Los Salmos en la existencia de Jesús Jesús participó con - TopicsExpress



          

Los Salmos en la existencia de Jesús Jesús participó con frecuencia en las peregrinaciones al Templo y escuchó desde pequeño el canto de los Salmos. Gracias a la repetición de los mismos podía muy bien conocerlos de memoria. Además, el modo especial de relación que mantenía con Dios en su oración personal ("¡Abbá, Padre!") daba resonancias particulares a su recitación de los Salmos, según los temas que en ellos se iban tocando. Las disposiciones interiores que nos hacen vislumbrar los consejos que dio en el sermón de la montaña, en las parábolas y en otros lugares, hacen pensar que no concedía el mismo valor a los Salmos de confianza en Dios que a algún que otro pasaje que, para exigir justicia, daba paso a los deseos de venganza: "Recuerda, YHWH, contra los edomitas, el día de Jerusalem, cuando ellos decían: "¡Arrasadla! ¡Arrasad hasta sus cimientos!". ¡Ciudad de Babel, la devastadora, feliz el que te devuelva el mal que nos hiciste! ¡Feliz el que tome a tus hijos y los estrelle contra las rocas!" (Sal 137,7-9). Este texto ha sido directamente eliminado de la oración litúrgica cristiana. Tampoco a las imprecaciones: "que mis acusadores se cubran de oprobio, y la vergüenza los envuelva como un manto" (Sal 109,29). Más bien, la oración de Jesús debía corresponder a sus propios consejos: "Bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os maltraten" (Lc 6,28). Por consiguiente, debemos pensar que su rezo de los Salmos suponía un complemento de sentido e incluso eventualmente una rectificación de ese sentido, en función de su experiencia interior. El complemento de sentido tenía que ver con la preocupación que Jesús manifestó hacia los pobres y los atribulados y la bienaventuranza que proclamó en favor de ellos. En su nombre podía rezar aquellos Salmos que traducían su aflicción y sus desdichas: el "Yo" de esos Salmos conservaba en los labios de Jesús la dimensión comunitaria y solidaria. ¿Cómo comprendería los antiguos Salmos reales? La lectura judía los había transformado en una celebración anticipada del Mesías esperado. Seguía apegada a ellos la esperanza judía, pero la inspiración interior de Jesús era de otro orden. Las representaciones simbólicas de la victoria de Dios sobre el mal de los hombres bajo sus diversas formas mantendrían su valor a sus ojos, pero no le correspondería a él ser el artífice de esa victoria por medios políticos, como se imaginaban los partidarios de la violencia, que no faltaban en los ambientes galileos. Por eso ofrecerá en los milagros el signo de que el Reino había llegado ya: "Si yo expulso a los demonios con el poder del Espíritu de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a vosotros" (Mt 12,28). Los relatos de los Evangelios, con sus descripciones tan detalladas de los episodios de la vida de Jesús, nos reflejan de manera concreta y objetiva las vivencias interiores de Jesús. En la medida que el lenguaje de los Salmos es utilizado para presentar gráficamente estas vivencias, podemos aproximarnos a los sentimientos que inspiraban en Jesús la recitación de esos Salmos. Si el Sal 2 evocaba a cualquier judío la promesa hecha por Dios a David y a sus descendientes y su cumplimiento definitivo en el Mesías esperado, a Jesús le evocaría su misión personal de parte de Dios manifestada en su bautismo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección" (Lc 3,22). Si el Sal 91 expresaba la seguridad de cualquier creyente que se confía a la protección divina, ese sentimiento se presenta de un modo muy especial en los momentos de prueba de la vida de Jesús. Él no se deja arrastrar de un modo imprudente e irreflexivo por esa seguridad, a pesar de su confianza en que el Altísimo "dará órdenes a sus ángeles para que ellos lo cuiden, y que ellos lo llevarán en sus manos para que su pie no tropiece con ninguna piedra" (Lc 4,10-11). Si el Sal 40 era una acción de gracias hecha pública y documentada por escrito, en boca de Jesús, según la carta a los Hebreos en la versión de los LXX, expresaría su disposición total para hacer la voluntad divina hasta la inmolación de su cuerpo: "Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has preparado un cuerpo" (Heb 10,5).
Posted on: Thu, 12 Sep 2013 20:40:18 +0000

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