Le tomé aprecio y respeto simplemente porque era Le tomé - TopicsExpress



          

Le tomé aprecio y respeto simplemente porque era Le tomé apreció simplemente porque era una de esas personas simpáticas, sensibles, responsables, exitosas y felices que andan por la vida haciendo sentir bien a cualquiera que se le para enfrente sin ocultar ni ostentar su propia felicidad, compartiéndola con alegría y sencillez. Eligio era médico, fue migrante. Era el hijo pródigo que puso a su madre una moderna lavandería para hacerla sentir productiva en su vejez. Era hermano y tío protector. Era el esposo leal y trabajador de una señora hermosa, simpática como él. Padre de dos adolescentes estudiosos, clavados en la tecnología. No tenía vicios. Era inteligente, informado y rocanrolero. Tuvo una farmacia donde puso un cíber que pronto desplazó a los analgésicos y los dentífricos. El negocio familiar era un nítido reflejo de sus dueños: siempre limpio, ordenado, fresco, eficiente, funcional; si estaba con sus chicos eran tres chavos en acción, sí con su esposa eran dos cómplices organizados hasta para bromearte y sí estaba sólo no había cliente que escapara a sus bromas, siempre sorprendentes, ágiles, directas. No perdía tiempo en chismes, ni daba mayor importancia a la política pero su opinión importaba e influía. Atendía a los residentes y visitantes extranjeros en inglés. Hasta en su ausencia mantenía su presencia en la simpatía de sus cuidadosamente seleccionadas empleadas, adolescentes, estudiantes, guapas y simpáticas, pero además, en su propia ausencia se veía el respeto que tenía por convivir con su familia. Cuando murió mi primo, apareció en el sepelio con su esposa como una de esas presencias que son como un bálsamo de compañía y tranquilidad cuando tienes un duelo. Llegó sin ningún aspaviento, con su natural sencillez pero su entrada fue notoria como cuando todos notan que alguien importante ha llegado. Durante el cortejo caminó con el ataúd de mi hermano por elección sobre sus hombros. Su muerte fue repentina. La última vez que lo vi fue hace unas dos semanas. Llegué temprano a su cíber. ¿Buenas, qué dice esa buena vida?, saludé. Como siempre, trabajando. Por eso digo, mano, si sólo tú la gozas. Pasé varias horas posteando en la página de Signos, para ustedes. Apenas lo percibía a ratos en su trajín incansable, escuchando las noticias y el mejor rock &/ roll que puedes escuchar en ningún cíber. Hasta que vienes a trabajar, me dijo a la salida. Cuesta atender cuatro mil contactos en Faceboock, presumí. Estoy en su funeral. Alguien me pregunta en zapoteco ¿Dónde quieres ir? (el nombre de mi programa de radio comunitaria con el que muchos me saludan y honran a la vez). Pus yo queriendo y aquí el amigo que se adelanta, respondo. Tengo pena y dolor. Sé que lo extrañaré porque justo su muerte me revela que me era entrañable. Duelen los lamentos de la madre y la viuda, su llanto, su rostro demacrado; el profundo desconcierto de los chicos. Duele pensar las duras noches de soledad y desespero que les aguardan, los obligados y duros cambios de roles que tendrán que asumir, la incertidumbre que les angustiará. Pero ella es fuerte, ellos inteligentes y son una familia unida. Ella encontrará en su naturaleza de madre toda lo que le hará falta para sobreponerse y salir avante. Ellos tendrán que pasar por ese duro proceso de madurez forzada echando mano de los viejos y sabios consejos y valores que su padre supo sembrar en sus vidas. Es que se murió el papá de esos niños, ¿Por qué, mami?, pregunta una nena. Al paso del cortejo, un viejito humilde que corta hierba se descubre la cabeza en señal de respeto. Yo me echo en hombros su ataúd. No pesa, lo que cala son los filos. Y no, no estoy llorando, nomás se me está escurriendo la tristeza. Nos vemos Doc. Seguro!, lo escuchó decir.
Posted on: Wed, 24 Jul 2013 01:36:11 +0000

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