Los Supremos fallaron. Nada cambia, siempre fué así con los fallutos. Solamente que esta vez tuvieron que dar, descaradamente, la cara. Negro sobre blanco, la verdad puede ser dura, pero siempre es buena. Esta Corte Suprema ha estado desde siempre seteada y reseteada por el poder dominante, es parte de la corpo judicial free-tax (no pagan impuestos como nosotros), auto controlada, autojustificada, autogratificada (se fijan solitos los sueldos y, de paso ¿han visto los montos conque se jubilan los del poder judicial?), autoelegida y autoelogiada. Pero que se proclama independiente. ¿Independiente?... puede serlo del Ejecutivo y del Congreso, o sea de los representantes del pueblo (y, peor aún, independiente de los pobres). Pero se comporta eficiente y sumisa, diligente y expeditiva, con medidas que protejan al poder económico establecido. En 1983, con la reinstauración de la Democracia, el Poder Ejecutivo y el Congreso cambiaron. Los supremos no sólo no cambiaron, tampoco renunciaron, ni fueron presos, ni se los denunció, a pesar de haber prestado su vergonzoso "Servicio de Justicia" al Proceso, habiendo jurado obediencia a su espúreo estatuto. No movieron un pelo ante los gravísimos delitos que cotidianamente ocurrían, durante mucho tiempo. Se borraron, como Casildo. El juez Fayt, arquetipo del amigo-acomodado, tiene 95 años, está vencidísimo, según la fecha que figura en el código de barras que la Constitución les pega a los Supremos. Debió dejar el cargo a los 75. Está podrido, acelerada su podredumbe por el íntimo y cotidiano contacto con otro corrupto, J. C. Escribano, su apadrinador, directivo de La Nación que está casado con Margarita Fayt, su hermana. Aunque era sabido, nos hacía falta la comprobación empírica. Da bronca, pero es algo bueno.
Posted on: Wed, 19 Jun 2013 17:21:11 +0000
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