La segunda cosa que quiero decir, es que creo que siempre he sido - TopicsExpress



          

La segunda cosa que quiero decir, es que creo que siempre he sido un buen padre. Tanto por acciòn como por omisiòn. Para esto es necesario reiterar que nunca he sido un santo. Sòlo he tenido tres hijos con mi Esposa. Pero varias mujeres me pidieron un hijo, unas amantes, y otras sòlo admiradoras. Pero a todas siempre les dije que nò. Porque en extremo machista como soy, siempre les dije que mis hijos son sòlo mìos, independientemente del vientre que los haya parido. Yò, Amo con todo a mis hijos. Los tres que tengo, y los que pude haber tenido que no quise. Mi Padre me tuvo antes que cumpliera sus primeros veinte años de edad, y cuando yo iba a nacer èl atendiò a mi madre de ese parto, en su casa, sin ningùn conocimiento ni ayuda de ningùn tipo al respecto. Al fìn nacì y mi Padre me recibiò en sus manos. Cuando me casè con mi Esposa, la verdad tuve miedo de convertirme en padre, y hacerme cargo de una vida. Para ese momento, a mis escasos 21 años de edad,yo era un hombre culto, con muchos conocimientos sobre todas las cosas. Luego todo un funcionario regional de Hacienda, con jurisdicciòn en cuatro estados de la repùblica. Estaba capacitando a dos estados del paìs, Querètaro y Michoacàn. Estaba lidiando con otros grupos de delincuentes del paìs, que me enviaron un cheque en blanco para que yo le pusiera la cantidad. En ese momento, tambièn estaba proyectando dos leyes fiscales federales del paìs. Debìa ser un hombre muy seguro de mì mismo. Y por supuesto que lo fuì. El proyecto de esa leyes federales, aconteciò en las semanas previas al sismo de 1985 en la ciudad de Mèxico. Yo tenìa que ir todos los lunes y martes de cada semana a un edificio de la calle de Izasaga de esa ciudad, en el piso 15. Terminamos todo, los proyectos de Ley, reglamentos, manuales, etc. Sòlo faltaba hacer la glosa, y quisimos dejarla para la semana venidera. Pero el director del laboratorio central propuso que la hicièramos el ùltimo dìa, para que yo no tuviera que ir de nueva cuenta a la ciudad de Mèxico. Pues habìa estado llendo por las ùltimas 16 semanas. Asì lo hicimos. Y eso me salvò la vida. Pues de haberlo hecho como lo habìamos planeado originalmente, habrìa muerto en ese temblor, ya que ese edificio colapsò hasta el piso nùmero diez. Lo que quiero decir, es que he vivido muchas cosas a lo largo de mi vida, y me he enfrentado a todas ellas con toda ecuanimidad y sin temor ninguno. Sin embargo, y a pesar de lo que comento, no tuve el valor de mi padre, para a mi vez, ser padre. Pasaron siete largos años para que por fìn me decidiera a ser padre. Y cuando sucediò, me convertì en un super padre. Los tres hijos que he tenido son algo ùnico y especial. A ellos he dedicado mi vida entera, y hasta el màs insignificante de mis pensamientos. Con ellos se ha agotado todo lo que soy, porque requiere esfuerzo, imaginaciòn, Amor y emociòn sin lìmites. Poresa razòn no tengo màs capacidad para tener otro hijo con otra mujer que no sea mi Esposa. Para abreviar, sòlo les comento que mis hijos estando muy pequeños, yo les contaba cuentos ejemplares, primero para protejerlos, y luego para hacerles conscientes de la realidad. Les decìa que no se debìa jugar con nada que pique, corte o queme. Serìa muy prolijo referir todo ello, asì que sòlo les digo unos ejemplos. Les contaba cuentos ejemplares que yo me inventaba o parodiaba. Los narraba, y hasta los actuaba, y a veces hasta les cantaba. Asì les contè el cuento de Caperucita Verde de Celaya. Era una niña de catorce años de edad, su abuelita se enfermò, y la mamà le dijo a la niña que debìa llevarle a su abuelita de comer. La niña, le decìan asì, porque usaba una chamarra verde con gorro. La mamà de caperucita puso la canasta de comida, en la que habìa dos mega hamburguesas de seis centimetros de radio, doble carne y diez centìmetros de tocino, un tapa arterias, un toper de medio kilo de papas fritas, otro con un cuarto de pepinillos pikle, y una cocota de tres litros. Caperucita vivìa en Los Laureles y su abuelita en Jardines, es decir al otro extremo de la ciudad. Caperucita abordò su moto honda elite 380, y corriò echa una raya por todo el boulevard. Porque no querìa que las hamburguesas se enfriaran ni la coca se calentara. En tanto, la abuelita resfriada, estaba en su cama viendo televisiòn. Cuando en eso llego un fulano al que le decìan el lobo. Se metiò a su casa, la golpeò un poco ¿dònde habrè oìdo algo asì?. En ese momento llega a la casa de la abuelita caperucita verde, la puerta està entreabierta, y como sabe que significa eso llama a alguièn. El cuento dice que se aparece un leñador, pero como les dije a mis hijos, ¿què cosa harìa un leñador en Celaya?, como no sea cortar los postes de telèfono que son de madera. Claro que nò, se aparece la policìa, entra en la casa y somete al lobo, lo esposan y le dìcen: tienes derecho a guardar silencio, porque de lo contrario todo lo que digas puede ser usado en tu contra... Se trata de hacer entender que un cuento, a esos años de edad, es muy bonito, pero que tiene un trasfondo de realidad. Luego le cuento el de Pedrito Godines Pèrez, otro cuento que tiene què ver con el no tomar medicinas del ropero. Tambièn es muy ejemplar. Mi hijo mayor tiene 27 años de edad, y aùn està estudiando. Voy a dejarlo a la escuela, y cuando sale voy a recogerlo. Porque no quiero que le pase nada. Como presumì en otra ocasiòn, mis dos hijos mayores son tercer lugar nacional en Tae Kwan Do, ambos los he adiestrado en el uso de armas de fuego. No quiero terminar este escrito sin referir algo que le sucediò a un maestro de un amigo muy cercano de mi hijo mayor. Un dìa, de hace como un año, un maestro muy diestro en artes marciales del mejor amigo de mi hijo, iba circulando en pulguita volkswagen por una calle de Celaya. En eso le salen dos tipos, ambos de menos de 20 años de edad, lo quieren asaltar, le piden el relog y el celular. El maestro se niega y les pone una chinga de Dios es padre. Los asaltantes terminan en el hospital. Pasaron los meses, y un dìa, la esposa del maestro, como a eso de las siete de la noche le dice que los pañales se terminaron, porque tenìan una hijita de como tres meses de edad. El maestro sale de su casa en el vocho para ir al super a comprar los pañales. En el semàforo primero de su casa lo estaban esperando los dos jòvenes asaltantes, ni tiempo le dieron de verlos, porque esos tipos le dispararon directo a la cabeza. El maestro muriò al instante. Nunca llegaron los pañales a casa. Dos dìas despuès el amigo de mi hijo le comunicò la noticia. Con ello tambièn quedò trunco el torneo siguiente en Irapuato. Una viuda jòven, una huèrfana recièn nacida, y un muerto por nada. Si Lucero hubiera sido mi hija, nunca le hubiera sucedido nada como eso. Pues si yò guardo entre algodones a mis hijos varones, imàginense còmo guardarìa a una hija. Muy guardados son mis hijos, pero tambièn muy machos. Sì señor.
Posted on: Sat, 02 Nov 2013 05:39:58 +0000

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