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"La medicina debe recuperar el alma" Cuando una persona entra en un consultorio, no sólo está llevando su cuerpo...¿son los médicos verdaderamente conscientes de esto? ¿buscan una conexión profunda con sus pacientes? ¿está la medicina perdiendo la dimensión humana? Por Marta García Terán Hace dieciocho años, el norteamericano Thomas Moore publicaba El cuidado del alma y conmovía profundamente a millones de personas que, inmersas en el materialismo y la cosificación de la persona, habían olvidado que nuestra esencia es el alma. Y que el dolor, el miedo o el fracaso forman parte de nuestra condición humana, y aceptar esto nos lleva hacia un camino de crecimiento. Aunque él no se lo esperaba, de inmediato empezaron a invitarlo a dar charlas en escuelas y asociaciones médicas para que aportara su visión a la salud; y mucha gente comenzó a escribirle para contarle que había leído su libro durante una enfermedad grave y que sus palabras le habían brindado alivio y contención. Con el paso del tiempo, Thomas se fue dando cuenta de que el cuidado del alma contribuía a la salud psíquica y física, enriquecía la vida y ayudaba a estar menos ansioso frente a las dificultades, en especial durante los tratamientos médicos o ante la muerte. No necesitó que nadie se lo contara: él mismo lo comprobó años más tarde, cuando, a raíz de un problema cardíaco, le hicieron una angioplastía y le colocaron dos stents: “Estoy agradecido por el excelente tratamiento que me dio el cardiólogo y por las habilidades de los cirujanos; fueron muy cálidos conmigo –contó–. Me habría gustado también que se hubiesen metido en toda mi vida y hubiesen podido ver a mi corazón como algo más que un órgano físico; pero la medicina está muy lejos de eso todavía”. Esta experiencia lo impulsó a pasar más de dos años visitando hospitales, hablando con médicos, enfermeras, personal administrativo y pacientes, para entender de qué manera el mundo de la medicina se relaciona con el alma: “Cuando una persona entra en un hospital o en un consultorio médico, no está llevando sólo su cuerpo. Eso es falso, es una ilusión. Un ser humano no es nunca sólo un cuerpo, y si no reconocemos la dimensión espiritual de esa persona, no estamos tratando verdaderamente la enfermedad”. A punto de publicar su libro Care of the Soul in Medicine (El cuidado del alma en la medicina), resultado de esta larga reflexión, este ex seminarista, músico y psicoterapeuta conversó con Sophia desde Estados Unidos para ayudarnos a entender por qué la medicina perdió de vista la dimensión humana. –Thomas, ¿qué significa para usted cuidar a los demás? –El cuidado es algo continuo, es un estar atento a la otra persona, lo que involucra el corazón. No es sólo un trabajo o una demostración de principios. El cuidado implica un sentimiento de conexión, de comunidad y, quizá, de empatía. “Cuidado” es una palabra interesante; suena demasiado suave y común como para tomarla seriamente, pero es un término muy importante. En El cuidado del alma, yo distingo el “cuidado” de la “cura”, porque si cuidamos continuamente el alma, no vamos a tener que responder todo el tiempo a una emergencia o a una enfermedad que necesita curarse. –¿Piensa que no estamos cuidando a los demás en todos los aspectos, y no sólo en la medicina? –En los tiempos modernos, no cuidamos demasiado nuestras casas, nuestro lugar de trabajo, nuestras ciudades, nuestros pueblos, nuestros hijos, nuestros matrimonios, y tampoco cuidamos la necesidad de tener una vida plena de sentido. –Hablando de los tiempos modernos… Usted dice que estamos viviendo “el mito de la ciencia”. ¿A qué se refiere? –Yo hablo de mitología más que de filosofía, porque un mito es una imagen profunda, parte de la narrativa cultural, que nos dice quiénes somos y qué hacemos. Hoy vivimos un mito que está centrado en la visión científica de la naturaleza de las cosas; es lo que llamo “el mito de la ciencia”. Tratamos a la ciencia como si tuviera la última palabra, casi como si fuera una religión. La ciencia es maravillosa, pero excluye muchas formas de conocimiento y de actuación, que no son científicas, pero sí muy importantes. Pienso que a la ciencia le tenemos que añadir una apreciación sofisticada del arte, de la imagen, de la poética y de la psicología profunda. Necesitamos un nuevo mito en el que la ciencia juegue un papel sólido, pero que no sea la medida de todo. –¿Cómo se vive ese mito en la vida cotidiana? ¿Qué descubrió durante los dos años que pasó visitando hospitales? –Como positivo, me llamó la atención la intensidad con la que los médicos y las enfermeras se preocupan por sus pacientes; los pacientes no suelen ver esto. Como negativo, me sorprendió encontrarme con un ambiente poco sofisticado para lo que debería ser un lugar donde se busca la sanación de una persona. Todos están muy centrados en la ciencia y en el tratamiento, y le prestan muy poca atención al entorno físico, a la experiencia humana enriquecedora o al carácter simbólico de un hospital y a cómo eso afecta al paciente. Por ejemplo, el significado de un delantal blanco o del estetoscopio alrededor del cuello. Hay aspectos del cuidado que no se tienen en cuenta. –¿Cree que lo que sucede en la medicina no es más que un signo de la cultura de nuestro tiempo? –Sí, creo que la tendencia a tratar a los pacientes como objetos físicos, en lugar de tratarlos como a personas, es parte de la cultura de nuestro tiempo. El siglo veinte creó una atmósfera de materialismo que hizo que la medicina pusiera el énfasis en la tecnología. Esto no está mal en sí mismo, pero llevarlo demasiado lejos puede generar una visión mecanicista de la medicina. Creo que hemos perdido de vista la dimensión humana. –¿Por qué cree que la perdimos? –Hoy en día, la medicina habla a menudo de la curación de toda la persona, pero no creo que en la práctica aplique la idea de lo que es una persona completa. Creo que una persona se compone del cuerpo, el alma, el espíritu, las relaciones y el mundo. Todos estos elementos están presentes y participan en la enfermedad, y las personas que curan podrían abordarlos en conjunto. Pero los médicos han sido educados desde el punto de vista moderno del tratamiento –productos químicos, máquinas, investigación y procedimientos estándar de medicina basada en evidencia–, y esta filosofía, que quizá tengan incorporada de una manera inconsciente, opera en las mentes y en los corazones de los profesionales y los lleva a ver a sus pacientes como objetos. –¿Nosotros, como pacientes, reclamamos que nos traten como seres humanos completos, mucho más que como simples cuerpos? –Muchos pacientes anhelan ser tratados como personas completas, pero pienso que tropiezan con las formas modernas de la medicina, que se acercan más a la ciencia pura, y terminan permitiendo que los traten como objetos. Un paciente tiene que afirmarse como una persona. No digo que lo haga de manera agresiva; quizá puede plantearlo de un modo más cálido y con humor. –Como usted dice, algunos encasillan a la medicina como una ciencia dura, separándola radicalmente de las humanidades; pero hay otros que afirman que es la más humana de las ciencias o la más científica de las humanidades… –En la historia occidental, y en diversas culturas tradicionales, la medicina ha estado profundamente ligada a las cuestiones espirituales y a la poesía. Hemos separado a la medicina de las humanidades. Si usted lee los escritos de Paracelso, el famoso médico de la Europa del siglo XVI, se puede ver una amplia visión filosófica y teológica de la medicina, junto con una práctica científica emergente. Me gustaría que la medicina tomara en cuenta seriamente el significado simbólico y la riqueza de las imágenes del cuerpo y de sus elementos, así como de la enfermedad. Podemos aprender mucho sobre el cuerpo y sus enfermedades a partir de la literatura y podemos imaginar a la medicina como un verdadero arte. –Platón, en El banquete, dice que el amor es anterior a la medicina. ¿Está de acuerdo? –En El cuidado del alma hice una fuerte declaración en favor del “cuidado” como una forma de amor. Creo que el cuidado es la energía y la emoción más primaria de la medicina. La palabra “terapia”, en su origen, significa “cuidado”. Creo que la terapéutica médica siempre debe empezar por el cuidado más que por la cura. Lo que cura a una persona, no sólo a un cuerpo, es el cuidado constante de una persona que hace un trabajo con amor. –¿El amor alivia el dolor? ¿Qué clase de alivio puede ofrecer un médico? –Gran parte del alivio puede venir de fuentes espirituales. Un médico puede ofrecer esperanza, incluso cuando el pronóstico no es bueno. No digo que tenga que mentir o desinformar, pero sí puede tener una mirada espiritual en la que cierta esperanza siempre es posible. Un médico puede cultivar una filosofía optimista en su vida y en su trabajo. Los sanadores budistas dicen que curan con su presencia y con lo que irradian. Si el médico irradia optimismo, el paciente se beneficia. Es parte de la curación. Ojo que no hablo del optimismo y de la esperanza de una manera liviana; son emociones fuertes y profundas. –Es cierto que una palabra equivocada, o una que no se pronuncia en un momento crucial de nuestra historia, puede hacer la diferencia. ¿Cree que los médicos entienden la importancia de una comunicación profunda con sus pacientes? –No. Creo que, en general, los médicos no toman conciencia de la importancia de su presencia o de sus palabras. Cuando se convierten en médicos, asumen un cargo o una posición, como si fueran funcionarios de un gobierno; ya no se sienten personas comunes. Sin embargo, sus palabras son poderosas y pueden ayudar al proceso de curación. Yo desearía que pudieran tener una verdadera formación para tratar a sus pacientes en un nivel más humano. Creo que no sería difícil. –¿Cree que evitan involucrarse emocionalmente con sus pacientes? –La mayoría de los profesionales de la salud sienten compasión por sus pacientes y algunos sienten empatía, pero no muestran demasiado sus sentimientos. Tienden a creer, erróneamente en mi opinión, que necesitan mantener sus emociones bajo control y no involucrarse con sus pacientes. Pero yo pienso que el tratamiento sería más eficaz si se permitiesen involucrarse, con verdaderos sentimientos, con conexiones más profundas, porque lograrían mejores resultados, podrían llegar más lejos. Y así traerían de vuelta el alma a su trabajo. –Entonces, ¿cómo viven los médicos el sufrimiento de sus pacientes? –En la enfermedad, nosotros sufrimos un dolor físico y emocional. Nos preocupamos por el futuro, por nuestra familia, por nuestro trabajo. Los profesionales de la medicina a veces actúan como si ellos fueran las personas sanas, y sus pacientes fueran los enfermos. El hecho es que todos somos susceptibles a la enfermedad; todos somos pacientes y todos somos sanadores. Podemos sanar a los demás de diferentes maneras, a veces con sólo ser amigo de una persona; y también podemos, y debemos, participar en nuestra propia sanación. La medicina moderna separa demasiado al paciente y al sanador. –Usted también opina que la medicina se ha secularizado. ¿Qué quiere decir eso? –Los antiguos griegos les rendían honor a varios dioses y diosas de la medicina y la salud, como Asklepios y Hygeiea. En la India se honra al gran Buda de la sanación, y en las sociedades tradicionales, la persona que se ocupaba de la medicina era algo así como que un chamán, un líder espiritual. Todo esto tiene sentido, porque la enfermedad posee un origen misterioso y afecta a la vida y la muerte. Nosotros abordamos la enfermedad como si se tratara de un fenómeno puramente físico y despreciamos la dimensión religiosa y espiritual. No creemos ni siquiera en el misterio; preferimos ver la enfermedad como un problema que debe ser resuelto. Sin embargo, nuestra humanidad incluye nuestra espiritualidad, y si ignoramos las dimensiones espirituales de la enfermedad, estamos deshumanizando a la medicina, la estamos secularizando. –¿Cree que es tiempo de repensar la manera en que tratamos la enfermedad? –Definitivamente. Creo que es tiempo de repensar la medicina y la forma en que tratamos a las personas que están enfermas. Todavía estamos atrapados en el mito moderno; aún creemos en la investigación y la tecnología. Los médicos, en especial, suelen ver algo supersticioso y peligroso en un movimiento que se salga de ese mito. Ese “mito de la ciencia” es el principal obstáculo para devolver el alma a la medicina. Hay ciertas señales de algún movimiento en esa dirección, pero es muy lento; creo que va a llevar muchas décadas hacer un verdadero cambio. Se necesita un cambio dentro de la sociedad, que tiene que alejarse del siglo veinte y de los valores materialistas. Tengo esperanzas y creo que es mucho lo que hoy podemos hacer para ir en esa dirección. Me gustaría ver focos de resistencia al mito dominante, que se experimente con un enfoque totalmente nuevo. No me refiero a criticar lo que la medicina moderna ha hecho, sino a ir más lejos y más profundo. Ya entramos en el siglo XXI y tenemos la oportunidad de explorar más la filosofía humana. Yo diría, más bien, la de evocar una nueva mitología, una narrativa profunda de un mundo más conectado, más espiritual y pleno del alma.
Posted on: Sat, 14 Sep 2013 19:10:11 +0000

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