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Lecturas del 10-7-13 (Miércoles de la Semana 14) y Reflexión del Evangelio SANTORAL: Santa Verónica de Julianis Lectura del libro del Génesis 41, 55-57; 42, 5-7a. 17-24a Cuando también los egipcios y el pueblo sintieron hambre, y el pueblo pidió a gritos al Faraón que le diera de comer, este respondió: «Vayan a ver a José y hagan lo que él les diga.» Como el hambre se había extendido por todo el país, José abrió los graneros y distribuyó raciones a los egipcios, ya que el hambre se hacía cada vez más intensa. Y de todas partes iban a Egipto a comprar cereales a José, porque el hambre asolaba toda la tierra. Así llegaron los hijos de Israel en medio de otra gente que también iba a procurarse víveres, porque en Canaán se pasaba hambre. José tenía plenos poderes sobre el país y distribuía raciones a toda la población. Sus hermanos se presentaron ante él y se postraron con el rostro en tierra. Al verlos, él los reconoció en seguida, pero los trató como si fueran extraños y les habló duramente. E inmediatamente, los puso bajo custodia durante tres días. Al tercer día, José les dijo: «Si quieren salvar la vida, hagan lo que les digo, porque yo soy un hombre temeroso de Dios. Para probar que ustedes son sinceros, uno de sus hermanos quedará como rehén en la prisión donde están bajo custodia, mientras el resto llevará los víveres, para aliviar el hambre de sus familias. Después me traerán a su hermano menor. Así se pondrá de manifiesto que ustedes han dicho la verdad y no morirán.» Ellos estuvieron de acuerdo. Pero en seguida comenzaron a decirse unos a otros: «¡Verdaderamente estamos expiando lo que hicimos contra nuestro hermano! Porque nosotros vimos su angustia cuando nos pedía que tuviéramos compasión, y no quisimos escucharlo. Por eso nos sucede esta desgracia.» Rubén les respondió: «¿Acaso no les advertí que no cometieran ese delito contra el muchacho? Pero ustedes no quisieron hacer caso, y ahora se nos pide cuenta de su sangre.» Ellos ignoraban que José los entendía, porque antes habían hablado por medio de un intérprete. José se alejó de ellos para llorar. Palabra de Dios. SALMO Sal 32, 2-3. 10-11. 18-19 (R.: 22) R. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; entonen para él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones. R. El Señor frustra el designio de las naciones y deshace los planes de los pueblos, pero el designio del Señor permanece para siempre, y sus planes, a lo largo de las generaciones. R. Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R. X Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 1-7 Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.» Palabra del Señor. Reflexión El evangelio de hoy muestra como Jesús reclama a los doce apóstoles, a quienes acaba de elegir, para que salgan a cumplir su nueva tarea. Este envío a misionar en un anticipo de la misión que el Señor les de después de su Resurrección, cuando les dice: “Vayan prediquen el Evangelio, hagan discípulos a todas las naciones. Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” En esta primera misión apostólica el Señor envía a los doce a anunciar que el Reino de Dios está cerca. Ellos vivirán para dar testimonio de Cristo, para difundir su doctrina, y hacer partícipes de su salvación a todos los hombres. Para hacer que los hombres conozcan más y más a Jesucristo, con un conocimiento que no se contente sólo con la fe, sino que se convierta en obras de vida. La Iglesia es la continuadora en el tiempo de la obra de Jesús, y tiene la misma misión que el Señor encomendó a los apóstoles. El mismo Cristo nos anunció: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”. No se refería el Señor a una vida en la tierra cómoda y sin dificultades. Vino a liberarnos principalmente de aquello que nos impide alcanzar la vida definitiva: vino a liberarnos del pecado y a permitirnos alcanzar el Reino de Dios. Así también nos da la posibilidad de superar las múltiples consecuencias del pecado en este mundo: la angustia, las injusticias, la soledad. La Iglesia tiene como misión llevar a todos los hombres a la salvación eterna. Pero no por eso se desentiende de las tareas humanas. La Iglesia urge a todos sus miembros a que no dejen de tomar conciencia de la raíz donde provienen todos los males, y a que luchen para poner remedio a tantas injusticias, que luchen para superar las condiciones de postergación que sufre tanta gente. Pero no debemos olvidarnos que la Iglesia de Cristo somos todos nosotros. No solamente los sacerdotes y las religiosas. Entonces, esta misión de predicar el Evangelio, de difundir el Reino de Dios, de hacer conocer a Jesús en nuestro medio, pero también, de ayudar a nuestros hermanos más necesitados, de luchar para que se superen en nuestra sociedad tantas injusticias, esta misión es nuestra misión. Es la misión a que Jesús nos invita hoy a todos nosotros. Pidamos a María, a ella a quién invocamos como Reina de los Apóstoles, que nos fortalezca en nuestra tarea de difundir el Reino de Dios entre los hombres.
Posted on: Wed, 10 Jul 2013 08:12:33 +0000

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