MIERCOLES 18 DE SEPTIEMBRE Pilares de la Medicina en Colima, 2ª - TopicsExpress



          

MIERCOLES 18 DE SEPTIEMBRE Pilares de la Medicina en Colima, 2ª Mitad Siglo XX Por: Alfredo Cesar Juárez Albarran, Sociedad Colimense de Estudios Históricos acja@hotmail Dr. Cuauhtémoc Rafael Acoltzin Vidal, Colima. Conocí a Cuauhtemoc en l985, poco tiempo después de su llegada a estas tierras, a las que vino a dar junto con otros destacados colegas después del terrible sismo que sacudió a la ciudad de México y que prácticamente dejó inservible el Hospital de Cardiología y Cirugía de Tórax del Centro Médico Nacional del IMSS, en donde atinadamente prestaba sus servicios. Quien a la postre sería uno de los mejores cardiólogos de nuestro país, nació en la ciudad de Pachuca en el estado de Hidalgo el 24 de octubre del año de 1942, hijo del doctor Hermenegildo Acoltzin Baños, y de la Profesora Olga Vidal Romero. En la fotografía del lado izquierdo Rafael a los 5 años de edad portando su uniforme de marino, en la del centro en compañía de su novia Lizzita Rabling Arellanos, el día de su boda civil; y en la del extremo derecho el nuevo medico Cuauhtemoc Acoltzin durante el «Juramento Hipocrático», en seguida Fernando Baeza, y el tercero al fondo es Francisco Javier Cabiedes Díaz ahora Neumólogo y Cirujano de Tórax radicado en Colima. Comenta Cuauhtemoc: «Me fui de Pachuca en 1963 y me llevé varias cosas importantes: El firme deseo de ser médico, inspirado, por supuesto, en el ejemplo de mi padre que se desvivía por servir a los demás; pero ya había escogido una especialidad difícil con el recuerdo de la satisfacción (ajena) que me proporcionó el ver a un joven que acudió con mi padre a solicitarle atención, porque estaba herido por un disparo de escopeta que le había destrozado el abdomen. Me enteré de que estuvo a punto de morir pero que la operación y los cuidados otorgados, oportuna y sabiamente por mi padre, el doctor Acoltzin, lograron que sobreviviera y se integrara a sus actividades con entereza y alegría. ¿Cómo no ambicionar vivir con cosas como esa? Me acompañó también la mujer de mi vida, la –ahora bióloga- Evangelina Elizabeth Rabling Arellanos. Lleve conmigo una estupenda formación educativa, social y moral inculcada por mis padres y por los mejores profesores, que se encontraban –por suerte- en esa ciudad. Estudie primaria y secundaria en el Colegio Marista: Instituto Hidalguense; me gradué de Bachiller en el Instituto Científico y Literario Autónomo, cuyo lema «Amor, Orden, Progreso» apliqué para conquistar a Lizzita –como conocen todos a mi señora-. Empezando mi adolescencia aprendí a nadar sin profesor e impartí catequesis. Tanto me dedique a estudiar que al terminar el último año de carrera (que se podía cursar ahí) el gobernador del estado me entregó un diploma de mejor promedio de calificación. Digo que era el último año que se podía cursar ahí porque la carrera de medicina no era completa en la Universidad de Hidalgo sino que -mediante un acuerdo con la UNAM- había que continuar del cuarto año en adelante en las instalaciones de la Facultad de Medicina en la ciudad de México, lo que se hacía con pase automático porque los programas de estudio eran exactamente los mismos. Solo que ya en México, no acudía a la Facultad sino fuera para algún trámite porque me encontré con programa denominado «Piloto 105» en el cual las clases –teóricas y prácticas- se impartían en hospitales, por lo que la puerta de entrada fue para mí el Hospital de La Raza y después acudí al Hospital General de la Ciudad de México; al (antiguo) Instituto Nacional de Cardiología; al (antiguo) Hospital Juárez; al (antiguo) Hospital de la Mujer; al Hospital Colonia (de los ferrocarrileros) y a al manicomio de la «La Castañeda» (como, estudiante ¡por supuesto!). Tengo que platicar con relación a mi examen profesional por dos razones, la primera porque resultó peculiar: como era en grupo asistimos muchos pasantes vestidos con elegantes trajes oscuros. Los profesores nos recibieron ataviados con birrete y toga. Pasaron lista y solicitaron al primero de la lista (Acoltzin) pasar a efectuar el recuento de las fichas que eran bolitas numeradas que conté personalmente diciéndolo en voz alta y deposité en una urna de la cual cada probando extrajo una cuyo número correspondía al tema que debería desarrollar ante un jurado de tres sinodales. La segunda razón es que el pasante Francisco Javier Cabiedes Díaz también presentó ese examen el mismo día, pero yo lo supe 20 años después cuando trabajábamos juntos en la Clínica Hospital del IMSS de Colima, cuando platicamos acerca de nuestros exámenes profesionales y al encontrar coincidencias se nos ocurrió revisar las fotografías, en las que aparecimos casi juntos levantando la mano para decir la promesa. Terminé con mención honorífica por mi trabajo de tesis profesional titulado: «La circulación extracorpórea con hipotermia moderada y hemodilución. Comparación de soluciones de llenado empleando solución Ringer lactada». De la ciudad de México me sacó un terremoto que destruyó el Centro Médico Nacional, en donde trabajé 17 años. Pero me lleve una familia propia y una cauda de discípulos que me llenan de satisfacción, porque en donde me encuentran me saludan llamándome «maestro», cuando en realidad quienes son los maestros (en cursos y congresos) son ellos mismos. Son 20 generaciones de médicos cirujanos egresados de la facultades de medicina: de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad Anáhuac y de la Universidad de Colima. Trece generaciones de: especialistas en medicina interna, trece de cardiólogos y trece de cirujanos de corazón. Con la intención de orientar a los nuevos profesionistas, les ayude dirigiendo los trabajos de tesis de cuatro estudiantes de medicina y de seis especialistas de los que ya he mencionado. Llevé también experiencia: como cardiólogo pues laboré asignado a la clínica hospital # 23 del IMSS durante casi de un año y en el Hospital de Cardiología del Centro Médico Nacional (llamado también: De Enfermedades del Tórax; de Cardiología y Neumología o Luis Méndez) en donde fui pionero en la aplicación de la circulación extracorpórea, de la gasometría de sangre arterial, de la prueba de esfuerzo, del monitoreo electrocardiográfico ambulatorio (también conocido como Prueba de Holter), de la coronario grafía selectiva bilateral y de la angioplastia coronaria percutánea (con catéter de Grundzig). Como docente porque fui pionero en la aplicación de la técnica didáctica de Educación por Objetivos. Llegué a Colima el 25 de octubre de 1985, para inaugurar el servicio de cardiología en la Unidad de Medicina Familiar # 1, pero llevaba el corazón destrozado porque el momento de la mudanza se vio precipitado por la destrucción del Centro Médico Nacional y de gran parte de la ciudad de México por un terremoto de consecuencias inolvidables, pero también porque dejaba atrás a mis mayores, así como la parte fuerte en el desarrollo de mi vida; además sentía el peso agravante de no conocer a nadie en la ciudad en donde pasaría el resto de mi vida. No obstante, había el gran desafío que representaba llevar a la provincia todo lo que había aquilatado trabajando en el lugar privilegiado en donde se practicaba la mejor cardiología de toda América Latina (como lo describí en la revista Cuestión Social, del IMSS) y que tenía que poner al servicio de la Batalla del Siglo XX: La lucha médica contra las enfermedades del corazón en Colima (Por cierto que publiqué un libro con semejante título en donde describo todos los detalles). La estrategia a seguir para la mencionada batalla obligaba a luchar en varios frentes: Por supuesto desde el hospital y en el consultorio, con tal intensidad que el primer día que me presenté al servicio tuve que atender a un enfermo con paro cardiaco y, por supuesto, logré sacarlo adelante. ¡A eso venía! ¿Qué no? Continuará . . .
Posted on: Wed, 18 Sep 2013 07:13:41 +0000

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