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Lectura correspondiente Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir Por lo general todos hacemos cálcu-los y comparaciones. Analizamos las ventajas y desventajas de una determinada acción; miramos cuánto prometió aportar nuestro vecino en la campaña de recaudación de fondos, o si las comidas que otras personas traen para compartir son mejores que la nuestra. Jesús sabe que sus discípulos también hacen comparaciones, pero los invita a revisar sus cálculos. Por supuesto las “dos moneditas” de la viuda no pueden compararse con las ofrendas de los ricos, pero Jesús insiste en que ella dio más porque era todo lo que tenía. La diferencia principal no era cuánto dio ella, sino cuánto le quedó para vivir. Este es el cálculo que demostraba su profunda confianza en la providencia de su Padre celestial. De un modo sutil, los acaudalados que echaban grandes sumas de dinero en el cofre probablemente pensaban que de esa forma Dios los seguiría haciendo prósperos, porque lo pensaban con un sentido de retribución proporcional, es decir, Dios les daría a ellos según lo generosos que ellos fueran. Por contraste, esta viuda sabía que había un abismo entre ella y Dios y que dependía de él para su subsistencia: su vida, su salud, su familia, su comida, su techo, sus talentos. Todo lo que ella era y todo lo que ella tenía lo había recibido de Dios, de modo que todo le pertenecía a Dios. No tenía ilusión alguna de ser capaz algún día de darle al Señor lo que él realmente merecía ni retribuirle por su gran bondad. Pero el hecho de darse cuenta de esto no le hacía desmerecer su valor personal; todo lo contrario, se sentía colmada de gratitud, y la generosidad que demostró le hizo sonreír a Jesús. Así que, sigue haciendo comparaciones si quieres, pero no pierdas el tiempo comparándote con alguien que puede haber recibido mucho menos o haber dado mucho más que tú. Más bien, contempla lo muy generoso que Dios ha sido contigo. No te ha negado nada, ni siquiera a su Hijo unigénito. Medita en ese gran amor, deja que penetre en tu alma y que inspire tu propia generosidad. No trates de calcular cuánto tienes que ofrecerle al Señor; simplemente dale todo lo que puedas. “Cristo Jesús, mi Señor y mi Dios, sé que tú amas al que da con alegría, y también sé que tú has sido inmensamente generoso conmigo. Por eso, hoy, por gratitud, te doy mi corazón.” Daniel 1, 1-6. 8-20, (Salmo) Daniel 3, 52-56
Posted on: Tue, 26 Nov 2013 01:05:46 +0000

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