MEDARDO ÁNGEL SILVA, EN LA ANTESALA DE UNA GENERACIÓN - TopicsExpress



          

MEDARDO ÁNGEL SILVA, EN LA ANTESALA DE UNA GENERACIÓN DECAPITADA ¿Dónde puedo encontrar al poeta niño? Dicen que fue la primero que dijo Gabriela Mistral cuando llegó a Guayaquil allá por la década del 60. La poeta chilena se refería indudablemente a Medardo Ángel Silva, poeta precoz y sin duda, el más alto nombre de la poesía ecuatoriana de finales del S XIX y principios del XX, al mismo que había conocido a través de publicaciones que se hacían de su obra a principio de los 20 y también por intermedio de Alfonsina Storni o Juana de Iborboru de quienes Silva había hecho comentarios y publicado sus poemas en revistas y diarios ecuatorianos. La figura y obra de Silva nos ha dejado un legado no solo en la poesía heredada del modernismo rubendariano, sino además sus aportes como el primer cronista de una ciudad pintada con todos los matices de una paleta cargada de luminosas palabras convertidas en poesía. Silva empezó a escribir sus primeros versos a la edad de 9 años, y a los 11 estando en el último curso de la escuela primaria, fundó con algunos amigos el periódico “El Mosquito” cuyo contenido era de poesía irónica jocosa. Había nacido en 1898 en el hogar de Enrique Silva y Mariana Rodas, su abuelo Fermín Silva, fue un músico español que llegó a Guayaquil como director de orquesta de una compañía de zarzuelas que se quedó prendado de una Guayaquileña con quien se casó y tuvo varios hijos, entre ellos el padre de Medardo, ambos herederos del legado musical del abuelo. Pero la vida de Medardo fue marcada desde la infancia, al quedar huérfano de su padre a los 4 años de edad, su pequeña existencia fue sumiéndose en una melancolía que le acompañaría el resto de su vida y la que se verá acentuada por el espectáculo fúnebre que prácticamente a diario veía desde le ventana de su casa, paso obligado de los cortejos fúnebres que iban al cementerio. Sus estudios secundarios los realizaría en el Prestigioso colegio Vicente Rocafuerte, cuna de los más grandes intelectuales y patriotas guayaquileños, pero los mismos se vieron truncados a entregar su madre todos sus ahorros a un prestamista, con la idea de obtener algún rédito futuro para su hijo, pero el mencionado hombre no supo manejar las finanzas ajenas por lo que al verse al borde de la quiebra se suicidó. A causa de esto Medardo tuvo que retirarse del colegio sin poder terminar sus estudios. Es en esta época cuando se vuelca por entero a la poesía, empieza a leer y escribir vertiginosamente libros y revistas de pintura y de música, además de la poesía de los grandes poetas de su tiempo que le llegaban por suscripción. Ya había leído a los clásicos en la estrictos tiempos de las aulas del Vicente Rocafuerte, pero ahora por su cuenta leía en su idioma original a los poetas simbolistas franceses, italianos e ingleses, ya que había aprovechado muy bien tanto las lecciones de Francés en el Vicente, como las clases particulares de Latín e Italiano que tomaba con amigos sacerdotes de la iglesia La Soledad, ubicada frente al parque San Agustín, a la que acudía frecuentemente, ya sea por las clases o simplemente por tocar el órgano y conversar por largas horas con los clérigos. A la par empezó a enviar sus poemas o “poemitas” (como les llamaba) a las distintas revistas y periódicos de la ciudad, pero los mismos fueron rechazados, ora por lo egos de sus directivos, ora por la calidad de sus versos que en alguna revista importante de la época consideraban plagiado de algunos de los grandes poetas españoles o franceses, debido a la perfección de su métrica y estilo liberado de cualquier ripio. No fue sino hasta 1914 cuando contaba con 16 años que la revista Juan Montalvo, acepto publicar su poema “paisaje de leyenda” con un pequeño prolegómeno de su editor que ensalzaba el hado de el niño poeta Silva. De ahí en adelante sus poemas fueron aplaudidos y publicados en distintas revistas y fascículos literarios de lo más prestigiosos periódicos como; El Guante, El Tiempo, El Grito del Pueblo, La Mañana, El Diario Ilustrado, La Lucha, y en el diario de mayor trascendencia nacional de aquel entonces El Telégrafo. Paralelamente colaboraba en revistas como: Helios, Anarkos, Melpómene, Juventud Estudiosa, Ariel, Ciencias y letras, Respetable Público, Caricaturas, La Idea, Vida Intelectual, entre otras. La vida literaria de Silva fue tanto meteórica como prolífica, apenas un quinquenio que dio inicio en 1914 con la publicación en la revista Juan Montalvo y no se detuvo hasta su muerte. En 1916 apareció en Guayaquil la revista literaria Renacimiento, (fundada por José María Egas y José Antonio Falconí Villagómez,) y el poeta niño fue invitado ya no solo a colaborar con las publicaciones de sus poemas, sino para ser el editor de la misma. Desde las páginas de Renacimiento Silva publicó reseñas biográficas, poemas de consagrado poetas del país y del exterior, hizo crítica de música y de arte y mantuvo una fluida correspondencia con figuras de relevancia continental como Alfonsina Storni, los argentinos Manuel Gálvez, Rafael Alberto Arrieta y Ernesto Morales; los peruanos, José Carlos Mariategui, José María Eguren, Abraham Valdelomar; con el chileno Pedro Prado; el panameño, Ricardo Miró, entre muchos otros poetas cuyos libros reseñaba como lustroso crítico, en su sección Libros Nuevos, tal era la erudición del guayaquileño. Desde este pedestal fue donde se pudo constatar su extraordinario genio tanto como poeta y como finísimo esteta ya que era ahí donde eslabonaba crónicas, críticas, reseñas, y por supuesto publicaba su propia poesía. Fue en las primeras ediciones de Renacimiento donde publicó sus primeros poemas en prosa y en posteriores números, una suite de poemas a las que denominó ESTANCIAS una serie de breves y bellos textos que recibieron el aplauso unánime, tanto de la crítica como del público lector que esperaba ansioso cada una de sus publicaciones. De Renacimiento pasó a formar parte de la Revista Patria, corría el año 1917 y fue desde ahí de donde evidenció otro de sus dones, el periodismo. La crítica considera que es en PATRIA DONDE EL POETA TAMBIÉN SE HIZO PERIODISTA abordando desde el periodismo cultural hasta el informativo, político y social. Pero también sus páginas se ven colmadas de traducciones de poemas de: Emile Despax, Jen Lorrain, Gabriel de Annunzio, Aloysius Bertrand, Víctor Hugo, entre muchos otros. Fue en 1918 cuando se arriesgó a seleccionar algunos de sus más importantes poemas y publicó su primer libro, EL ÁRBOL DEL BIEN Y DEL MAL, cuyos poemas habían sido escrito entre 1914 a 1917, se editaron 100 ejemplares cuyo costo fue de 100 sucres,( el mismo valor de un traje con el mejor casimir ingles y cortado y confeccionado por el más prestigioso sastre de le época) esa comparación hizo el mismo Silva cuando se quejó con algún amigo de la poca venta de su libro, y fue, en uno de sus habituales arrebatos temperamentales, que recogió todos los ejemplares que aún le quedaban y los lanzó al rio. EL ÁRBOL DEL BIEN Y DEL MAL de apenas 98 páginas, tuvo de portada una bella ilustración de una imagen de tipo medieval, una virgen María en actitud de oración, tras ella un árbol donde se enrosca una serpiente de cuyas ramas penden manzanas de oro, al pié de éste árbol Eva arrodillada en actitud de súplica, son quienes dan la entrada a la poesía de Silva La obra se dividió por partes: La Investidura, Las voces inefables, Estancias, Libro de amor, Estampas románticas, Divagaciones sentimentales, Baladas, Reminiscencias y Suspiria de profundis, añadiendo al final una pequeña colección de poemas en prosa (14 en total) con los que cerraba su obra primigenia. Cabe señalar que muchos de estos poemas ya habían aparecido en revistas dentro y fuera del país, quizá por ello (nos atrevemos a conjeturar) el libro, no alcanzó el éxito en ventas que el poeta deseaba. A pesar de su melancolía e inconformidad permanente acompañada con la decepción por la prácticamente nula venta de sus libros, su fama crecía, su talento era valorado, y sus poemas veían la luz en varias revistas del Argentina, Perú, Uruguay así como en la prestigiosa revista CERVANTES en España. En la revista Patria (a la que había vuelto después de una considerable ausencia) publica sus primeros poemas en prosa a los que denominó: “La Visita de la Muerte” cuyo formato de libro aparecía en hojas sueltas con la entrega del periódico, circularon solo 24 fascículos, quedando Inconclusa la total publicación por problemas personales del poeta con el propietario del medio, pero bien podríamos considerado a “LA VISITA DE LA MUERTE” como el segundo libro de Silva. También por estos días se decidió a escribir una pequeña novela, a la que tituló MARÍA JESÚS, un año antes da la aparición del Árbol del Bien y del Mal, había publicado en las páginas de la revista Patria, el cuento EL AVISO, obra que es de cuerpo entero el autorretrato del poeta, y con el que se adelanta premonitoriamente a su propia muerte, y dos obras más intitulados “El Expreso del Recreo” y “Pasa una Mujer”. Por este tiempo en el diario EL TELEGRAFO, (el más importante y de mayor circulación a nivel nacional) circulaban por entrega en forma de folletín, novelas cortas e inéditas de los más connotados escritores extranjeros de aquel entonces. Silva es invitado a publicar su novela María Jesús en este mismo espacio, y ello le significó al autor tres distinciones enormes, una el reconocimiento junto a los grandes escritores, otra la gran acogida del público y por último la invitación de los directivos del diario, a colaborar permanentemente en tan acreditada tribuna periodística. Medardo ÁNGEL Silva, pasó a convertirse en el primer columnista del diario, con el espacio titulado AL PASAR donde firmaba con el seudónimo JEAN D¨ AGREVE. Desde aquí, hacía crónicas de extraordinaria prosa lírica sobre Guayaquil, la ciudad noctambula, presentaba bellamente el ambiente lumpen de un puerto apenas iluminada por los pocos faros de alumbrado público. Describía todos los apetitos de una ciudad concupiscente, donde los prostíbulos, chinganas, los fumaderos de opio y las cantinas aran el escenario con los que desde su acucioso quinqué expone: “LAS MUJERES CENICIENTAS DE CHUPADAS MEJILLAS/ EXCITAN LOS RIGORES DE LAS BESTIAS HUMANAS”- Las crónicas de Silva hacían la delicia de los lectores que esperaban en la cola de venta del diario para poder adquirirlo, y las damas de sociedad enviaban a sus empleadas domésticas para que, camuflados en los canastos, le llevaran El Telégrafo con la crónica del día. Conjuntamente a esta columna se hizo cargo de la página de los JUEVES CULTURALES que ofrecía el espacio para la publicación de las obras de los escritores locales, además de la pagina dominical denominada “PARA LA MUJER Y EL HOGAR” Amen de los anuncios publicitarios y de sociedad que realizaba y a veces ilustraba, como el de la cerveza Pilsener del que su eslogan “Dorado Placer” perdura hasta hoy. En su obra se puede observar, palpar, saborear, degustar, paladear al detalle, ese exquisito gusto de Silva por la pintura y el fino oído musical que le valió tanto para acompasar su poesía, como para reseñar conciertos, operas, zarzuelas, y una gran variedad de autores, en su columna de música del Telégrafo. Silva nos presenta a su ciudad, Guayaquil, como si fuera un gran lienzo donde escena a escena va plasmando todos los matices de la plástica, pinta con palabras cada una de las impresiones que le brinda el recorrido diurno o nocturno, pero los distintos ambientes pictóricos no se ven impresos únicamente en sus crónicas, también dan el salto hacia la poesía, allí nos presenta verdaderas estampas al estilo de Monet, de Pizaro o Degas. Silva es el poeta de un modernismo impresionista que coloca a sus poemas títulos como: Aguafuertes, Óleos de la ciudad de Santiago de Guayaquil, estampas, Paisajes de leyenda, El alba, Al atardecer, La noche, poemas que nos recuerdan sobre todo a un Degas o un Van Goth dejándose seducir por el entorno y pintándolo todo con palabras. Así como los impresionistas esparcieron sus pinceladas sobre el lienzo, del mismo modo Silva deja sus pinceladas de palabras, de métrica perfecta, de ritmo sonoro, de precisión matemática, pero también nos legó su muerte como última escena goyesca en el lúgubre teatro de su poesía. A pesar del éxito, Silva no fue un hombre feliz, su rostro denotaba inmensa melancolía, vivía en un mundo personal, un ambiente creado por él y para él, en ese espacio el dolor y de silencios fueron sus aliados permanentes, lo llevaron al envejecimiento prematuro, al SPLEEN o hastío de vivir. Su muerte: suicidio, accidente o asesinato, será lo menos importante, su obra es la que perdura y nos sigue dejando sin aliento después de 94 años. Siomara España Febrero de 2012
Posted on: Tue, 13 Aug 2013 00:20:35 +0000

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