LOS APARECIDOS Lamentablemente, y por un sinfín de razones que - TopicsExpress



          

LOS APARECIDOS Lamentablemente, y por un sinfín de razones que ahora se busca corregir, las rutas han sido, son y serán escenario de accidentes fatales. Cientos de vidas quedaron en el camino por culpa de errores, distracciones, irresponsabilidades o mala suerte de los conductores. Y dice cierta sabiduría popular que en ciertas ocasiones muy traumáticas las almas de algunos de esos difuntos continúan durante mucho tiempo deambulando el sitio en que se produjo el accidente que les costó la vida. Presos en este mundo de pesadilla, a veces se aparecen a los costados de las carreteras con el propósito de advertir algo a quienes transitan por allí. Como si quisieran hacerles llegar, de alguna extraña manera, un importante mensaje. De hecho, alrededor del mundo existen una gran cantidad de historias y leyendas mágicas protagonizadas por algún espíritu misterioso que se aparece al costado de los caminos. En general, todas giran en torno a la anécdota de un conductor que detiene su auto durante las horas de la noche para llevar o prestar auxilio a una joven que le hace dedo al costado de la ruta, y que al acercarse a ella comprueba que en realidad se trata de un horrible espanto femenino de aspecto desagradable. Pero también hay en otros países de América Latina testimonios de apariciones masculinas o que involucran un número mayor de espíritus. Uruguay, por supuesto, no es la excepción a la regla y es así que a lo largo y ancho de todo su territorio se registran testimonios semejantes. Entre ellos, cabe destacar, por sus características singulares, algunos que tienen que ver con unas misteriosas visiones que esporádicamente ocurren sobre la ruta 9, en el departamento de Maldonado, que han llegado a hacerse muy conocidas entre la gente que habita el sur del país. Según deja saber la tradición oral, hacia el kilómetro 78 de la ruta 9, sobre la mano derecha de quien va circulando rumbo a la ciudad de Montevideo, suelen hacer acto de presencia las figuras espectrales de una familia completa de personas: un hombre, una mujer y un niño. Se cuenta que aparecen muy seguido por allí, inmóviles, parados los tres en fila mirando hacia la ruta con los ojos perdidos, sin pestañear una sola vez, como desafiando con indiferentes actitud aquellos solitarios vehículos que desfilan por la oscuridad de la carretera. Algunos testimonios refieren que visten atuendos de color blanco. Pero lo más extraño que sobre ellos se cuenta es que su anatomía no es precisamente compacta, sino que está dominada por una cierta transparencia, tal que si estuvieran hechos de hielo o de niebla, dejando traslucir parte del paisaje del campo a través de sus cuerpos. Los vecinos de la zona, que conocen de memoria estas visiones que inquietan a los viajeros, refieren que son los tristes fantasmas de los integrantes de una familia que, mientras regresaba de unas vacaciones en el auto, murieron en un terrible accidente de tránsito ocurrido en las cercanías del lugar. Si uno se pone a examinar con atención los múltiples testimonios conocidos sobre estos fantasmas que se registran en el universo mágico de la tradición oral del Uruguay, lo primero que descubre es que los mismos son de una naturaleza muy variada, que va desde el simple avistamiento hasta contactos mucho más cercanos y directos con ellos y el funesto mensaje que, según parece, quieren hacernos llegar. En los párrafos que siguen vamos a proponer la descripción de uno de estos casos, si no el más conocidos, al menos de los más impactantes que se conocen: Esta anécdota tuvo lugar hace no muchos años, muy cerca del sitio en que según los testimonios suelen presentarse los referidos fantasmas, más o menos hacia el kilómetro 77 de la ruta 9. Sus protagonistas son tres jóvenes amigos que una noche de verano se dirigían en un auto desde Montevideo hacia los balnearios de Rocha, con el propósito de pasar allí lo que esperaban unas divertidas vacaciones. Según refiere la leyenda, aquellos muchachos venían haciendo mucho escándalo dentro del auto. Realizaban todo tipo de bromas, hablaban a los gritos y escuchaban música con el volumen muy alto. Estaban excitados de emoción al encontrarse lejos de la autoridad y del control de los padres, del ruido de la ciudad y del aburrimiento de las jornadas cotidianas. Uno de los amigos, muy aficionado al video, llevaba en sus manos una pequeña cámara digital. Con ella iba registrando absolutamente todo lo que estaba ocurriendo en el interior del auto, y tenía también el firme deseo de utilizarla durante todo el desarrollo de las vacaciones para dejar así un recuerdo en imágenes de cualquier circunstancia curiosa que pudiera suceder en la aventura. Este joven iba ubicado en solitario en los asientos traseros del vehículo, por detrás del conductor. En eso estaban cuando en determinado momento vieron pasar al costado de una de las ventanillas del coche, como quien ve un poste o un árbol, a una muchacha que se encontraba parada al costado del camino. Esta visión les llamó mucho la atención y tardaron un segundo en reaccionar, ya que en aquel tramo la zona está muy poco iluminada y las imágenes del paisaje no se ven sino por unos segundos, violentamente arrancadas del anonimato por las luces de los autos. Sin embargo, como parecía claro que sus sentidos no los engañaban, se decidieron a detener el auto. Cuando miraron hacia atrás, comprobaron sus sospechas. Efectivamente, a veinte metros del sitio en el que habían frenado, se encontraba una mujer que gesticulaba solicitando ayuda. El conductor puso la posición de reversa en la caja de cambios y comenzó a retroceder lentamente, mientras por los espejos retrovisores veía a aquella misteriosa mujer que, percatada de la maniobra, avanzaba a su vez en dirección al auto. El corazón de los tres estaba en suspenso, pues aquella joven tenía un aspecto nervioso y extraño. Su rostro parecía dominado por una gran angustia y su mirada parecía perdida en alguna otra parte, como si no fuera del todo consciente de lo que estaba ocurriendo. Además, no llevaba puesta encima otra vestimenta que un trajecito muy ligero, cosa casi inconcebible, ya que la noche se presentaba bastante fría. Cuando aquella misteriosa mujer llegó hasta la ventanilla del auto los tres amigos mantuvieron con ella un diálogo muy breve y del que no abundan los detalles. En dos palabras, jadeante, y con una voz melancólica que producía escalofríos, la joven explicó que acababa de ocurrir un terrible accidente apenas a unos cuántos kilómetros más adelante de allí, y que ella venía del lugar para intentar dar noticia de lo ocurrido. Dicho esto, los tres amigos, impactados por la información, abrieron con premura la puerta del auto y sin salir de su asombro, permitieron que la mujer se subiera. Le dejaron un sitio en los asientos traseros, junto al que llevaba la cámara, mientras la máquina aceleraba con toda velocidad. Durante aquel viaje rumbo al lugar del accidente la joven permaneció sumida en una especie de trance hipnótico. Iba poco menos que inmóvil, con las manos colgando pesadamente al costado del cuerpo. No habló casi nunca por mucho que la interrogaron, y cuando lo hizo no fue sino para repetir una y otra vez, con insistencia, que el accidente había ocurrido más adelante, y que si continuaban la marcha no tardarían en encontrarse con él. Hablaba con un cierto temblor convulsivo, como si estuviese dominada por un excesivo terror. Mientras tanto, el conductor avanzaba por la carretera tan rápido como le era posible. De pronto, el comportamiento de la joven sufrió un cambio severo. Empezó a ponerse muy nerviosa, víctima de un estremecimiento general del ánimo y del cuerpo que provocó la inquietud de los tres amigos. Con un ademán exagerado, levantó la mano por sobre el hombro del acompañante del chofer y estirando el dedo índice comenzó a señalar el punto exacto en el que supuestamente el accidente había tenido lugar. Lo señalaba en la naciente de una curva ubicada justo enfrente de ellos. Lo paradójico del caso es que en el sitio señalado por la joven no había indicio alguno de que hubiera ocurrido ningún accidente. Extrañado por este hecho, el joven que se encontraba junto a ella en el asiento trasero del auto encendió su cámara digital y con pulso tembloroso comenzó a registrar todo lo que estaba ocurriendo. En primer lugar, hizo un paneo en perspectiva de la carretera que se abría enfrente de ellos, captando con nitidez un extenso panorama en que no se veía nada, absolutamente nada, salvo la monótona desolación del campo. Y también realizó algunas tomas del interior del auto, dejando así constancia del estado de ánimo tan alterado que tenían estos muchachos al acercarse al sitio indicado por la misteriosa pasajera. Precisamente, mientras realizaba esas tomas del interior del auto, el joven enfocó en primer plano a la mujer, que lo miró con un rostro aterrador. Un terrible cambio se había producido en el rostro de la joven. Fue víctima de una especie de metamorfosis, adquirió un tono bizarro y extravagante en sus proporciones. Una especie de desorganización atacó los músculos de su cara, una cara estirada, desencajada, en que la apertura desmesurada de los ojos y la boca eran la nota dominante. Acompañaba a esta espantosa expresión un grito corto, estrangulado de agonía, con un timbre tan fino que los ensordeció a todos. Por un segundo, aquella pasajera se asemejó a uno de esos espantos salidos de las más atroces de las pesadillas. Tan desagradable fue la visión de este rostro que todos los amigos lanzaron al unísono un estridente grito de horror. Pero además, el conductor del auto, en un movimiento instintivo provocado por el susto, dio un volantazo. Como resultado de esta abrupta maniobra, el auto describió un extraño trompo sobre el pavimento y comenzó a dar muchas vueltas sobre la carretera. Se detuvo a varios metros de la banquina, totalmente destrozado por los golpes. En definitiva, en aquel sitio señalado por la muchacha a los amigos, en aquel lugar augurado por la joven a estos incautos como el escenario de una terrible catástrofe, si hubo un accidente: el del propio auto que conducían. La historia se cierra con la información de que en aquel accidente murieron los tres amigos y que, por inverosímil que parezca, nunca se encontró el cuerpo de aquella misteriosa mujer entre los hierros retorcidos del auto. Pero lo que sí encontraron fue la cámara que llevaba uno de ellos, que a pesar de algunos daños se hallaba todavía en perfectas condiciones operativas. Cuando las autoridades procedieron al examen del material audiovisual contenido en ese video casero pudieron comprobar que en éste sí se registraban todos los pormenores del misterioso accidente. No obstante, parece que los familiares de las víctimas nunca vieron con buenos ojos la idea de que el mismo tomara estado público, y por esta razón no existe al presente otro testimonio del suceso que el que proporcionan las voces anónimas del país. Cada tanto, en alguna parte, surge algún nuevo testimonio acerca de estos espíritus en esa interminable espera al borde de las rutas en medio de la noche vacía y triste. Y en todos los casos, siempre parece que ellos quisieran decir a los conductores algún mensaje. Este mensaje tiene que ver con una advertencia sobre el peligro que suponen las rutas, el constante riesgo que es inherente a la actividad de manejar un vehículo y la gran responsabilidad que les toca asumir a quienes se les presenta la oportunidad de estar enfrente de un volante. Voces anónimas
Posted on: Thu, 26 Sep 2013 01:58:58 +0000

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