LOS JARDINEROS DEL ARCO IRIS (Tradición ancestral - TopicsExpress



          

LOS JARDINEROS DEL ARCO IRIS (Tradición ancestral Andina). Nuestro principio fue el buen sueño, el sueño del arco iris que soñó nuestro Padre, el Gran Soñador, y que engendró y dio a luz nuestra Madre, la Gran Jardinera. Cuentan las abuelas rocas que fuimos concebidos en la laguna sagrada que habita en el núcleo del corazón de nuestra madre tierra. Allí la luz del Gran Soñador se fundió con la flor multicolor de la Gran Jardinera, en el más inmaculado silencio. Recién nacidos, los humanos portábamos una estrella de luz en la frente y una enorme flor multicolor adherida al pecho. A imagen y semejanza de nuestros progenitores, podíamos soñar como nuestro padre, y engendrar y dar a luz a nuestros sueños como nuestra madre, pero al igual que él debíamos estar atentos a discernir el buen sueño de los malos sueños y las pesadillas, y al igual que ella no podíamos abandonar en ningún instante el oficio de jardineros. Nuestro menor descuido al respecto era una puerta abierta a la depredación de las flores. El jardín del arco iris, fruto del amor de nuestros padres, fue nuestro primer hogar. Las abuelas rocas nos recuerdan que era un jardín precioso, poblado por una gran variedad de minerales, animales, plantas y humanos de diversas formas y colores. Estos seres vivos se agrupaban en familias, según el reino, la especie y el color afín a su naturaleza. Así se formaron las culturas, de acuerdo con las tonalidades que componían el reino humano. Había culturas negras, violetas, rojas, verdes, azules, amarillas, rosa, y de muchos otros colores. Los primogénitos de nuestros padres eran de luz esencial, como el Gran Soñador. Ellos manifestaban en sus cuerpos la luz que todos los otros seres contenían en sus corazones. Como hermanos mayores, tenían la misión de recordarle a sus hermanos menores el Principio del que todos proveníamos. De niños, nuestra primera responsabilidad fue aprender a regar, desyerbar, abonar y sembrar nuestro jardín personal. Sólo así estaríamos en condiciones de cuidar otros jardines. Nuestro primer sueño fue un sueño compartido con nuestro padre, tal como él y nuestra madre lo habían deseado. En ese sueño, nuestros corazones de pétalos abiertos soplaban sin cesar bandadas de flores diminutas, cuyo puerto era configurarse en jardines circulares, en torno a los espacios sagrados de cada uno de los seres, familias, grupos o especies habitantes del gran jardín. Era preciso proteger las identidades para que se respetaran entre sí, para que no se invadieran unas a otras, para que reconocieran sus fronteras naturales. Las flores simbolizaban la voz sutil de la tierra. A través de ellas, nuestra madre le comunicaba en secreto a todos sus hijos la delicada belleza de su amor. Pronto los jardineros de las culturas unicolor se volvieron sedentarios. El destino de sus cuidados se concentró en los seres vivos de su propio territorio. Aunque sus sueños seguían siendo multicolor, no dejaban de incluir los seres de otros colores, otras formas, otros territorios. Los jardineros de luz esencial, en cambio, preservaron durante mucho tiempo su naturaleza nómada. Ellos eran los mensajeros entre los territorios. Transportaban olores, sabores, sueños, creaciones, alimentos, de unos jardines a otros, sembrando flores multicolor a su paso. Su labor era recordarle a sus hermanos que aunque sus cuerpos reflejaran un solo color, sus espíritus habían absorbido el espectro cromático completo. Aunque cada ser vivo manifestara una parte única e irrepetible del sueño, todos conteníamos la totalidad del sueño en el fondo de nuestros corazones. Todos éramos herederos del arco iris.
Posted on: Sat, 29 Jun 2013 00:11:33 +0000

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