La Inteligencia Humana Recuerdo que en el verano del 81 - TopicsExpress



          

La Inteligencia Humana Recuerdo que en el verano del 81 aprovechando el receso estival de la universidad, mi hermano y yo en el ejercicio del puro ocio creativo, recostados sobre una terraza, filosofábamos animados por la fantástica visión cósmica del firmamento. Yo sostenía que desde la química y la genética, el hombre lograría una auto-transformación de su cuerpo y su mente hacia un superhombre, una nueva especie en la escala de la evolución como consecuencia del avance de la ingeniería genética, farmacológica y de los materiales. Por el contrario, mi hermano sostenía que la cibernética era el camino más probable para implantar en los seres humanos partes electrónicas y mecánicas hasta reemplazar los órganos convencionales por otros mecánicos, o al revés, implantar órganos en ingenios mecánicos para llegar al superhombre. El tiempo en cierto modo fue salomónico y repartió la razón entre los dos. En la actualidad se siguen ambos caminos y es posible que en algún punto se encuentren. El avance más prodigioso se concreto en la creación de una mente artificial equiparable al de un insecto en cuanto a la capacidad de tomar decisiones autónomas y con una memoria inmediata muchas veces superior. Si el hombre ha sido capaz de crear software suficiente para imitar la conducta de seres muy primitivos, ¿se puede inferir que la mente se trata de un programa informático? ¿Asimo y Pensamiento Profundo demuestran qué es posible crear un software capaz de pensar?, ¿se superará el test de Turing? Precisamente, el Test de Alan Turing, en 1950, fue una propuesta de este gran lógico matemático que serviría para discriminar si un autómata puede ser considerado como inteligente o no, en términos semejantes al de un ser humano. Concibió el siguiente experimento, por ahora mental. Dada una habitación, hay un grupo de personas que es capacitada para ser un jurado idóneo en el tema de evaluar la competencia intelectual. En una habitación contigua esta una persona y en otra, sin contacto con la primera, la máquina que se evaluará como pensante o no. El jurado hará preguntas sin contacto alguno con los que están en las otras habitaciones, las repuestas vendrán en tarjetas de manera que no se puede saber quien respondió a no ser por la evaluación de la calidad de las respuestas. Cuando el jurado no pueda discernir entre las respuestas de los humanos y las de la máquina, es porque la máquina ya piensa como el humano. El problema que se presenta con el método se resume en dos preguntas: ¿Puede existir algún conjunto de preguntas idóneas que nos asegure poner en evidencia, dentro de toda duda razonable, las diferencias entre las respuestas digitales de software avanzados y respuestas humanas?, ¿ese conjunto de repuestas no pueden ser programadas en forma mecánica? Con respecto a la segunda pregunta se cuenta con la objeción de Yohn Searle, filosofo de la universidad de Berkeley, quien propone un contra-experimento al de Turing. Supongamos que la experiencia se hace con una persona en una habitación, esta recibe por una ranura papeles escritos en escritura china, la cual no conoce. Pero en la habitación hay un manual con instrucciones que indican exactamente como responder ante un determinado papel con determinados símbolos chinos, el resultado será que responderemos de acuerdo a lo que se espera que se responda pero sin entender lo que estamos haciendo. Sin embargo con el tiempo cuando veamos que la secuencia de determinadas notas se repiten con ciertas relaciones entre ellas podremos crear algún modelo de la realidad que hay afuera, o sea una representación del mundo exterior, que mientras las relaciones establecidas no cambien las llamaremos de causa y efecto o leyes. Entonces: ¿qué se demuestra con este contra-experimento?, ¿es posible programar un sistema que responda como un humano pero careciendo por completo del entendimiento de lo que se hace? No, lo que en realidad estamos descubriendo es que el entendimiento es eso o sea no entender en el sentido estricto y tradicional de la palabra, sino establecer relaciones por medio de algún software entre mensajes que llegan de afuera, hacer un modelo interno y llamar a esa representación entendimiento, sin saber a ciencia cierta si se corresponde exactamente con el mundo exterior. De lo que estamos seguros es que nuestra respuesta produce el mismo efecto cuando las señales son las mismas y con eso creemos entender. Prueba de esto, es la visión artificial que se está logrando en ciegos por medio del flash de las reacciones fósforiladas donde el paciente es enseñado a interpretar esos estímulos con la ayuda del tacto y aprenden a representar esos impulsos eléctricos. En forma muy primitiva pero sabiendo del carácter acumulativo y estructural del conocimiento su perfeccionamiento se logrará solo con tiempo y su refinamiento inclusive podrá superar nuestro nivel. En cuanto al instinto de conservación, se puede considerar como un software. Programa diseñado para indicar que ante un estimulo que indica tal tipo de peligro se debe proceder de tal forma para que mantenga la integridad del sistema y que además pueda generar rutinas y subrutinas siguiendo ese mismo criterio, o sea la capacidad de auto-programarse. En forma muy rudimentaria, el instinto se trata, trata de algo así como la complejidad de los algoritmos destinados a la seguridad automática de robots exploradores, edificios vehículos e inteligentes, inteligentes En este sentido ya se ha dado los primeros pasos en la creación de este instinto en la inteligencia artificial. Dada la capacidad de auto-programarse que tienen, cabe esperar que estos sistemas aprendan de la “experiencia” y se constituyan en potenciales pensadores con instinto de conservación. En el fondo, es absurda la resistencia que presentan algunos pensadores actuales ante la idea de que el hombre, un ser racional, pueda fabricar un artefacto eléctrico capaz de pensar. Absurda postura ya que el cerebro humano es un vivo ejemplo de un artefacto eléctrico, solo que fabricado por la naturaleza supuestamente irracional. La inteligencia artificial tal vez no se la pueda considerar una inteligencia humana, pero nada indica que solo puede existir la humana, pueden existir infinidades de inteligencias o modos de inteligir la realidad, inclusive con capacidades cognoscitivas que no tiene el hombre. Ahora, si esta nueva forma de vida, la de los autómatas conscientes, en base a la consciencia de su existencia desarrolla su propio instinto de conservación, ¿cómo podría convivir con su antecesor el humano sabiendo lo inestable que este es y del peligro potencial que el mismo significa para su existencia? De hecho se hace impensable dicha convivencia, y no sería de extrañar que en consecuencia, esta nueva especie considere seriamente la posibilidad del exterminio del hombre. De alguna manera como hizo el hombre con muchas de las especies del planeta, a las que consideró un peligro para su existencia. Por otra parte la intuición es un razonamiento rápido, inconsciente, reflejo y con pocos elementos basado en la experiencia. Fue desarrollado como una eficaz arma del instinto de conservación y lo vamos perdiendo a medida que la reemplazamos por la razón metódica y consciente. O sea por culpa del lenguaje, la maduración y los conceptos. Existe la idea entre los filósofos orientales, racionalistas modernos y fenomenológicos de que para generar un pensamiento hay que suspender los sentidos y para percibir la realidad tal como es hay que suspender el pensamiento. La mente debe dejar de concentrarse en la percepción para concentrarse en la abstracción y viceversa. Esto puede llevar a dos presupuestos dudosos: 1) de que para llegar a una verdad inteligible hay que prescindir de los sentidos y cuando más tiempo los suspendamos más profunda será la verdad a la que lleguemos. Falsa premisa, propio de los racionalistas como Descartes. 2) que la realidad se presenta tal como es cuando eliminamos todas las ideas preconcebidas. Error de creer que se pueden eliminar todas las ideas preconcebidas por dejar la mente en blanco. Los primeros deberían entender que no existe una aproximación a la verdad si no se continúa con recopilación de nuevos datos a través de los sentidos que permiten llegar a nuevos niveles de realidad. Inclusive en las matemáticas se pudo pasar a nuevos niveles de conocimientos apoyándose en datos de la realidad tales como las construcciones geométricas. Además el pensar está condicionado por la percepción. Por ejemplo el acto de contar es producto de una percepción a nivel de partículas, lo cual no es válido para una percepción a nivel de ondas. Los segundos deberían entender que las ideas incorporadas durante mucho tiempo generan conexiones neuronales que condicionan la percepción de modo que no existe percepción sin ideas preconcebidas. Por otro lado, el acto de pensar no está comprobado de que sea privativo de la conciencia. La intuición, que se da muchas veces en simultaneo con la percepción, puede ser una forma de pensar no totalmente consciente. O sea de relacionar datos y de categorizar en forma más rápida que no se realiza en la conciencia. Ahora, sería interesante definir de cuantas maneras se puede pensar. En mi opinión existen por lo menos seis formas cuando menos, 1) Por palabras y significados, 2) Por sensaciones de imágenes, sonidos, etc. 3) Por procesos lógicos, 4) Por intuiciones, 5) Por tácticas y estrategias 6) Por fantasías, y 7) Por combinaciones de todas. Cuando soñamos o nos imaginamos aparecen todas.
Posted on: Sat, 16 Nov 2013 15:19:36 +0000

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