La actualidad diaria está tan completamente dominada por los - TopicsExpress



          

La actualidad diaria está tan completamente dominada por los «mercenarios del optimismo» que los expañoles siguen creyendo que estamos atravesando una crisis cíclica cuya única incertidumbre es cuánto durará. Una mala racha de la que saldremos, porque «de todo se sale». La oligarquía y sus políticos, periodistas y tertulianos no cejan en su empeño de convencer de que la salida de la crisis significará la recuperación de los niveles de “bienestar” previos a la misma. Pero no es así. El paréntesis de la ficticia prosperidad se ha cerrado. La crisis ha abierto una nueva etapa de la barbarie capitalista. Ésta se caracteriza por una aceleración del expolio de las rentas del Trabajo en sus tres formas: directas (mediante los despidos y rebajas generalizadas de los salarios), indirectas (a través de los recortes en los gastos sociales del Estado) y diferidas (mediante el tijeretazo en las pensiones). Fin de una etapa El estallido de la burbuja «sub-prime» desató una crisis sistémica ejemplarizada en la quiebra del banco Lehman Brothers hace cinco años. Significó el fin de una etapa y el inicio de otra en el sistema capitalista. Supuso el fin del modelo económico propio de la posguerra en el Occidente capitalista inmerso desde los años 90 en una endiablada y creciente dinámica de crédito y endeudamiento. Fue la solución encontrada a la incapacidad de la «clase media» por seguir incrementando su consumo como consecuencia de los cambios que se dieron en los campos de la deslocalización industrial, la globalización comercial y financiera y la revolución tecnológica digital. Cambios introducidos por las élites propietarias con el fin de maximizar sus beneficios. En sus últimos momentos pretendió esconder tras el espejismo del bienestar en el Primer Mundo una capacidad de endeudamiento casi agotada. El crac de la burbuja vino a reventar el sueño de prosperidad. La chispa de una crisis de sobreproducción en el sector inmobiliario provocó una explosión en el sistema financiero mundial, edificado sobre el artificio de unos activos cuyo valor es virtual, ilusorio y ficticio. Enfrentadas ante la realidad de un modelo agotado, las élites han impuesto otro que asume la insostenibilidad del endeudamiento indefinido y lo sustituye por un gigantesco expolio de esa ficción denominada «clases medias» con el que compensar su caída de rendimientos. Se socializan las pérdidas mediante el incremento del déficit público como la manera de salvaguardar los beneficios empresariales. En EE.UU, el déficit sostenido en torno al 10% del PIB es el único motor de la primera economía del planeta y ha hecho posible que los márgenes de las corporaciones hayan escalado a niveles récord. No se trata, pues, del hundimiento del Occidente capitalista sino de la transmutación de su devenir durante una coyuntura de crisis que afectará de diversa manera a los estados, según sus debilidades. Así, mientras unas naciones van a quebrar, otras aprovecharán para fortalecer sus áreas de influencia y resituarse mejor en el escenario mundial de la competencia inter-imperialista. El tan criticado comportamiento de Alemania por los medios de masas se comprenderá mucho mejor si se parte de esta premisa. Desde 2008, transnacionales extranjeras han aumentado su presencia en la industria española hasta poseer el 37% de la misma. Son, principalmente, alemanas, francesas y estadounidenses que controlan los sectores del automóvil, químico, farmacéutico, electrónico… Este nuevo modelo comparte características del anterior. En primer lugar el endeudamiento permanece por cuanto es intrínseco al mismo. La deuda privada, el «apalancamiento», sigue creciendo: en el Occidente capitalista hay ahora un 30% más que hace cinco años. Proliferan nuevas burbujas prestas a estallar, Como la financiera, que no ha dejado de ser cebada con nuevos productos financieros tan tóxicos como los de 2007. Las burbujas conducen a las crisis y las crisis inician nuevas burbujas. La deuda total de EE.UU es de 57 billones de dólares (casi el 400% de su PIB), 16 billones es la deuda pública. Esta situación puede explotar mañana o continuar su renqueante camino sine díe. El ejemplo japonés es iluminador. La deuda pública japonesa equivale a 24 veces los ingresos fiscales del estado. Esto ha sido posible gracias a unos muy bajos tipos de interés y a que la deuda es comprada por los propios japoneses (fondos de inversión, planes de pensiones, etc.). En España, el 90% de la deuda pública reciente la han adquirido los bancos autóctonos. En España El estallido de la burbuja fue la culminación del proceso de endeudamiento masivo de los agentes económicos españoles, aunque en distintas proporciones. Desde dentro del sistema se suceden las previsiones sobre el devenir de la actual coyuntura a partir de experiencias similares. Se citan las crisis japonesa y sueca de los años 90. Ambas tuvieron el mismo origen, intrínseco al modelo capitalista vigente: el desaforado endeudamiento privado que suple la incapacidad de una demanda insuficiente y permite disparar la oferta. La burbuja inmobiliaria japonesa fue la mayor del siglo XX en el Occidente capitalista y la deuda privada alcanzó el 273% del PIB japonés mientras que la pública era del 70%. Las dos tuvieron una solución similar: transformar la deuda privada en deuda pública (en el caso de Japón convirtiéndose en la mayor del planeta: 226% del PIB) en un proceso de socialización de las pérdidas largo y costoso. Ahora bien, este proceso se vio favorecido al desarrollarse durante la década de los años 90, momento del mayor crecimiento económico mundial del siglo. Al final, los sistemas bancarios de los dos países quebraron en su totalidad. En Suecia, esa experiencia sirvió de poco: en la actualidad, la deuda total de la economía sueca ha vuelto a superar el 300% del PIB. En el caso de España las cifras son elocuentes. La deuda total de la economía es del 400% del PIB, que se reparte entre privada, el 320% PIB, y pública. La deuda neta de las familias equivale al 80% del PIB, la de las empresas al 131% y la de los bancos al 110%. La deuda externa equivale al 100% del PIB. De ella, a los bancos les corresponde el 36%, a las empresas el 35% y al Estado el 22%. Si es cierto que el problema de la economía española es este brutal volumen de deuda, las grandes empresas y lo bancos son los responsables. Y no es menos cierto que no tiene solución mediante las medidas de ajuste fiscal y devaluación interna que el régimen juancarlista está aplicando. Sencillamente porque es una deuda impagable. Lo cual no quiere decir que la bancarrota esté próxima, como hemos dicho. Mientras que el endeudamiento de las familias se debió a la compra de viviendas, los bancos se endeudaron con el propósito de alimentar la burbuja inmobiliaria y las grandes empresas lo hicieron para financiar su expansión internacional. Desde 1997 España desarrolló una riqueza ficticia imposible sin este endeudamiento: la insuficiente capacidad de demanda de unos consumidores que perdían poder adquisitivo y renta real se suplió generalizando el crédito hipotecario y abriendo las fronteras a millones de nuevo consumidores que se convertían, al mismo tiempo, en la necesaria mano de obra barata. La banca se encargó de disparar la oferta recurriendo a prestamistas extranjeros, los mismos que ahora exigen la devolución íntegra de lo prestado. Los bancos españoles expandieron su endeudamiento de manera incontrolada, sostenida en bienes inmobiliarios sin apenas valor real a día de hoy pero que pueden sostener artificialmente gracias a su posición hegemónica dentro del régimen juancarlista. Las empresas y las familias mantienen una deuda con la banca equivalente al 160% del PIB. En concreto, la deuda de las promotoras y constructoras es el equivalente al 35% del PIB. Es una indecencia circunscribir la coyuntura económica a las estadísticas trimestrales. Un mero análisis de las cifras macroeconómicas desde 2007 desmienten a la legión de estómagos agradecidos que se empeñan en mantener el mensaje de optimismo. Pero desde 2008 la trayectoria española ha ido a peor. Ninguna medida política del juancarlismo ha solucionado ninguno de los problemas acuciantes de los expañoles. Antes bien, sus «reformas estructurales» no han hecho más que asentar las bases de la nueva realidad socio-laboral que se abre camino de España. Como la reforma laboral, ya denunciada como insuficiente para la oligarquía juancarlista y sus burguesías dependientes. El Banco de España ha confirmado que no ha servido ni para evitar la destrucción de empleo, ni para impulsar su creación, ni para acabar con la dualidad del mercado laboral (empleos estables frente a temporales). Para lo único que ha funcionado, como denunciamos en su momento, es para abaratar el despido y devaluar los salarios: en 2012 se destruyeron 850.000 puestos de trabajo y la remuneración salarial total cayó un 8,5%. Que el discurso oficial del régimen es una gran mentira lo han confirmado más recientemente organismos tan sistémicos como la OCDE, el FMI y la Comisión Europea cuando predicen un raquítico crecimiento del PIB (menor del 1% anual) sin descenso de la tasa de desempleo hasta ¡2018! Incluso el propio gobierno del turno ha tenido que reconocer lo obvio: la «crisis» durará, por lo menos, cinco años más. Consecuencias sociales Tras el choque inicial, la «crisis» se expande por crecientes sectores de la sociedad. Cada vez son más los colectivos afectados, especialmente, los definidos como «clases medias». El espectro de la pobreza y la marginalidad avanza por España como lo hacía antaño. Sobre los pensionistas, convertidos en el sostén de muchas familias y del consumo en general, se ciñen negras certezas tras los recortes que se están aprobando. La sociedad española se escinde de manera constante en dos partes: la de los explotados y la de los explotadores. Se caracteriza por ser ya la que presenta mayor desigualdad de la eurozona. La tendencia constatable es el incremento de las diferencias entre ricos y pobres. El índice de Gini, que mide la diferencia de ingresos, alcanzó su nivel más alto (34) en 2011. Otro indicador, el 80/20 ‒que cuantifica la relación entre el 20% de la población que más ingresa y el 20% que menos ingresa‒ también se incrementa (un 7,5) en 2011, la más alta de la UE-27 (media 5,7). El aumento de esta brecha social es un fenómeno amplio en la OCDE: en 2008, la diferencia entre ricos y pobres había alcanzado el nivel más alto de los últimos 30 años. En ese año, el ingreso medio del 10% de la población española con mayores ingresos era once veces mayor que el del 10% de la población con menos ingresos. Esa desigualdad, entonces, cuando estalló la burbuja, se reducía en una cuarta parte como consecuencia del gasto social del Estado. El PIB continúa descendiendo a niveles de hace una década aunque con seis millones más de habitantes. Aumenta la desigualdad entre el norte y el sur, entre las regiones más ricas y las más pobres. Esta situación es ya utilizada por la burguesía catalana para justificar un programa separatista y tiene en los territorios forales vasco-navarros la constatación evidente. Estas dos comunidades autónomas presentan una tasa de desempleo diez puntos inferior a la media nacional como consecuencia de su régimen fiscal privilegiado y de una sensiblemente menor tasa de trabajadores extranjeros que debe achacarse, en primer lugar pero no en el único, a un mayor nivel de inversión en I+D de su industria. Hay alternativa La salida de esta «crisis» no es posible. Sólo es posible acabar con ella. Sus problemas son sistémicos, irresolubles dentro del modelo vigente. La solución pasa por emprender nuevos caminos superadores de la dinámica liberal y capitalista. Esa solución no pasa por los individuos, sino por los ciudadanos arraigados a la Nación. Y no sólo porque la unión hace la fuerza. Sino porque los lazos que teje una comunidad nacional descansan sobre principios superiores ‒libertad, igualdad, justicia‒ que los que unen a los individuos abstractos ‒solidaridad, compasión, fraternidad‒. Los explotados no pueden permitirse el lujo de despreciar a la Nación en su lucha de liberación contra los explotadores. El Partido Nacional Republicano alza sus banderas en defensa de la Nación española. pnr.org.es/en-la-nueva-etapa-de-la-barbarie-capitalista
Posted on: Tue, 01 Oct 2013 04:31:43 +0000

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