"MAESTRO...¡REALIZA UN MILAGRO!" (Un cuento clásico - TopicsExpress



          

"MAESTRO...¡REALIZA UN MILAGRO!" (Un cuento clásico Nepalí) Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque: Un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco detrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven discípulo del sabio. Fue entonces cuando el poderoso dirigiéndose al sabio dijo: - Me han dicho en el pueblo que eres una persona poderosa y que puedes hacer milagros. - Soy una persona vieja y cansada...¿como crees que yo podría hacer milagros? - respondió el sabio. - He oído que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos... esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso - insistió el terrateniente. - ¿Te refieres a eso? - respondió el anciano humildemente - Tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo. Esos milagros los hace Dios, yo solo pido se conceda un favor al enfermo o para el ciego y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo. - Yo quiero tener la misma fe para realizar los mismos milagros que tú haces... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios - replicó tercamente el hombre rico. Ante la insistencia de aquel hombre poderoso, el sabio acepto mostrarle tres milagros. Y así, con la mirada serena y sin hacer ningún movimiento le preguntó: - ¿Esta mañana volvió a salir el sol? - Si, claro que sí. - Pues ahí tienes un milagro... el milagro de la luz. - No, yo quiero ver un verdadero milagro - volvió a insistir el visitante - oculta el sol, saca agua de una piedra... mira, hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas. - ¿Quieres ver un verdadero milagro? ¿No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?. - ¡Si! fue varón y es mi primogénito - respondió el terrateniente más animado. - Ahí tienes el segundo milagro, el milagro de la vida. - Sabio...tu no me entiendes, ¡quiero ver un "verdadero milagro"! - ¿Acaso no estamos en época de cosecha?, ¿no hay trigo y sorgo donde hace solo unos meses había tierra? - Si, igual que todos los años. - Pues ahí tienes el tercer milagro... - prosiguió el anciano con dulce mirada. - Creo que no me he explicado, lo que yo quiero.. - pero sus palabras fueron cortadas por el sabio, quien convencido de la obstinación de aquel hombre y seguro de no hacerle poder comprender la maravilla que existe en todo aquello que le había mostrado, señaló: - Te he explicado bien, yo hice todo lo que podía hacer por ti, si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte. Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su discípulo se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían el sabio y su alumno, el maestro se dirigió a la orilla de la vereda, tomó el conejo, sopló sobre él y sus heridas quedaron sanadas; el joven estaba algo desconcertado: - Maestro, te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿por qué te negaste a mostrarle uno al caballero? - Lo que buscaba él no era un milagro, sino un espectáculo; le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser discípulo. No puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. REFLEXIÓN PERSONAL: Aprender a reconocer los "pequeños milagros diarios" que se manifiestan en lo cotidiano, es un camino de sabiduría que debería seguirse con profundo agradecimiento. Todos los días suceden milagros ante nuestros ojos, pero si esperamos "espectáculos" es muy probable que no los veamos. El ego es una forma severa de ceguera, como la que sufría el terrateniente de este maravilloso cuento. Estar vivo y presente en el preciso instante en que estás leyendo este cuento es ya un milagro. Tocar el corazón y la conciencia de las personas con unas simples palabras, para hacerlas sonreír o para mitigar su sufrimiento... ese es otro milagro. Por eso debemos tener fe y al hablar o al escribir debemos procurar que nuestras palabras lleven impresas el milagro del amor, de la compasión, de la alegría y de la ecuanimidad. Entonces seremos como el viejo maestro: Sabios, prudentes y humildes. Feliz semana a todos y que Dios os bendiga en abundancia.
Posted on: Sun, 18 Aug 2013 21:14:58 +0000

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