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MI ARTÍCULO TRISTE… -------------- TODOS SOMOS SANTIAGO. La muerte es un jinete sin alma a lomos de un caballo ciego. No pregunta, no pide permiso, no da explicaciones, y usa el azar como su sirviente más dócil. En un simple momento, zas, las vidas de decenas de personas que iban o llegaban, con sus gentes, sus historias, sus cuitas y sus ilusiones, todo convertido en pasado, porque la muerte llegó feroz y les hurtó el presente. Un tren hacia una bella ciudad, un viaje, el tiempo pausado, y en un instante, un inmenso ataúd, enterrando para siempre esas vidas quebradas. Mario Benedetti decía que la muerte es una traición de Dios, y cuando llega así, masiva, implacable, inútil, la traición tiene el mal gusto del sarcasmo. ¿Por qué? Preguntan al unísono sus allegados, gentes que tenían padres, hijos, parejas, hermanos, seres queridos que les completaban el camino, y han quedado inesperadamente huérfanos. Alguien dejó escrito que dentro de un sepulcro se encierra más de un corazón, y hoy, en esa tumba a cielo abierto, bajo el cielo de Santiago, ¿cuántos corazones yacen? Si supiera, les enviaría..., no sé, ánimos, amor, compañía..., quizás palabras para suavizar el roto que han dejado las ausencias, esos huecos descarnados. Pero el territorio de las palabras es arisco y huidizo cuando las emociones requieren precisión, y aquí estoy intentando describir cuánto me duele ese accidente absurdo, esa muerte absurda, ese dolor absurdo. "Hoy todos somos Santiago", he puesto en el titular, y a pesar de que es una frase manida es la mejor que encuentro. Porque ese "todos" es un "todos" sincero, completo, profundo. Ante una tragedia de esta magnitud, la empatía es el único lenguaje que narra la inmensa soledad que sentimos, cuando la muerte llega así, sin piedad. Y algo de nosotros está ahí, entre ese amasijo de hierros candentes que atrapan para siempre la vida truncada de tantos seres humanos, el horror... Ahora llegarán los días del desfile de autoridades, los actos públicos, el duelo de las instituciones. Y todo será sincero, porque cuando la muerte masacra de esa cruel manera, el dolor nos une. Pero más allá del ritual público, y mucho más allá de los tiempos en que nos preguntaremos cómo pasó, por qué pasó, qué falló, hoy el tiempo se para y rinde tributo a los que se fueron. El televisor proyecta imágenes dantescas del interior del tren destripado, y aunque es sutil y respetuoso, es inevitable imaginar los últimos pálpitos, las últimas sonrisas, quizás los últimos sueños... Para todos ellos, los que se fueron y los que los lloran sin saber aún qué significa haberlos perdido, para todos, este verso de Rosalía de Castro: "¿Es verdad que todo / para siempre acabó ya? / No, no puede acabar lo que es eterno, / ni puede tener fin la inmensidad. / Tú te fuiste por siempre; más mi alma / te espera aún con amoroso afán, / y vendrá o iré yo, bien de mi vida, / allí donde nos hemos de encontrar".
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 16:00:38 +0000

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