La infraestructura de la tiranía Jesús Silva-Herzog Márquez - TopicsExpress



          

La infraestructura de la tiranía Jesús Silva-Herzog Márquez GRUPO REFORMA La semana pasada se reunieron los líderes de las dos potencias. La emergente y la declinante. Uno de los temas centrales del encuentro era la seguridad cibernética. ¿Una defensa norteamericana de la propiedad intelectual? Más bien, asesoría mutua en materia de espionaje. Una reunión en la cumbre de los Estados-espía que emplean todos los recursos contemporáneos para hurgar secretos y entrometerse en las conversaciones. Barack Obama se presentó a la sociedad norteamericana como un profesor de Derecho Constitucional indignado por la política antiterrorista de George W. Bush. Para el senador de Illinois, la política antiterrorista de Bush implicaba un asalto inaceptable de las libertades civiles. Su discurso se alimentó de la mejor tradición liberal para promover una agenda de derechos, el retorno de Estados Unidos al territorio de la legalidad. Creía que el dilema entre seguridad y libertad era falso y truculento: la lucha contra el terrorismo no puede llevarnos a pisotear las libertades constitucionales. Hoy piensa distinto. Su política antiterrorista es ya indistinguible de la política de su antecesor. Ha continuado y, en algún sentido, profundizado la estrategia de Bush II y empieza a plagiar hasta su discurso. El escándalo más reciente es el descubrimiento de un vastísimo programa de espionaje cibernético que envidiaría cualquier tirano: intercepción gubernamental de las comunicaciones de millones de personas. No se trata de la escucha de sospechosos concretos bajo supervisión y autorización judicial, sino un extenso e indiscriminado operativo de vigilancia masiva que captura información privada para el gobierno de Estados Unidos. No se preocupen: nadie está escuchando sus conversaciones telefónicas, dijo el presidente Obama. Tal vez su gobierno no tiene la oreja en el teléfono, pero están espiando todo lo demás: correos electrónicos, visitas y compras en internet, chats, fotos, conversaciones en las redes sociales. Los hilos por los que transcurre la vida y la comunicación contemporánea. La Ley Patriota que se expidió bajo la conmoción del 11 de septiembre sirve de plataforma para esta intervención orwelliana. El antiguo predicador de los derechos se ha convertido en el patrón de una gigantesca corporación de espionaje que justifica, con el lenguaje de la excepción, la abierta violación a la privacía. El propio Obama ha reconocido su transformación: admito que fui muy escéptico de estos programas, pero ahora creo que sirven, dijo recientemente. El derecho a la privacidad aparece en el nuevo lenguaje de Obama como un lujo del que, en estos tiempos, no se puede gozar integralmente. Hay que hacer sacrificios, dice. El antiguo profesor lo dice con contundencia bushiana: para tener seguridad hay que renunciar a ciertas libertades. El Gran Hermano, por supuesto, nos espía para cuidarnos. El New York Times, templo de la conciencia liberal norteamericana, ha sido severísimo con el Presidente. La administración de Obama ha perdido toda credibilidad en materia de derechos humanos. Tienen razón los editores del diario. Aunque tardíamente haya respaldado el matrimonio igualitario, nada queda del constitucionalista al que indignaban la tortura, la prisión de Guantánamo, la violación de los derechos humanos. La cárcel de Guantánamo sigue abierta, a pesar de la promesa de hace cinco años. Los presos han cumplido ahí más de una década sin que siquiera hayan enfrentado las acusaciones del gobierno norteamericano. Presos sin juicio. Su administración continúa y profundiza el espionaje iniciado por su antecesor. Más aún, el presidente de Estados Unidos defiende su derecho a asesinar en cualquier lugar del mundo a quien él considere un enemigo de su país. En su dedo está la orden de ejecución sin juicio y sin derecho a defensa. Bajo órdenes directas del Presidente, naves no tripuladas disparan para aniquilar a los malos. Son ataques muy precisos, presume Obama: casi no matamos inocentes y son poquísimos los niños que hemos asesinado con esos instrumentos de hermosa precisión quirúrgica. Naturalmente, el presidente Obama pide comprensión: todo lo hace para evitar un nuevo ataque terrorista. Conor Friedersdorf, un articulista del Atlantic Monthly, hacía recientemente el recuento de la degeneración sucesiva de la estructura gubernamental de Estados Unidos. Un Presidente con el poder de ejecutar a sus enemigos; un gobierno autorizado para detener prisioneros por tiempo indefinido sin juicio previo; un aparato de vigilancia que espía cotidianamente a millones de personas inocentes. Bush y Obama han construido la infraestructura de una tiranía. reforma/blogs/silvaherzog/ Twitter: @jshm00
Posted on: Mon, 10 Jun 2013 13:08:14 +0000

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