La palabra culture [cultura] solía referirse a ciertos géneros - TopicsExpress



          

La palabra culture [cultura] solía referirse a ciertos géneros de entretenimiento elevados, como la poesía, la ópera o el ballet. El otro sentido más familiar -«la totalidad de los patrones de conducta, las artes, las creencias, las instituciones y todos los demás productos del trabajo y el pensamiento humano transmitidos socialmente»- sólo tiene cien años. Este cambio de significado es uno de los legados del padre de la antropología moderna, Franz Boas (1858-1942). Las ideas de Boas, como las de los principales pensadores de la psicología, tenían sus raíces en los filósofos empiristas de la Ilustración, en este caso en George Berkeley (1685-1753). Berkeley formuló la teoría del idealismo, según la cual las ideas, y no los cuerpos ni otros trozos de materia, son los constituyentes últimos de la realidad. Después de diversos avatares demasiado enrevesados para exponerlos aquí, el idealismo terminó por influir en los pensadores alemanes del siglo XIX. Lo abrazó el joven Boas, un judío alemán de familia secular y liberal. El idealismo permitió a Boas sentar una nueva base intelectual para el igualitarismo. Las diferencias entre las razas humanas y los grupos étnicos, proponía, no proceden de su constitución física, sino de su cultura, un sistema de ideas y valores que se extienden mediante el lenguaje y otras formas de conducta social. Las personas difieren porque difieren sus culturas. En efecto, así es como debemos referirnos a ellas: la cultura esquimal o la cultura judía, y no la raza esquimal o la raza judía. La idea de que la cultura es la que configura la mente sirvió de baluarte contra el nazismo y era la teoría que se debía preferir por razones morales. Boas escribió: «Digo que, mientras no se demuestre lo contrario, debemos presumir que todas las actividades complejas están determinadas socialmente, no son hereditarias» (24). [(24) Citado en Degler, 1991, pág. 148.] La teoría de Boas no era una simple admonición moral; se basaba en descubrimientos reales. Boas estudió a los pueblos nativos, los inmigrantes y los niños de orfelinatos para demostrar que todos los grupos de seres humanos tienen el mismo potencial. Pensando en Jespersen, demostró que las lenguas de los pueblos primitivos no eran más simples que las de los europeos, simplemente eran distintas. La dificultad del esquimal para distinguir los sonidos de nuestra lengua, por ejemplo, equivale a nuestra dificultad para distinguir los sonidos de la suya. Es verdad que muchas lenguas no occidentales carecen de recursos para expresar determinados conceptos abstractos. Es posible que no tengan palabras para referirse a números superiores al tres, por ejemplo, o que no dispongan de palabra alguna que signifique la bondad en general, en oposición a la bondad de una persona concreta. Pero estas limitaciones sólo reflejan las necesidades cotidianas de esos pueblos en su forma de vivir la vida, y no una debilidad de sus capacidades mentales. Como Sócrates, que hacia alcanzar conceptos filosóficos abstractos a un joven esclavo, Boas demostró que podía conseguir de un nativo kwakiutl, del Pacífico noroccidental, palabras nuevas para denominar conceptos como «bondad» y «lástima». Observó también que cuando los pueblos nativos entran en contacto con la civilización y adquieren cosas que se deban contar, inmediatamente adoptan todo un auténtico sistema de cálculo (25). [(25) Boas, 1911; agradezco a David Kemmperer los ejemplos.] Pese al énfasis que ponía en la cultura, Boas no era un relativista que pensara que todas las culturas son equivalentes, ni un empírico que creyera en la Tabla Rasa. Consideraba la civilización europea superior a las culturas tribales, e insistía únicamente en que todas las personas son capaces de alcanzarla. No negaba que pudiera existir una naturaleza universal, o que pudiera haber diferencias entre las personas de un mismo grupo étnico. Lo que le importaba era la idea de que todos los grupos étnicos están dotados de las mismas capacidades mentales básicas (26). Tenía razón en esto, algo que hoy aceptan prácticamente todos los científicos y estudiosos. [(26) Degler, 1991; Fox, 1989; Freeman, 1999.] Pero Boas había creado un monstruo. Sus discípulos llegaron a dominar la ciencia social estadounidense, y cada generación superaba a la anterior en sus histriónicas declaraciones. Sus alumnos insistían en que no sólo las diferencias entre los grupos étnicos se deben explicar desde la perspectiva de la cultura, sino que todos los aspectos de la existencia humana se deben explicar desde esta misma perspectiva. Por ejemplo, Boas había defendido las explicaciones sociales mientras no se demostraran falsas, pero su discípulo Albert Kroeber las propugnaba independientemente de las pruebas. «No se puede admitir -decía- que la herencia haya desempeñado papel alguno en la historia (27).» En su lugar, la cadena de acontecimientos que configuran a un pueblo «implica el condicionamiento absoluto de los sucesos históricos por otros sucesos históricos» (28). [(27) Citado en Degler, 1991, pág. 84.] [(28) Citado en Degler, 1991, pág. 95.] Kroeber no se limitaba a negar que la conducta social se pueda explicar por las propiedades innatas de la mente. Negaba que se pueda explicar por cualquier propiedad de la mente. Una cultura, decía, es superorgánica -flota en su propio universo, libre de la carne y el hueso de los hombres y las mujeres reales-: «La civilización no es una acción mental, sino un cuerpo o una corriente de productos del ejercicio mental [...]. La mentalidad está relacionada con el individuo. Lo social o cultural, por otro lado, es en su esencia no individual. La civilización como tal empieza sólo donde termina el individuo» (29). [(29) Citado en Degler, 1991, pág. 96.] Estas dos ideas -la negación de la naturaleza humana y la autonomía de la cultura respecto a las mentes individuales- las articuló también el fundador de la sociología, Emile Durkheim (1858-1917), quien había prefigurado la doctrina de la mente superorgánica de Kroeber: Cada vez que un fenómeno social se explica directamente con un fenómeno psicológico, podemos estar seguros de que la explicación es falsa [...]. El grupo piensa, siente y actúa de forma distinta a como lo harían sus miembros si estuvieran aislados [...]. Si al intentar explicar los fenómenos empezamos por el individuo, no podremos comprender nada de lo que ocurra en el grupo [...]. Las naturalezas individuales son meramente el material indeterminado que el factor social moldea y transforma. Su contribución consiste exclusivamente en unas actitudes muy generales, en unas predisposiciones vagas y, por consiguiente, plásticas (30). [(30) Durkheim, 1895/1962, págs. 103-106.] Y formuló una ley para las ciencias sociales que iba a citarse a menudo en el siglo siguiente: «La causa determinante de un hecho social se debe buscar entre los hechos sociales precedentes, y no entre los estados de la conciencia individual» (31). [(31) Durkheim, 1895/1962, pág. 110.] Así pues, tanto la psicología como las otras ciencias sociales negaban que la mente de las personas individuales fuera importante, pero a partir de ahí siguieron direcciones distintas. La psicología desterró por completo entidades como las creencias y los deseos, y las sustituyó por entidades mentales como los estímulos y las respuestas. Las otras ciencias sociales situaron las creencias y los deseos en las culturas y las sociedades, no en la cabeza de las personas individuales. Las diferentes ciencias sociales convenían también en que los contenidos de la cognición -ideas, pensamientos, planes, etc.- en realidad eran fenómenos del lenguaje, una conducta manifiesta que cualquiera podía oír y escribir. (Watson proponía que «pensar» realmente consistía en unos pequeños movimientos de la boca y la garganta.) Pero sobre todo compartían una aversión hacia los instintos y la evolución. Destacados científicos sociales declaraban repetidamente que la tabla era rasa: «Los instintos no crean las costumbres; las costumbres crean los instintos, pues los supuestos instintos de los seres humanos siempre son aprendidos y no innatos».[ELLSWORTH FARIS (1927)] — Steven Pinker (official), La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana (2002).
Posted on: Mon, 07 Oct 2013 12:20:00 +0000

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