Los universitarios En la UAA, siembra de buena - TopicsExpress



          

Los universitarios En la UAA, siembra de buena semilla Héctor de León No tiene ni vuelta de hoja: cuando se siembra la buena semilla, los frutos buenos se multiplican. Esto se aprecia con toda objetividad y magnitud, con la semilla que sembraron los pioneros que crearon la Universidad Autónoma de Aguascalientes hace cuatro décadas. Las cifras reflejan los beneficios para una sociedad: 30 mil profesionistas egresados de sus aulas; una población actual de 15 mil estudiantes, dos mil académicos y un mil 500 administrativos que se preparan en los espacios universitarios, principalmente en Ciudad Universitaria, Campus Sur y dos preparatorias, que son un lujo para aprender las disciplinas científicas que sirvan de palanca y alcanzar mejores niveles de vida, con una mayor justicia social. Tenemos que situarnos en un mejor ángulo -el optimista, el positivo-, para valorar que Aguascalientes ha cambiado sustancialmente para bien, sin dejar de mirar los grandes rezagos que atan y laceran a un importante número de personas que luchan por sobrevivir en el día a día. La visión de Aguascalientes que se tenía hace cuatro décadas se ha cumplido en parte, y gran culpa de los atrasos han sido originados por las políticas gubernamentales equivocadas, y por nosotros mismos, simples mortales, que no nos hemos puesto en nuestro rol de ciudadanos responsables y exigentes. En una retrospectiva, originada por la presentación del libro “Cuatro décadas”, que trae a cuento una memoria colectiva, nos permitió reflexionar acerca de nuestra Universidad, desde la perspectiva que surgió de aquel modesto, pero importante Instituto de Ciencias, que durante 106 años sirvió para impartir los niveles de secundaria, preparatoria y algunas carreras técnicas. Su asiento fue por más de un siglo el claustro conventual que fundaron los franciscanos, un hermoso edificio que es un tesoro arquitectónico de la ciudad. La Ciudad Universitaria que se erigió en la parte norte de la urbe en 1974, en terrenos del ejido Los Pocitos, en donde primero se proyectaba la construcción de instalaciones de la Zona Militar, en pleno llano, con límites al norte del Club Campestre; al oriente unas cuantas casas de la colonia Fátima, al poniente, pero más alejado, el ejido, y al sur las obsoletas instalaciones del rastro municipal. Y como les gusta decir a los políticos, la Universidad fue “el detonante” del desarrollo de la zona, cuando el significado de la palabra detonante se relaciona con ruido, atronador, ensordecedor, nada que vaya en el sentido de crecimiento, pero en fin. Los primeros estudiantes que tuvo la Universidad permanecían apiñonados en el edificio central y la construcción contigua que había sido la escuela primaria “Miguel Alemán”. El primer edificio que se construyó en la ahora espléndida Ciudad Universitaria, daba albergue a tres pequeñas aulas y las oficinas del Centro Biomédico. A las afueras se plantaron los primeros árboles, de la especie de “palos bobos” que todavía siguen produciendo sus flores hermosas. Desde luego que hablo de lo más simple y sencillo sobre nuestra Universidad, y es que su complejidad requiere de otro tipo de análisis. Un dato duro lo ofrecen los números, las estadísticas que engloban 40 años de historia y se tienen que tomar como índices importantes del progreso que ha alcanzado la Universidad Autónoma de Aguascalientes: Población estudiantil: 1973: 2,324. 2013 15,013. Personal docente: 1973: 198 docentes, 7 de tiempo completo, 0 de medio tiempo, 191 por asignatura. 2013: 1,877 docentes, 433 de tiempo completo, 169 de medio tiempo, 1,275 de asignatura. Personal administrativo: 1973: 94. 2013: 1,040. Acervo bibliográfico: En 1972: 6,873 volúmenes y en el 2013: 338,693 volúmenes. Distribución de áreas físicas: 1972: 20 aulas, 2 laboratorios, 2 talleres. 2013: 155 Módulos, 437 aulas, 203 laboratorios, 48 talleres. Programas educativos: 1973: 11 programas, 0 posgrados, 6 de pregrado, 5 de educación media superior. 2013: 93 programas, 22 posgrados, 68 de pregrado, y 3 de educación media superior. Proyectos de investigación: 1973: 0. 2013: 155. Y así, hasta el infinito. En una opinión personal, y como testigo de más de cuatro décadas desde que nuestra alma mater lo era el Instituto de Ciencias, si tomo en cuenta el tiempo de alumno, que no de estudiante, hemos sido injustos con innumerables personas que entregaron su vida a la Universidad, y no me refiero únicamente a los cuadros directivos o profesores, sino que también con aquellos personajes que desempeñaron los más modestos oficios como los de conserjes, jardineros, secretarias, auxiliares técnicos o jefes del nivel medio, los que desaparecen como arte de magia en la historia institucional. Tengo presentes los recuerdos de aquellos viejos conserjes del Instituto, como don Tirso, don Tereso, don Manuel o don Agustín, que por sus años que ahí vivieron y conocieron a jóvenes estudiantes que en el recorrer del tiempo, y después de concluir sus estudios profesionales, preferentemente en la Universidad Nacional Autónoma de México –aquí me pongo de pie y hago una reverencia-, algunos regresaban como maestros para luego ocupar los puestos de dirección; sin distingos de clases sociales, se hablaban de tú con los viejos conserjes, y es que los viejos eran sabios por la Universidad de la vida y no dudaban en llamar la atención a los estudiantes que hacían tal o cual cosa. Es inolvidable mirar, aunque sea en el recuerdo, los diálogos entre don Tereso o don Tanilo, que se hablaban de tú con el entonces rector del Instituto, don Álvaro de León Botello, un médico militar que infundía respeto entre los alumnos, sobre todo cuando llegaba investido de militar y con pistola al cinto, o los intercambios con otro flamante rector como lo fue Carlos Ortiz González, el bien recordado Campeón, único rector del IACT que tenemos la dicha de que siga entre nosotros. ¡Cuántos recuerdos y anécdotas en tan pocos personajes! Pero la mata siguió dando sus frutos y grandes vivencias con los primeros rectores de la Universidad, todos ellos hijos del Instituto, en un historial enriquecido que le dio alma e impulsó la Universidad en aquellos años; tiempos inolvidables que compartimos los universitarios en los periodos del contador público Humberto Martínez de León, doctor Alfonso Pérez Romo, doctor José Manuel Ramírez Isunza o del licenciado Efrén González Cuéllar. Me han preguntado acerca de los momentos clave, los más distinguidos en la trayectoria de cuarenta años de la UAA. Han sido tantos, que se conformarían gruesos volúmenes en el recuento de sucesos, porque a diferencia de los acontecimientos políticos, dejan más la enseñanza y el aprendizaje en diversas ciencias; las enriquecedoras experiencias profesionales y de vida, de un gran filósofo o un destacado científico en ingeniería, química o computación, que transforman para bien las mentes jóvenes, y por supuesto, con ese aval moral que alcanzan las universidades. Como en las grandes victorias que narra la historia, en el caso de la UAA, los triunfadores son los egresados que significan el que la Universidad haya cumplido a cabalidad con su misión trascendental, que para eso surgió este modelo de institución en el mundo a partir del siglo XII. Tal vez ni siquiera los mismos universitarios nos hemos dado cuenta perfecta del valor que tiene y alcanza una institución de su calidad moral, única en el planeta, que comienza abaratarse con los mercachifles que ahora hacen de la educación su modus vivendi y otras tantas especies que medran dentro de las universidades. Bien lo diría el gran Palillo: “Pulpos chupeteadores”…
Posted on: Tue, 26 Nov 2013 04:11:41 +0000

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