MADDIE (Parte 7 ) _ Maddie, ¿Dónde estás? –preguntó - TopicsExpress



          

MADDIE (Parte 7 ) _ Maddie, ¿Dónde estás? –preguntó entrando Maddie... otra vez se nombraba a la maldita muñeca que había sido testigo del crimen. Axel no la había visto detrás de su esposa hasta después de fallecer. "Si tan sólo fuese alguien con vida, la enviaría a la cárcel, porque ambos sabemos que yo no he sido el asesino.", se dijo en su interior considerando que estaba al borde de la locura. La vena que había crecido en su frente le deformaba la cara casi tanto como su cicatriz, dentro de ella, corría su sangre homicida furiosa y vertiente como la de la cabeza de Maia. Se dio la vuelta y cerró la puerta de un golpe, ni siquiera se dio cuenta que estaba actuando, hasta parecía verse afuera de él mismo, desconociéndose como persona. Tomó con fuerza el cuerpo de Maia y lo metió bajo la cama. Gotas de su helado sudor cayeron en el ínterin. El puño de su hija golpeó la puerta. _ Mamá, ¿Maddie está allí contigo? –Preguntó desconociendo lo que ocurría detrás de la puerta El atlético estado de Axel lo había beneficiado en aquél momento, sólo tardó unos segundos en esconder el cuerpo de su madre. Luego, movió la cómoda hacia delante para que ésta quede encima del charco de sangre. Respiró hondo y abrió la puerta. Edith lo vio y le causó asco verlo en ese estado. Lucía traspirado, despeinado y agitado. Pero cuando vio que tenía a la muñeca en su mano la tomó rápidamente y se olvidó del tema. Dio media vuelta y se fue de nuevo hacia la hamaca. _ ¿Dónde estabas? –Se le escuchó decir Me dijiste que ibas al baño y terminaste en el cuarto de mamá... La palabra "mamá" resonó en su mente junto con otra que desde hacía varios minutos evitaba afrontar: Criminal. Pidió faltar al trabajo esa tarde por motivos de salud, confesó que no le importaba el monto de dinero que le descontarían de su sueldo el próximo mes por ello. Lo que haría en el correr del día no lo pensó mucho, estaba demasiado choqueado como para poder realizar sus acciones con claridad. Primero, esperó que su hija se duerma, tan profundamente como acostumbraba a hacerlo. Sacó del fondo de la casa una enorme hoja de plástico grueso, con la que envolvía las vigas y otros elementos que había comprado para la reformación del hogar y la llevó hacia el lugar del crimen. La colocó sobre la cama de una plaza y recostó a su esposa encima, tapándola después con una manta roja. Acto siguiente, la limpieza total e impecable del lugar. Mientras trapeaba no dejaba de pensar en el hecho de que su hija ya no vería más a su madre. No tuvo necesidad de mentirle, por alguna razón no le había preguntado dónde se encontraba su madre que no había visto en todo el resto del día. Cada lágrima que derramaba en el piso, era eliminada con el agua enjabonada que liberaban las cuerdas del trapeador y que se mesclaba con la sangre espesa pegada en los tablones. Cuando terminó, hizo lo más difícil. Mientras todo secaba, envolvió como a un enrollado al cadáver en el plástico y con las puertas de la habitación, de la entrada y de la camioneta abiertas, se transportó con rapidez y sigilo con su mujer en los brazos, rogando a la suerte no encontrarse con Edith despierta. Cuando quiso acordar, estaba en el asiento delantero con la mano en la llave, comenzando a llevar a su esposa al rio más cercano, a unos dos kilómetros de allí. Si la suerte lo acompañaba, no lo atraparían. El rio corre fuerte y desemboca en una cascada de piedras, sabía que era un indigno adiós hacia el cuerpo de su mujer, pero debía elegir entre eso y pasarse toda la vida en la cárcel. La próxima imagen que tenía de sí, era su cuerpo recién bañado, acostado en la cama matrimonial, sin mover un sólo musculo, sin creer lo que acababa de pasar ese día. No supo cuándo se durmió, pero cuando quiso acordar, el sol ya se había asomado por completo desde el frío horizonte. Se desperezó con sus parpados congelados, para él solo habían pasado unos minutos, su cuerpo no tenía muestras de sentirse descansado y necesitaba estarlo para afrontar todas las mentiras que debería formularle a la policía para no ir preso, se tomaría todo el día para pensar bien en eso y a la noche llamaría a las autoridades para anunciar la extraña desaparición de su mujer. Se sentó en la cama y abrió los ojos. Gritó del susto. El reloj casi marcaba las ocho de la mañana, era imposible que Edith ya haya despertado. Justo al lado de su cama, estaba Maddie parada, como si sus pies de plástico estuviesen clavados en el piso a través de la alfombra color roja. En la casa había un silencio que le producía un leve zumbido en sus oídos, luego se escucharon unos pasitos secos que provenían del pasillo. Era Edith. Entró a la habitación con un rostro inentendible, sus ojos lucían apagados y artificiales, como si por ellos hubiese perdido la esencia de su vida. Estaba vestida con su camisón blanco de cama y se veía media perdida. _ ¿Edith? ¿Estás bien, pequeña? –le preguntó su padre, como si en su cabeza no tuviera ningún problema por el que preocuparse. Ella no respondió al instante. Luego, bajó la cabeza hacia Maddie, quién estaba de espaldas a ella. La subió de nuevo y en el instante que iba a comenzar a hablar, le bajaron de sus narinas dos finas y brillantes líneas de sangre que se deslizaron por sus labios y cayeron sobre la cabeza de Maddie, manchando el tul de su vestido de novia. _ Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos. –Dijo y salió corriendo a toda velocidad Su padre se paró inmediatamente y salió en busca de ella. _ ¡Edith!... ¡Edith, vuelve aquí! –le gritó antes de salir del cuarto, pero se detuvo en la puerta y dio un giro de ciento ochenta grados para ver de espaldas a Maddie. "Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos..." recordó y se estremeció del miedo. _ ¡¿Qué carajo está pasando?! –Gritó al techo agarrándose mechones de su cuero cabelludo con tanta fuerza que los arrancó No... esto no es real, esa muñeca sólo es juguete, ¡un estúpido juguete! Maia no estaba en lo cierto, Edith está confundida y yo... bueno, creo que yo sí estoy loco. Todo eso lo había dicho con los ojos apretados y cuando los volvió a abrir, la muñeca estaba con la cabeza dada vuelta, mirándolo con los ojos más vivos del mundo. Axel notó que las manos de Maddie estaban manchadas de color rojo y una de ellas cargaba un lápiz, precisamente el mismo que había perdido Maia y con el que supuestamente había escrito a su amante. El estómago Axel se torció de repente y lo hizo encorvarse haciéndole escupir un vómito verde con manchones rojos de sangre que se desparramó fuera del borde de la alfombra. Su respiración era agitada, pero cuando vio la sangre, se aceleró aún más. _ ¡No nos matarás! –Le gritó desquiciadamente ¡No nos podrás matar, Amadine! ¡Primero lo haré yo! Y de nuevo recordó la frase que había dicho Edith: ""Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos...". Sin pensarlo dos veces, cargó la muñeca y la acostó boca arriba sobre la cama, luego la volteó, sus ojos lucían demasiado reales como para volverlos a mirar. _ Bien, Edith ha dicho que no estás vacía. ¿Qué mierda llevas en tu interior, maldita puta? –le dijo destrozando el velcro para desvestirla Descubrió su espalda y vio en su cuello la palabra "Maddie", más abajo, en el medio de su envés estaba escrita la frase "Ábreme si quieres vivir" y al momento en que lo leyó corrió hacia la cocina a buscar el cuchillo más grande. Sin piedad alguna, penetró aquél plástico como a un trozo de carne muerta y le hizo un tajo que recorrió su espalda, lo abrió y halló en el interior un sobre pequeño, de apariencia exacta al que había encontrado hacía veinte horas, con la diferencia que éste estaba bloqueado con un sello rectangular con el apellido "Tussaud" escrito. Lo abrió desesperadamente y leyó lanzando de su boca sucia de vómito, un gemido de horror que no cesaba.
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 04:19:45 +0000

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