer cuando los aurores se la estaban llevando eran aterradores. John supo que los oiría por mucho tiempo en sus pesadillas, pero no le importó, quizás se lo merecía. -John, ¿estás bien, muchacho? –notó la mano de su ex profesor en el hombro, elevó los ojos y vio como el hombre se tensaba al ver que ahora eran amarillos –Sabes lo que tienes que hacer…-exclamó recuperando su habitual talante tranquilo y John simplemente asintió. Sentándose en el suelo, realizó los ejercicios de meditación orientales que Blaskó le había enseñado el primer año que ingresó en Durmtrang para ayudarlo a controlarse. Todavía no lo había conseguido del todo cuando oyó al hombre discutir con los otros aurores. -No os lo podéis llevar al cuartel, él solo estaba defendiendo a los alumnos –exigió el cazador de mortifagos con toda la autoridad que poseía. Los otros hombres se miraron turbados. -Pero…señor Blaskó…ha matado a cinco personas….está cubierto de sangre…tenemos que llevarlo –casi balbucearon ante la imponente presencia de su ex profesor. John se levantó y puso la mano en el brazo de su mentor antes de que él se descargara con los hombres. -Está bien, Blaskó. Solo hacen su trabajo –habló bajo, tranquilo, empezando a caminar delante de los aurores hacia el cuartel. -No te mereces esto –oyó exclamar a su mentor y, aunque el acto lo conmovió sobre manera, no pudo evitar pararse y mirarlo entre rabioso y mortalmente triste. -Atenea Rosier tampoco, Blaskó. Ella menos que yo- y por primera vez, John vio sorpresa en los ojos de su profesor. https://facebook/pages/John-D-Ravenwood-%CF%9F/200136496831035
Posted on: Sat, 09 Nov 2013 09:07:01 +0000

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