MEMORIAS III ¿Te acuerdas de la casita con tejado antiguo?, - TopicsExpress



          

MEMORIAS III ¿Te acuerdas de la casita con tejado antiguo?, quizá no, pero recuerdo que dijiste que el color de las tejas combinaba con el color de tu piel y quisiste una foto que retratara esa combinación. Hasta ahora tengo esa foto envejecida silenciosamente en el tiempo. Seguramente como en esos días, seguiría descubriéndote leyendo a tu principito al pie de la cordillera o ahora en algún café parisino, recuerdo cuando te quedabas en silencio mirando los meandros del río o sencillamente el precipicio y decías sonriendo. -¿Sabes que esto también tiene una ecuación, la caída de la hoja de un árbol tiene una ecuación?- Y yo decía como siempre cualquier cosa para que después amorosamente me explicaras que precisamente habías hallado una ecuación matemática para las formas del agua. Admiraba tus habilidades matemáticas. Cuando tenías 14 años y tu único fin era ser feliz, nuestro único fin de Roberto y de mi, era verte feliz. Aunque muchas veces estabas triste, ya por que te jodía el nuevo padre con el que vivías o la ausencia prolongada de tu madre, o sencillamente tu descontento infantil de ser mujer. Ya para entonces me habías contado tus berrinches de niña de querer ser varón, de mear parado, de querer correr por los campos sin estarse cuidando del qué dirán, de que digan que la hija de doña Elsa es machona, parece un chiuchi, se viste como hombrecito. Ayer me han contado que estás en Paris, yo supongo que después de todo este tiempo lo único que conservas es tu manía exagerada de comenzar a mirar calculando cualquier cosa. Quizás en la andes sacando la ecuación matemática de las agujas del cimborrio o simplemente del vuelo de una gárgola. Sé que no podrás leer esto, pero sé también que a ti y a tu forma maniática de estar siempre triste, te encantaba que escribiera. Recuerdo también nuestras travesías para subir las colinas, contándonos cuentos, riendo con las revistas de condorito, riéndonos también con Roberto, Roberto que al frente nuestro usaba buganvilias en el cabello y se pintaba los labios con los frutos del airampo. En esos tiempos aún era una incertidumbre nuestros caminos, en esos tiempos aún era divertido pasear por la rivera del río, por las callecitas empedradas. Aunque aún no entendía tu sobredimensionado cariño y protección hacia Roberto y que a veces ciertamente revolvía en mi unos arranques de celos que me estremecías hasta las tripas. Hoy lo entiendo mejor pues Roberto necesitaba una amiga como tú y tuvo la suerte de tenerte. Te quise mucho, desde la primera vez que te vi saltando el muro de mi casa y tratando de robarme los únicos manzanos que crecían en la chacra de mi padre. Te quise desde la noche, cuando en la rama de un árbol y mirando la luna, me clavaste un beso y te clavaste dulcemente en mi vida. Te quise cuando como una fiera defendiste a Roberto a piedras y a empellones de los abusivos del pueblo “el cuchimatanca y el toro” a los que aún los sueño en mis peores pesadillas. Nunca olvidaré la vez que Roberto trataba de sacar frutos del airampo colgado desde la rama del Kishuar, y tú andabas echándole lisonjas de lo guapo que se veía. Esa tarde el amor, hizo de mí y de mis celos adolescentes un ser malvado, un ser poseído que en vez de sujetarlo lo empujara haciéndole caer estrepitosamente sobre un cactus, que mucho después supe que se llamaba “cactus bailarina”. Pobre Roberto fue a caer y quedar clavada por las nachas en las espinas filosas. Nunca supiste mi proeza, fui miserablemente cobarde y nunca te conté que yo tuve culpa de eso y lo que vino después. Como buenos amigos tuvimos que quitarle cada espina, nos tomó tres horas sacarlas todas y los aullidos dolorosos de Roberto eran tan fuertes y lastimeros que después el pueblo quedó en silencio todo una semana, diciendo, casi susurrando, que los terrucos habían llegado al pueblo y que en las alturas habían torturado algún traidor. Nosotros nos mirábamos y sonreíamos con contubernio cuando eso decían. Tuvimos que cargar cuesta abajo a Roberto pues no podía caminar y algún fisgón repartió por el pueblo la noticia de que nosotros hacíamos cosas indebidas durante nuestros paseos, no sé a quién se le ocurriera y en qué circunstancias vieron a Roberto con los pantalones abajo, dorando sus nalgas blanqueadas al sol y tu acariciándosela, mejor dicho sacándole las espinas. Luego se repartió como reguero la noticia de que habíamos bajado embriagados y que tú tenías un romance con Roberto, Roberto de ser amanerado paso a ser el machote que se tiraba a la hija de don Jacinto. Y yo callé mordiéndome de celos. Don Jacinto, el esposo de tu madre, no aguantó la pólvora y después explotó azotándote en plena plaza el día de la Virgencita de Cocharcas, para que te arrepintieras de esos pecados carnales y limpiaras el honor de la familia frente al pueblo. Yo lloré esa noche, la siguiente y la siguiente noche, cada látigo, tenía mi marca y mi odio por tu padrastro creció, hasta ahora. Tenía 14 años en lagrimados. Después de eso no te vi por más de un mes, nunca más volviste al colegio, siempre pasaba por tu casa, me sentaba en la piedra donde siempre nos sentábamos antes, tratando de buscarte, pero no te volví a ver, a Roberto tampoco, después supe que se lo habían llevado Huancayo. Una tarde llegaste hasta mi puerta trayéndome la chalina que te tenía prestada, y en ella una carta y la foto donde hermosamente combinabas con el tejado, diciéndome que te ibas con tu madre, que quizá te encontrarías con Roberto, que ya no aguantabas más a tu padrastro. Lo que no dijiste Malena es que no sólo combinabas con el tejado de esa casita de Huancapi, eras tú que combinabas con el aire, con el viento de la pampa, con las piedras del río, lo que no dijiste y de eso me di cuenta después, es que tú combinabas completamente con mi vida. Para entonces no sabía de despedidas y la tuya fue muy dolorosa. Una vez más te vi en Huancayo, muchos años después, llevando unas flores por una feria para algún santo, estabas más delgada y el cabello como la sujetabas te hacía más mujer, tuve miedo de acercarme, no sé porqué. Desde esa época te dejé ahí en el recuerdo, hasta ayer Malena, que me han contado que estás en Paris. Me he sentido muy feliz por saber de ti, he reído como nunca y he pensado en ti. Debes saber que Roberto se hizo un abogado, que también está en Europa, y quizá si es que Uds. no se han perdido como yo, estén ahora mismo tomándose unos cafés juntos.
Posted on: Sat, 09 Nov 2013 03:35:41 +0000

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