"Los sucesos de El Callao y el uso de los patriotas - Parte II: La - TopicsExpress



          

"Los sucesos de El Callao y el uso de los patriotas - Parte II: La sublevación" - Por Esteban D. Ocampo En la nota anterior vimos el contexto y comenzamos a delinear los motivos de la sublevación de la División de los Andes en las fortalezas de El Callao, el 5 de febrero de 1824. Recordemos rápidamente los motivos: - Pago de la deuda que se tenía con los efectivos de la División y el poder retornar a sus patrias. - Mejora en las condiciones de acuartelamiento, trato y comida. Esos fueron los motivos de la sublevación, que sin embargo tuvo ocasión de producirse, por la acción de los sectores políticos enfrentados entre sí que querían llegar al poder. Es decir, usaron un reclamo legítimo por parte de aquellos hombres para alcanzar el poder. El 5 de febrero de 1824 estalló la sublevación en El Callao, por parte de un grupo de cabos y sargentos que habían sido ya engañados por los agentes de Torre Tagle, quien quería sublevar al Ejército, entregarlo en manos realistas y así hacerse del poder. Ahora bien, la gota que rebalsó un vaso terriblemente lleno, fue el pago de parte de la deuda que se tenía con los efectivos de la División de los Andes (en total eran 5 meses los adeudados), pero sólo con los oficiales y no la tropa. Esto sucedió el día anterior, y fue la señal que permitió realizar el movimiento. Un movimiento que según el plan político de Torre Tagle, debía ser la señal para que los otros Cuerpos del Ejército que estaban fuera de El Callao, pudieran plegarse y llevarlo a él al poder. Esto mismo, lo señala el Coronel Dulanto: “(…) Mientras en el Norte ocurrían estos sucesos, Torre Tagle y Berindoaga en el Sur, en unión de los enemigos de la Patria, apresuraban la completa ruina del Ejército que tenían á sus órdenes, haciéndolo revolucionar para entregarlo á los Españoles; y nombraron agentes comisionados cerca de los distintos cuerpos para que efectuáran los movimientos insurreccion: al efecto, hicieron bajar á la capital al Rejimiento de Granaderos montados que se hallaba acantonado en Cañete: del mismo modo se le pasó órden al Coronel Nobajas que mandaba el Rejimiento Peruano de la Guardia, compuesto de tres escuadrones y acantonado entre Chancay y Supe, para que inmediatamente que estallase la revolución de los Castillos y Granaderos montados, hiciera revolucionar los escuadrones de su mando, conduciéndolos á Lima, para ponerlos á disposición de los Españoles, como estaba convenido..." [1] Los cabecillas del movimiento eran los Sargentos Dámaso Moyano y Oliva [2], quienes inmediatamente apresaron a los oficiales patriotas junto con el Intendente de la Fortaleza, el General Rudecindo Alvarado. Pero, ¿había algún plan? ¿qué acción se llevaría a cabo?. No habían pensado absolutamente en nada. Lo único que se les ocurrió fue pedir que se saldara la deuda con ellos, alrededor de cien mil pesos, y que se les permitiera la vuelta a su patria. Esa era la única realidad, pero que va de la mano con el testimonio del Coronel Dulanto quien dice que el Coronel español Casariego (agente de Torre Tagle) preso en las Casas Matas, convenció de la Sublevación a estos hombres y que a los oficiales patriotas, si bien estarían de acuerdo con el movimiento, "era preciso arrestarlos para que no se opusieran al movimiento, lo que ocasionaría desgracias, y se trataba de evitarlas, puesto que no debía ocasionar ninguna consecuencia funesta ni para la Patria ni para los Gefes y oficiales." [3] Rápidamente el General Enrique Martínez intentó movilizarse para terminar con lo que sucedía en el Callao. Acompañado por el General Cirilo Correa, el Coronel Félix de Álzaga, y unos veinte granaderos a caballo, se acercó al Callao. Al momento de realizar este movimiento fue recibido por fuego graneado desde la fortaleza, y ante la amenaza que presentaba la salida de patrullas desde ella, se vió obligado a emprender la retirada. Sin embargo, todavía se podía solucionar el problema... El Capitán Estanislao Correa, quién había sido jefe del Sargento Moyano, es destacado para parlamentar con los sublevados. A su vuelta, da cuenta que los únicos motivos que animan a estos sublevados son los reclamos por los sueldos atrasados. Pero advierte también, que si no se atiende inmediatamente a sus solicitudes, los prisioneros españoles en las Casas Matas pueden tornar la situación de una forma irreversible. Lo que ignoraba Correa es que los oficiales españoles ya tenían el control de la Fortaleza, aunque no estuvieran fuera de sus calabozos. El General Necochea es el próximo elegido para parlamentar con los del Callao. Su prestigio y el cariño que toda la tropa le tenía, lo ponían como al único capaz de reestablecer la situación. Acompañado por el Coronel Olazábal y por el Ministro Alzaga, se dirige al Callao. Las posiciones son fijadas en la nueva entrevista. La respuesta la misma: cien mil pesos y la seguridad de permitir a los sublevados dirigirse a Chile, entregando así los castillos y las armas. El gobierno peruano se comporta con una lentitud y parsimonia tal, que van precipitando los acontecimientos. A esto se le suma la mala decisión del General Martínez, el cual pretendía aprovecharse de la buena fe de los sublevados para cuando estos se entregaran, y mandarlos a fusilar antes de llegar a Chile. Necochea se opone a la medida que planeaba Martínez, pero este último ordena a Olazábal que vea a Moyano y le exija el cumplimiento de sus promesas antes de la entrega del dinero. Moyano, ofuscado apresa a Olazábal y manda una nota en la cual pide que “cesen los parlamentarios y venga el dinero”. A su vez agrega: "... Hago presente que inmediatamente que entre a este Castillo el dinero que se ha pedido, estarán los castillos y la tropa de la división de mi mando, a disposición de VSH. Dámaso Moyano, 6 de febrero...” Aún se podía llegar a una solución, pero el Coronel Casariego desarrolla una hábil maniobra y logra volcar la balanza a favor de su causa. Muy elocuentemente señaló todo aquello que les esperaba, resaltando el castigo que indudablemente los patriotas tenían para ellos y sus soldados. Por otra parte se encargó de mostrarles las alegres perspectivas que el Ejército Real tenía para ellos y sus hombres. Tanto es así que Moyano por ejemplo, fue nombrado Brigadier General y Conde de los Castillos (El Callao). Al día siguiente, la situacción cambió por completo. Cuando el Capitán Correa se encontró con Moyano, lo encontró muy rencoroso, desconfiado y dispuesto a ir por todo. El respeto que mantenía por el oficial patriota se perdió, y muy dolorido le mostró una carta en la cual el General Martínez le escribía al capitán del barco que habría de llevarlos a Chile. En ella se aconsejaba aprender a los sublevados, devolverlos a tierra y fusilarlos inmediatamente. Las cartas ya estaban echadas. No había más que hablar. Dice Dulanto: "(…) Asustados Moyano y Oliva de su obra, y de los resultados que podría traerles una reacción, se sometieron al Coronel Casariego para que dirijiese por sí los actos posteriores; en consecuencia, este dispuso, que todos los Gefes y oficiales del Ejército Español que estaba prisioneros en Casas Matas, se pusieran en libertad, encerrando en la prisión que dejaban á los Gefes y oficiales patriotas, y que se pusiese en la puerta de ella dos cañones cargados á metralla y con mechas encendidas al mando de algunos oficiales españoles; y que el sargento Oliva, á quien ya había hecho Casariego Coronel, al mando de los 100 hombres de su confianza con algunos Gefes españoles que habían estado prisioneros, se encargasen de la custodia de los patriotas, y que al menor movimiento que hiciesen, se les arrasase á metralla y bala de fusilería. Tomada esta medida, dispuso que se enarbolara la bandera española en los torreones, haciéndose una salva general; algunos sarjentos y soldados conocieron el engaño que se les había hecho, pretendieron verificar una reacción, pero descubierta, fueron fusilados inmediatamente por Moyano, á quien Casariego había hecho Brigadier y Conde los Castillos." [4] La sublevación estaba consumada, y la División ya formalmente pasaba al bando realista desde el momento en que se hizó el pabellón español en los torreones de El Callao. Sin embargo, hay que destacar que desde que se inició el movimiento, muchos hombres arrepentidos o que no estaban de acuerdo con el mismo, habían escapado de la Fortaleza y vuelto a las posiciones del Ejército patriota. También, ya ha quedado señalado en el artículo del Coronel Dulanto, que muchos otros habían sido fusilados por Moyano y los complotados. Dice el General Martínez en comunicación al Gobierno de Buenos Aires: "...me contraje a promover una reacción entre los sublevados sin perdonar medio alguno de seducción, porque Casariego ya había dado la cara aceptando el Gobierno de las Fortalezas mientras Moyano se había hecho reconocer por General en Jege. Hasta el 9 trabajo sin cesar; en esa noche las tropas de la Guarnición juraron obediencia al Rey y el 10, en la mañana enarbolaron la Bandera Española. Es de notar en este acontecimiento que de las tropas viejas de los Andes apenas se hallaban cien hombres entre los mil rebeldes; el resto constaba de negros reclutados en las Haciendas del Perú..." No por capricho he remarcado la última oración de esa comunicación, ya que la misma está sustentada en las distintas reorganizaciones que se habían hecho con las tropas de la División de los Andes desde la salida de San Martín del Perú y el arribo de Bolívar. Recordemos lo señalado en la nota anterior: "(...) Sin embargo, las penurias que debieron soportar eran de todo tipo. Las bajas que habían tenido durante todos estos años de lucha nunca fueron debidamente cubiertas, siendo muchas de éstas ocupadas por negros esclavos salidos de las plantaciones del Perú; hombres que otros cuerpos no aceptaban entre sus filas y que eran obligados a entrar en los Batallones Veteranos del Ejército de los Andes. Esta actitud nunca se había dado en tiempos de San Martín, quien en lugar de colocar negros en los Batallones Veteranos, supo aprovecharse de sus aptitudes combativas creando unidades completas con ellos y de muy positivos resultados en las distintas campañas. [5] A todo esto se sumaba que muchos de los mejores veteranos (oficiales, suboficiales y soldados) fueron sacados de estos cuerpos para formar la base de las nuevas unidades peruanas. Si bien, esto podría considerarse como un premio a su valor, dañaba muchísimo la identidad de los cuerpos y la de éstos bravos soldados..." [6] Si bien los cabecillas de la sublevación eran veteranos del Ejército de los Andes, el componente de los Cuerpos de la División no lo era completamente, por lo cual hay que remarcar muy bien este punto, para no manchar la gloria de aquellos hombres que engañados en sus reclamos fueron usados por la ambición de los políticos y sus ansias de poder. Claro está también, que hombres como el General Enrique Martínez no ayudaron a que estos sucesos fueran resueltos, mucho más al ver su carta en la cual solicitaba fueron fusilados todos. Pero también, hay que señalar que no todos los Veteranos de aquella División se sublevaron o mantuvieron esta acción que los sucesos transformaron en una traición (desde el momento en que juraron fidelidad al Rey): Antonio Ruiz, conocido como el Negro "Falucho", de guardia al pie del pabellón del “Río de la Plata”, al no estar de acuerdo con la sublevación murió gritando: ¡Viva Buenos Aires!, y sin duda, abrazando a su bandera la misma que supo defender hasta ese último momento. Ante el alboroto que se produjo, otro patriota hizo su intervención. La tradición y la historia no quisieron que su nombre también quedara perpetuado, así como el de Antonio Ruiz, “el nunca bien ponderado Falucho”. Los únicos datos que se rescatan, nos muestran a un sargento del Regimiento Río de la Plata ocultando la bandera muy celosamente. Como último deseo, antes de morir, se la entregó a su esposa y ella cumplió con el deseo de este sargento de devolverla a la patria que lo había visto nacer, y en la cual por los sucesos del Callao, se había vuelto traidor a ella. En 1826, este glorioso Pabellón, testigo de todas las campañas del Ejército Libertador, retornaba a Buenos Aires... retornaba a su tierra... Si bien dije que esta nota estaría dividida en dos partes, resta una más en la cual veremos qué papel le cupó a los Escuadrones de Granaderos a Caballo; cuál fue su accionar; qué sucedió cuando se encontraron con el engaño; y cómo es necesario por el historial de Gloria de ese Cuerpo, no mancharlo con supuestos y conclusiones apresuradas. Pero para mañana. Hoy, a quedado nuevamente claro el uso que se hizo de esos hombres, y el engaño ante un reclamo justo. Por Esteban D. Ocampo NOTAS [1] “Comercio” (número 6,891) y reproducido en “El Album de Ayacucho”(Colección de los principales documentos de la guerra de la independencia del Perú, y de los cantos de victoria y poesías relativas a ella, redactada por el Capitán de Caballería José Hipólito Herrera en 1862, páginas 130 a 133. Citado en "Granaderos, Libertad y Gloria - Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo "Grl San Martin" - 1820 a 1826 - Campañas de Perú y Ecuador", Capítulo XI, pág 190-191 [2] Moyano era Sargento de la Compañía de Granaderos del Batallón Río de la Plata. Con relación a Silva, el Coronel Martinez Zuviria señala que era porteño sin agregar mayores datos. [3] “Comercio” (número 6,891) op. citado. [4] “Comercio” (número 6,891) op. citado. [5] Para ejemplo podemos citar la creación del Batallón N° 8 de los Andes por parte de San Martin antes de iniciar la Campaña sobre Chile. Este Cuerpo fue remontado con reclutas negros provenientes de las provincias de La Rioja y Catamarca, y que originalmente iban a ser destinados a los Escuadrones 1 y 2 de Granaderos a Caballo. [6] Ocampo, Esteban D. "Granaderos, Libertad y Gloria - Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo "Grl San Martin" - 1820 a 1826 - Campañas de Perú y Ecuador", Capítulo X, pág 185-186.
Posted on: Tue, 08 Oct 2013 18:27:58 +0000

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