La alta espiritualidad de algunos ateos Al padre Campo Elías - TopicsExpress



          

La alta espiritualidad de algunos ateos Al padre Campo Elías de la Cruz, verdadero representante de los pobres de la tierra. Pasaron las fiestas, eso que algunos llaman fiestas. Pasaron ya, y a muchos les dejaron un gusto dulce en la boca y en el alma y a otros, simplemente el sabor de esta realidad agria e infalible. Yo me quedé pensando, porque estos días me llenan de tristeza. Y me dediqué lisa y llanamente a no llamar a nadie. Ni a propios ni a extraños. Pensé que definitivamente no me gusta la hipocresía. La de aquellos que en “estos días” son tan condescendientes y cálidos pero que, pasadas las fiestas, vuelven a la camisa de fuerza de lo que intrínsecamente son. Lo prefiero así: yo soy el cínico y ellos los eternos adaptados que chapucean en la nada. Confieso que por ahí solté algún “feliz año nuevo”, pero fue menos convincente que la ternura de George W. Bush. Fue en esos momentos que recordé aquello que desde muy temprano se me fue haciendo obvio: hay ciertos ateos que me inspiran un respeto mucho mayor que el de muchos Comesantos. Desde niño los fui descubriendo en el devenir montevideano. Tenían la ternura en los ojos y un amor a flor de sus millones de poros solidarios. Pero no pisaban las iglesias y negaban la existencia de la famosa dicotomía paraíso-infierno. Yo me lamentaba, escuchándolos, que no pudiera haber un dios con su divino cielo, para poder recibirlos mansamente en su seno. Por mi parte estoy convencido de que estamos en un mundo de valores cambiados, torcidos a capricho de una moral que vela por intereses egoístas y mezquinos. Y esa misma moral nos presenta una polaridad bueno-malo que ni siquiera está emparentada con la naturaleza que nos rige. Hay una escala de valores gobernando los primeros pasos del hombre, que no concuerda con la honestidad y dignidad que se le haría indispensable luego. ¿Pero cómo pretender que aparezca espontáneamente lo que le fue cercenado en la infancia? Pero volvamos a los seres que hoy me ocupan. Ellos ponían en duda la existencia de Dios y mucho más, que tuviera representantes en la tierra. Eran llamados ateos, una palabra que siempre me gustó. Me gustó afiliarme a ella, tratar de entenderla. Ser ateo significaba investigar, poner en duda y sobre todo, supongo, era una forma de entender la muerte temprana de mi padre, la pobreza familiar y el asma ahorcando los pulmones de mi madre. Me costaba muchísimo entender a un Dios ensañado de esa forma con mi madre. Justo con ella que lo idolatraba y le servía tan calladamente. Me decía a mi mismo que la explicación estaba en otra parte. Por ejemplo, el dolor y las carencias de la mayoría de la humanidad, podrían ser debidos a cosas más tangibles como la organización social. Hay quienes creen que el orden establecido es perfectamente normal y podríamos incluso deducir que fue creado por Dios, que por algo es el creador del universo. Supongo que si Dios creó este orden, estará haciendo algún tipo de experimento con este minúsculo punto y sus insignificantes habitantes. Nos creó para dejarnos aquí, abandonados. Simplemente se olvidó del enésimo granito de arena de la playa ¿o es que acaso está tan avergonzado de su creación que prefiere mirar para otro lado? Por otra parte, sus “representantes” han mostrado tanta debilidad como cualquier mortal y sus sermones apuntan más a la forma que al fondo. Así las cosas, esta columna bien pudo llamarse “La falsa espiritualidad de algunos religiosos”. Pero no, el sentido de la palabra “Ateo” tiene un significado más profundo que todos los discursos de esos autollamados “representantes”. Hay quienes creen ser mejores porque acuden a la iglesia cada semana pero ignoran y dan la espalda al dolor de su vecino. Viven una militancia de símbolos. Viven de la adoración de imágenes de madera o de piedra. Son dueños de una superficialidad que los convierte en absurdas voces de una paradoja. No tienen amor, ni pretenden servir a Dios, tienen un profundo miedo al infierno como última morada. En verdad creen menos que nadie, porque siguen actuando en su absoluto beneficio y pretenden cargar con sus privilegios del otro lado de la vida. Suponen a Dios en las iglesias, con una libreta, contabilizando las asistencias dominicales y los amen. Creen que Dios no ve lo que ocurre e ignora sus injusticias. Definitivamente me quedo con los ateos. Los que profesan la ternura y la necesidad de crear pedacitos de cielo aquí en la tierra. Son predicadores de una religiosidad que va más allá de la innoble pretensión de lavarse los tuétanos enjabonándose las manos. Pretenden un mundo justo para acabar con las angustias gratuitas y las guerras, que son desde todo punto de vista inmorales. En esto pensaba, mientras el champán de los poderosos se regaba. Pensaba en los que viven de rodillas lamiendo las burbujas del exceso. Después me dije que en un día no muy lejano, aquellos y éstos, serán sólo un mal recuerdo. La verdadera religiosidad se mostrará como es, llena de compasión y de justicia, tal y como me enseñaron algunos ateos. Por. Antonio Curis
Posted on: Wed, 23 Oct 2013 12:22:02 +0000

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