Luis Herrero lo intentó una y otra vez. No lo consiguió. A mí - TopicsExpress



          

Luis Herrero lo intentó una y otra vez. No lo consiguió. A mí el fútbol no me interesaba y por más que me cantara la liturgia del estadio y otros presuntos alicientes siguió sin interesarme. Federico fue más práctico. Al poco de ser nombrado director de La linterna, me invitó a acompañarlo al palco del Real Madrid. Decliné amablemente la invitación y no insistió más porque debió llegar a la conclusión intachable de que mis obligaciones como director no incluían la de ver partidos de balompié. En mi lugar, fue Nacho Villa que desempeñaba muy bien las funciones de director de informativos de la COPE y que luego sustituyó a Federico en La mañana aunque ahí ya no resultó tan bien. Ha terminado de director de la televisión de Castilla-La Mancha y es que no cabe duda de que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Pero no nos desviemos. A mí el fútbol me trae sin cuidado y, como cuento con cierto detalle en mis memorias, ni mi padre logró aficionarme durante la infancia. Hoy, sin embargo, asistí a un encuentro de fútbol en Dallas, Texas. Dejemos claro desde el principio que se trataba de fútbol americano – ése lo soporto al menos – y que jugaba el equipo de la universidad de mi hija. Ya sólo acercarse al estadio constituyó todo un ritual. Una infinidad de chicas rubias, guapas, con vestidos cortos y botas de vaquero se apresuraban a llegar al estadio acompañadas de sus padres. Este año amenazaba con llover menos, pero había también menos gente que el año pasado. Quizá el encuentro revestía menos interés. Sinceramente, lo ignoro. Cuando llegué hasta la localidad, comprobé que el asiento estaba mojado por algún chubasco previo. A diferencia de la temporada anterior, estaba prevenido. Deposité la bolsa de plástico que llevaba en la mano en el banco y me senté arrancando una sonrisa divertida de la madre de una familia negra que había detrás de mi. Cuando, unos diez minutos después, comenzó a llover y yo saqué de esa misma bolsa un impermeable amarillo y me lo puse, la misma negra se desternillaba. Razones tenía por mi aspecto, ciertamente, pero, a juzgar por las palabras que me dirigió, lo que le provocaba la risa es que resultara tan prevenido. No era para menos teniendo en cuenta que el año anterior me había empapado y había pagado las consecuencias durante varios días. Como yo me temía, al principio, el equipo visitante le dio una somanta a SMU de abrigo. No esperaba yo que ganara, pero sí me entretuvo la liturgia. Las animadoras jovencísimas, de uniformes rutilantes y movimientos gimnásticos; la banda que acompañaba cada tanto con los compases de una canción; el pony que cruzó el campo pacíficamente acompañado de estudiantes cuando SMU marcó… todo era limpio, ordenado, hasta elegante. No escuché insultos, nadie increpó a los árbitros, no hubo una persona que mirara mal a los otros. Ni siquiera se jaleaba a los propios equipos más allá de unos aplausos corteses y comedidos. No lo sé, a lo mejor cuando juegan los Dallas cowboys recuerdan a la madre del árbitro, los aficionados se miran mal y se aprovechan la menor oportunidad para hacer política a costa del deporte. Quizá, pero no tengo esa impresión. A lo mejor es que los americanos saben vivir el deporte como deporte que es negocio y entretenimiento, pero no más porque consideran que convertir un estadio en lugar de manifestaciones políticas es una profanación y que los que lo hacen, igual que los que insultan al árbitro o a los jugadores, son unos indeseables a los que no debería permitirse el paso por el terreno de juego. Quizá, ya se sabe que los americanos son un poco raros. Después del partido, fuimos a comer mi hija y yo con otra familia que nos acompañó al estadio. Creo que no comentamos el partido más de dos minutos y disfrutamos de la comida tranquilamente. Luego, ya en el apartamento, la señora de la otra familia puso un CD de Kenny Rogers y yo me puse a contar las mismas historias que relataba en Camino del sur – sí, llevo unos días que da la sensación de que el recuerdo me persigue – y hablamos de Dottie West y de Johnny Cash y de Linda Rondstadt y de tantos otros disfrutando de la música y de las anécdotas. Tranquila, sosegada, plácidamente. Decididamente, los americanos son muy raros. Quizá por eso me siento tan a gusto con ellos.
Posted on: Sun, 06 Oct 2013 00:41:30 +0000

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