La noche cayó sobre Managua, envuelta entre gritos de protesta de - TopicsExpress



          

La noche cayó sobre Managua, envuelta entre gritos de protesta de los ancianos que exigen la pensión, que por derecho constitucional les pertenece. La juventud estaba hombro a hombro en la lucha con ellos, aprendiendo de su experiencia y coraje. Nos despertaron del sueño que vivíamos. En primera fila con voz en alto pidiendo “que pase el agua”, nos encontrábamos los estudiantes de comunicación social de la UCA. Como gesto de protesta se puso un galón con agua en las manos de los policías para que fueran ellos que se la llevaran a los viejitos. Ninguno agarraba la botella. De repente todo cambio. La violencia por parte de los agentes, que guardan el orden público, se hizo presente y comenzaron a jalar a mis compañeros para dentro del cordón policial. No me percaté que era yo quien cruzaba ese mar de camisas azules hasta el momento que era pateado por ellos, durante el trayecto hacía el Cementerio San Pedro. Uno por uno se turneaban para golpearme. Caí y en el suelo todos ponían su bota en mi cuerpo. No sentía tanto el golpe por la adrenalina y la preocupación de que sucedería. “levántate hijueputa” gritaban. En la oscuridad del cementerio se encontraban las patrullas y ahí de nuevo fui agredido físicamente. Y no sólo yo, sino también a otros, a quienes habían apresado. “Me encanta la tortura, soy experto en torturar” decía un oficial, “van al chipote, donde lloró Fariñas” gritaba. Luego de otra tunda de golpes y la petición de datos fuimos traslados a dicho lugar. A la mente me vino como fueron torturados los mineros de Chontales. Y pensé en la posibilidad de no salir por largo rato. Éramos tratados como criminales de alta peligrosidad, como perturbadores de la paz. Nos requisaron y metieron en pequeñas celdas en parejas. Nunca se nos dijo cuál era el proceso que deberíamos llevar. Nunca nos permitieron una llamada a nuestros familiares. Eran las once de la noche y nosotros confinados en esas pequeñas celdas, el ánimo era fuerte porque sabíamos que detrás de nosotros estaban nuestros compañeros respaldándonos. Pero cada segundo también era de agonía al escuchar a otro encarcelado que lo desnudaban y lo requisaban. Fuimos traslados al Distrito Dos, nos dimos cuenta después, y ahí de nuevo nos pidieron todos nuestros datos y nos encerraron. Para dicha de nosotros había dos compañeros ahí detenidos por la misma lucha. Recuperamos el ánimo, pero no conciliamos el sueño ya que cada segundo era crítico. Golpearon la reja, nos alertamos. “Van para el chipote” dijo el oficial para darnos miedo. Nos daban la libertad, que ya era nuestra. Al salir del distrito una madre esperaba a su hijo con lágrimas en los ojos. Le pregunte a otro ¿Qué se siente la libertad? No hubo respuesta. Y es que en mi país ya no existe.
Posted on: Sun, 08 Sep 2013 16:07:57 +0000

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