La justicia es como las serpientes, sólo muerde a los - TopicsExpress



          

La justicia es como las serpientes, sólo muerde a los descalzos” E. Galeano. Si la Justicia no anda, nada anda. Es así de simple. No puede pretenderse que las instituciones tengan un funcionamiento ético y sólido que atraviese todas sus funciones si no hay justicia. Es como pedirle desarrollo cultural a un pueblo sin escuelas, peras al olmo. ¿Hay que buscar las causas de ese malfuncionamiento en las altas esferas del gobierno y del poder, en los lineamientos nacionales o provinciales? Sí, claro, pero no siempre es necesario remontarse a círculos mayores. Las instituciones están formadas por personas y de ellas, de sus decisiones y sus acciones, depende muchas veces la calidad institucional y la condición ética de lo que hacen. Pinta tu aldea y pintarás el mundo decía Tolstoi. El funcionamiento de la justicia en Gualeguaychú alcanza para dar muestras de sobra y la experiencia inmediata de las cosas puede a veces ser altamente representativa. Analicemos nuestra experiencia con la justicia local ya que la experiencia inmediata y propia puede ayudar a sacar algunas conclusiones. Pinta Tu Aldea Participé en tres concursos en la justicia gualeguaychense y a los tres hube de impugnarlos. Los tres concursos fueron ganados por parientes de un juez. Vale decir, la totalidad de los psicólogos que la justicia determinó originalmente para sus puestos son parientes de un juez. El 100%. Los resultados de los primeros lugares en los tres concursos fueron los siguientes: sobrina de juez, nuera de juez, hijo de juez. Que después de una impugnación se haya cambiado algún resultado no cuenta, ya que es una instancia propuesta, seguida y peleada por un interesado particular. En el año 2001 fué el primero de estos concursos: impugnado y su resultado revertido, afortunadamente. En el año 2007 me presenté a mi segundo concurso: cargo de Psicólogo en el Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de esta ciudad, a cargo del Dr. Carlos Rossi. Quedé segundo en el orden de méritos, obteniendo el primer puesto la psicóloga que ocupaba el cargo en forma interina desde el año 2001 (leyeron bien, 2001, siete años como interina sin que se llame a concurso). Impugné el concurso, recusé a uno de los jurados por falta de objetividad, etc. pero sin lograr mi cometido. Ganó la psicóloga que ocupaba en forma interina el puesto, quien luego presentó su renuncia, dando lugar a la situación que ahora nos ocupa. Es lógico, razonable, entendible y legal que el juez pueda designar de acuerdo a su criterio a alguien en forma interina hasta tanto se llame a concurso y se resuelva; la intención de esta norma es simple: no quedar el juzgado sin psicólogo ya que el concurso es algo que lleva su tiempo. El problema es que también se puede posponer-cajonear el llamado a concurso durante tanto tiempo (siete años en el caso inmediato anterior en este juzgado) que termina acumulando el interino años de antigüedad que difícilmente pueden equipararse en puntos en un concurso por los criterios que se emplean y que ahora pasaremos a considerar. ¿A quién decidió poner el juez al provocarse la vacante por renuncia de la antecesora? ¿A quien quedó segundo en el orden de méritos del concurso realizado? No. A otra persona, hasta el momento desconocida en el concurso por el cargo, que el juez elige de acuerdo a su criterio, tal como la ley se lo permite. En la ciudad de las casualidades se trata del Lic. Franco Carboni, hijo del Juez Sergio Carboni, quien participara como miembro del tribunal en el concurso anterior por este mismo puesto y de quien fuera secretario el Juez Rossi. O sea: justo coincide que la persona que el juez Rossi eligió entre los 86 psicólogos matriculados del departamento Gualeguaychú para ocupar el puesto como interino (¿será por considerarlo el más capacitado y con mayores antecedentes o que puede desempeñar mejor la función?) es hijo de su antiguo juez. En este caso, y por especial insistencia del Superior Tribunal de Justicia que en el mismo acto acepta la designación de Franco Carboni con la condición de llamar a concurso inmediatamente, no se pudo posponer este llamado y, entonces, el interino sólo pudo contar con seis meses de experiencia en el juzgado. De este modo llegamos al concurso que nos ocupa actualmente, en este Juzgado de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad, con un tribunal compuesto por el Dr. Carlos Rossi, la Dra. Alicia Vivian y el Dr. Mauricio Derudi, con quienes completamos el 100% en nuestra humilde ecuación: los jueces de Gualeguaychú muestran una tendencia notable a elegir parientes de jueces para los puestos técnicos. El tribunal otorgó el primer lugar al hijo del ex juez Carboni. ¿Cómo llega un profesional recibido en el 2007, con sólo seis meses de experiencia en el puesto, sin ningún tipo de capacitación específica anterior a su designación a dedo como interino, a ganar este concurso? Así llega: primero se convoca a concurso y se reúnen los antecedentes de los postulantes y luego, sólo luego y teniendo a la vista los antecedentes de todos, se modifican los criterios de evaluación. ¿Cómo se modifican los criterios? De una forma que se aleja cada vez más de la variable “elegir al más capacitado” para acercarse a la de “favorecer al Lic. Carboni” en un grado realmente llamativo: 1) Se fijó un tope de seis años para los puntos que acredita la antigüedad en la profesión. Para este tribunal un profesional con veinte años de experiencia es igual a uno con seis años de recibido. Casualmente el tope coincide con la antigüedad del lic. Carboni. 2) Los puntos por antigüedad en la profesión no distinguen antecedentes laborales sino que sólo computan los años de recibido. O sea: este tribunal no distingue entre un profesional que haya participado competentemente en trabajos en distintas áreas, con experiencia en salud, en educación, en la actividad privada o pública, que haya sido empleado, que haya tenido trayectoria académica, que haya tenido proyectos propios, etc. durante, por ejemplo, veinte años, de uno que se haya recibido hace seis años y se hubiera dedicado a mirar por la ventana. 3) No se otorgaron puntos a la participación en congresos, jornadas, cursos, etc. en calidad de disertante, pero sí como asistente. Vale decir que para este tribunal si hay dos personas en una conferencia, la que preparó la charla, la organizó, consiguió el aval de una institución académica que lo respalda científicamente y dicta la conferencia no amerita puntos pero quien lo escucha sí. Esta paradoja que en otro contexto nos parecería inimaginable se da efectivamente, ya que el Lic. Carboni recibió puntos por asistir a un congreso donde otro postulante disertó sin recibir puntos por ello. Puntos a Carboni por asistir, ningún punto para quien disertó. 4) Se plantea una entrevista personal y el tribunal se reserva el derecho de adjudicar puntos de acuerdo al único parámetro de su criterio: deciden cuántos puntos vale el desempeño del postulante en la entrevista basado en lo que les parece, en la impresión que tienen, en la intuición. No es un examen, no hay pruebas estandarizadas que permitan comparar desempeños, no hay evaluación objetiva de contenidos. ¿Adivina el lector qué postulante obtuvo mayor cantidad de puntos? Casualmente este objetivo tribunal consideró, entre los once postulantes, que la mejor entrevista fue la del Lic. Carboni. 5) Cada curso, jornada, etc. “directamente relacionada con la ley penal” otorga tres puntos; los que “atañen al ejercicio de la profesión” otorgan 0,15 puntos. Ahora bien, temáticas como violencia, adicciones o patologías de acción no se consideran “directamente relacionados”. Conclusión: un postulante ordinario necesita acumular 20 (veinte, sí, leyó bien) cursos de, por ejemplo, adicciones para equiparar en puntos a una (1) sola jornada de una tarde “relacionada con la ley penal”. De este modo el Lic. Carboni por su participación en 7 (siete) eventos científicos obtiene casi la misma puntuación que quien suscribe, con 49 (sí, leyó bien, cuarenta y nueve) eventos acreditados. 6) Por último, el tribunal omite en forma directa considerar algunos antecedentes. Están ahí, escritos, numerados para su ordenamiento, foliados... el tribunal no los ve, se le pasan por alto. Los doctores Rossi, Vivian y Derudi coinciden en no verlos. Podríamos seguir con los ejemplos pero la modalidad de funcionamiento a esta altura ya ha quedado en claro. Necesitamos Otra Cosa Otro funcionamiento, otra modalidad. Las instituciones, y entre ellas principalmente la justicia, necesitan personas que obren de un modo ético, nosotros necesitamos de esas personas. Sería sumamente necesaria para la salud de las instituciones la existencia de, al menos, un juez que alguna vez dijera “si, este psicólogo postulante es hijo de un juez de los tribunales locales, pero… ¿tiene los conocimientos, la experiencia y la capacidad para realizar correctamente la tarea que de él se espera o no?”. Sería muy necesaria para la salud institucional la existencia de un psicólogo que puesto ante una situación como la descripta piense “la verdad es que me interesa mucho este puesto y me convendría tomarlo, pero… ¿será correcto éticamente que yo tome ese puesto? ¿Soy la persona más capacitada para ello o me están convocando por algún otro motivo?”. Pagadores de favores, cobradores de sueldos, distribuidores de puestos, de privilegios, jubilados de lujo al retirarse, prepotentes impunes con el ciudadano común… necesitamos algo distinto, nos hace falta gente distinta. Nos hacen falta funcionarios que puedan poner en juicio las propias conductas y se pregunten “¿qué pasaría si todos hacen lo mismo que hago yo?” ¿Usted se dejaría operar por un cirujano cuyo mérito para conseguir el puesto en el hospital sea ser hijo de alguien? En la Justicia está obligado a aceptarlo. Imaginemos un mundo que funcione con este criterio: ingenieros viales construyendo puentes no por sus conocimientos sino por ser parientes del director de obra… Músicos del Colón elegidos por parientes… Maestros parientes que enseñen a los niños… Ninguna empresa podría funcionar así, ningún club, ninguna escuela. La justicia tampoco. Debería poder, si algún día necesito recurrir a la justicia, o si algún día la justicia me pide cuentas de mis actos, sentarme frente al juez o el psicólogo del juzgado pensando que por suerte me atiende alguien capacitado para el puesto, alguien que lo ha ganado con estudio, con dedicación, con vocación y con esfuerzo, y no alguien cuyo mérito sea ser hijo de, o amigo de o pariente de. Desearía no acordar con Sarmiento cuando decía que en la Argentina el amiguismo y la gauchada no iban a terminarse nunca. Podemos hacer algo y lo primero es contribuir al conocimiento de los hechos y las prácticas que habitualmente quedan en la oscuridad, que amparan a algunos y echan tierra sobre otros y que cotidianamente ocurren y no se conocen. Contribuyamos a saber quién es cada quien y tengamos una reacción al respecto con las herramientas a nuestro alcance. La denuncia, la impugnación, la apelación por los canales que corresponden a lo mejor no tienen el resultado esperado pero por lo menos la opinión pública debe tener conocimiento de cómo se dan las cosas, con nombre y apellido, así por lo menos uno sabe quién merece y quién no lo más preciado que podemos darle a otro: nuestro respeto. Así sabremos quién es quién y con qué cara tenemos que mirar a nuestro vecino. ANDRES MAZUR LIC. Y PROF EN PSICOLOGIA MP 417 DNI 22598554
Posted on: Sun, 30 Jun 2013 06:45:18 +0000

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