Los exámenes finales de Derecho en la UDEP eran algo diferentes. - TopicsExpress



          

Los exámenes finales de Derecho en la UDEP eran algo diferentes. Mientras en Ingeniería, Administración, Información y Educación se deban pruebas escritas, en la Facultad de Derecho la suficiencia académica de cada curso se sustentaba con un examen oral. Era casi un ritual, el alumno entraba al aula en donde estaba el Jurado, escogía de un repositorio dos, tres o cuatro balotas y se dirigía a la parte posterior del aula para preparar su esquema, mientras el alumno que había entrado antes que éste rendía su examen, pues ya había pasado esa parte del ritual. Dicho esto, cada vez que acababa el ciclo, los chicos de la Facultad desempolvábamos nuestros ternos y las chicas sus satres y juntos nos preparábamos para desfilar de uno en uno ante los profesores de la materia. Demás está decir que las noches anteriores eran largas e inacabables. Solos o en grupos, los alumnos aglutinábamos cuadernos y libros, separatas y resúmenes, casos y jurisprudencia, para prepararse bien. En mi caso yo juntaba todas las fotocopias que había sacado de las mejores alumnas y les gorreaba las separatas y hasta los cuadernos a los mejores alumnos. Las noches previas a los exámenes las dedicábamos a un extraño culto, el del saber, el de aprender y el de refutar. Eran noches de puras tesis, síntesis y antítesis, de largas discusiones y de disipación de dudas. En la casa de Koky Alva se reunían algunas de las mentes más lúcidas de nuestra generación: Roberto Burneo, César César Augusto Orrego Azula, Jorge Alva Inga, Víctor Baca y, por supuesto Yo, que no sólo les gorreaba los apuntes o las separatas, sino también las ideas y las discusiones. Si hubiéramos grabado cada noche de aquellas tendríamos tratados de Derecho muy valiosos. LLegado el día del examen, todos nos montábamos en el Toyota Tercel de Koky y nos dirigíamos a la Universidad con nuestra arma secreta en la maletera, la Guitarra acústica de Koky, quien además de un excelente alumno era un eximio guitarrista. En los pasillos de la Udep los alumnos transitaban repasando sus apuntes y sus libros, en un viaje circular que sólo acababa cuando los llamaban para demostrar su capacidad. Ya que el llamado era en orden alfabético, Koky era uno de los primeros en dar su examen y apenas culminaba (siempre con buenos resultados), iba a su carro por nuestra calmadora, su guitarra. Volvía al pasillo con ella y bajo la escalera nos poníamos a arrancar melodías mientras esperábamos el llamado, de Baca, Burneo, Córdova y los demás que se plegaran. Uno a uno íbamos desfilando,abandonando el grupo sólo para dar el examen y volviendo cuando habíamos acabado. Nuestros compañeros de la facultad nos miraban con algo de sorpresa mientras cantábamos suaves baladas y algunos nos preguntaban si no sentíamos nervios. Las amigas más cercanas nos animaban a dar una última repasada y yo les contestaba invariablemente Alia iacta est (la suerte está echada) entre estrofa y estrofa. Cuando todo acababa, entonábamos nuestro himno de esas épocas, esa vieja canción del Tri que cada vez que la escucho trae a mi memoria a ese grupo de amigos entrañables de quienes aprendí más Derecho que del propio Carnelutti o Savigny: Compartimos el mismo anhelo compartimos el mismo cielo compartimos el mismo tiempo y el mismo lugar. fuimos parte de la misma historia ibamos en la misma prepa yo siempre fui una lacra y tu eras del cuadro de honor. Las piedras rodando se encuentran y tu y yo algún día nos habremos de encontrar mientras tanto cuidate y que te bendiga dios no hagas nada malo que no hiciera yo. Encendimos el mismo fuego competimos en el mismo juego compartimos el mismo amor y el mismo dolor. La vida nos jugó una broma y el destino trazo el camino para que cada quien se fuera con su cada cual. Las piedras rodando se encuentran y tu y yo algún día nos habremos de encontrar mientras tanto cuidate y que te bendiga dios no hagas nada malo que no hiciera yo...
Posted on: Fri, 02 Aug 2013 23:33:21 +0000

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