MUERTE DE DON JUAN La larga y delicada enfermedad que Don Juan - TopicsExpress



          

MUERTE DE DON JUAN La larga y delicada enfermedad que Don Juan soportó, fue aniquilando su naturaleza, ocurriendo el óbito a las ocho y media de la mañana del día 25 de junio de 1971 a los 81 años de edad, antes las religiosas que le atendían y el Capellán Señor Rueda Cantarero. Murió en la más absoluta indigencia. Una sotana “con unos bolsillos en los que cogía lodo” y un pequeño cuarto al cual no dejaba entrar a nadie, constituían toda su riqueza. Poco después, la triste noticia era conocida en todo Jerez, el impacto que ésta produjo, es difícil de cifrar en unas cuantas palabras. Jerez, los jerezanos todos, han sentido hondamente la muerte de este sencillo y ejemplar sacerdote. Todo Jerez conocía y quería a Don Juan con toda su alma, como se quiere a quien a lo largo de sus años de permanencia entre ellos, sólo dejó huellas de caridad, de amor y de entrega total por los demás. Se ha ido el cariñoso anciano cuyos labios nunca huían aquellas palabras de “Bendito sea Dios”, el que siempre nos obsequiaba en nuestra Escuela de Maestría de Jerez con espléndidos caramelos rellenos, o botellas de licor de lima siempre que nos honraba con su presencia en la mesa, el de las palabras susurrantes, cosquilleantes y animosas en el confesionario, el amigo de los barrios extremos y abandonados de Orihuela y de la ciudad que le tenía por hijo predilecto. La Capilla Ardiente fue instalada en la Capilla del Oratorio Festivo Santo Domingo Savio. Las primeras personas que acudieron a orar ante el cadáver fueron Don Jesús Mantaras y García Figueras y Don Álvaro Domecq y Diez. Ya casi al mediodía fueron llegando numerosas personas no cesando el desfile en todo el día. A última hora de la tarde regresó de Sevilla Monseñor Del Val, quien, rápidamente se trasladó a la capilla ardiente, donde oró largo rato. El día 26, sábado, a las nueve de la mañana, se ofició una misa por el Rvdo. Padre Don Delfín Limer Conde, asistiendo la comunidad salesiana. A las cinco treinta de la tarde el féretro con los restos mortales de Don Juan partió hacia la Real e Insigne Iglesia Colegial, donde se celebró solemne misa de Corpore Insepulto, que ofreció el Obispo-Vicario, concelebrando tres sacerdotes. En la Colegial esperaban la llegada del féretro, el Cabildo Colegial presidido por el Obispo-Vicario Doctor Don. Juan Antonio del Val Gallo; Comunidad de religiosos salesianos, Corporación Municipal presidida por el Alcalde Don Manuel Cantos Ropero, así como representaciones de entidades, asociaciones y corporaciones. En el ritual propio que marca la liturgia, fue recibido el féretro que portaban antiguos alumnos salesianos, siendo introducido en el templo y colocado en un túmulo levantado al efecto en el presbiterio. En lugares preferentes ocupaban asientos religiosos salesianos venidos de Orihuela, y de los colegios de la provincia, así como representaciones locales de Bollullos de la Mitación y Benacazón. Ofició la Santa Misa el Obispo Vicario, concelebrando con el Prelado Don Carlos Huerte, Don Manuel Ruiz Guerrero, Don Fernando Rueda Cantarero, Don Juan Alba Montesino, Don Luis Hernández Ledesma, Don Venerando Conde, Don Manuel Bravo Fernández, Don Antonio Ruiz Jiménez, Don Antonio Roca Cabrera, Don José González Gómez, Rvdo. Padre Don Jerónimo Valpuerta Gueto, Su Ilustrísima Don Juan Bautista Delgado, Rvdo. Padre Don Juan Maleo Lechuga, actuó de maestro de ceremonias Don Lino Muñoz y pulsó el órgano Don José Rueda Cantarero, interviniendo el coro de novicios de los salesianos de San José del Valle dirigido por el Padre Fernández Villegas, estando la parte coral dirigida por el beneficiado Don Claudio Huidoblo. Desde ayer Jerez es más pobre, comenzó diciendo monseñor Del Val en su homilía. El Presbítero local, añadió también sentirse más pobre porque se nos ha muerto Don Juan Torres Silva. El Obispo Vicario resaltó las virtudes humanas que se encerraban en el Padre Torres Silva, del que dijo que alejado de toda oratoria o posturas extremas, había vivido un sacerdocio evangélico. Terminada la Santa Misa, el Vicario Doctor Don Juan Ordóñez, dio lectura a varios telegramas recibidos. A continuación se rezó un responso, siendo sacado el féretro del templo a hombros de los sacerdotes salesianos que habían celebrado la Santa Misa. El féretro con los restos mortales de Don Juan fue conducido a la Iglesia de las Angustias, donde fue recibido por la Junta de Gobierno de la Hermandad del mismo nombre, siendo cubierto con la bandera de la Hermandad. En el interior del templo fue rezado un responso por el párroco de las Descalzas Don Francisco Fernández García de Villegas, seguidamente los cofrades de las Angustias trasladaron el féretro al coche que lo condujo al Oratorio Festivo. Cerca de las ocho de la tarde fue cuando llegó al Oratorio, la capilla estaba repleta de fieles, el Vicario provincial de los salesianos Don Santiago Sánchez Regalado, pronunció unas palabras para resaltar la persona del fundador del Oratorio, que recibía cristiana sepultura ante el Altar de María Auxiliadora. DON JUAN, DESCANSA JUNTO A SU MADRE A continuación los hermanos Fossores procedían a dar sepultura a los restos mortales de Don Juan en la cripta de la capilla, rezándose mientras se procedía a cerrar la sepultura un responso, con lo que se dio por finalizados los actos del sepelio. Dos jornadas de luto que se vieron selladas por el dolor. Hijo Adoptivo de la ciudad, Socio de Honor de la Asociación de la Prensa de Jerez, Hermano Honorario y Director Espiritual de la Hermandad de las Angustias, Socio de Honor de la Orden del Catavino de Oro de Jerez, Hijo Adoptivo de Benacazón (Sevilla), Hijo Predilecto de Bollullos de la Mitación, Don Juan recibió en todo momento testimonio de afecto y estima. Su vida fue como dijo en su homilía Monseñor Del Val: “Ejemplo vivo de pobreza, y sacerdocio evangélico llevado hasta sus últimas consecuencias, hacía esa entrega por los demás sin pensar en sí mismo. Don Juan se nos fue, al sacerdote en estas jornadas queremos hacerlo con una oración al Altísimo por su alma. Por esa alma que ha encontrado la Luz y la Paz de los justos. Descanse en paz Don Juan Torres Silva. SEMBLANZA ESPIRITUAL DEL PADRE TORRES SILVA La vida y obra de D. Juan Torres Silva, canónigo de la R. e I. Iglesia Colegial de Jerez, se ha caracterizado por un gran espíritu vocacional al servicio del sacerdocio. Su vida alegre, feliz y entregada por entero a su ministerio sacerdotal en pos de todos y de forma especial a la juventud. Cuantas veces repetía y son sus palabras textuales: “Si el Señor me deja llegar a una edad avanzada, quisiera pasar mis últimos años entre las Hermanitas y estos ancianitos, pues el Oratorio no lo he hecho para mí, sino para los niños; para eso lo he entregado a los salesianos, me remordería la conciencia y perdería todo el mérito de las obras si lo utilizara en mi favor o para mi residencia, yo quiero mucho al Oratorio, lo llevo en mi corazón, pero quiero considerarme siempre en el cómo un huésped transeúnte, además, en los años de mi vejez yo no podría aguantar el ruido de los niños que tienen el griterío como válvula de expansión, pues menos ruido quiero, y ya no estaré para subir y bajar escaleras”. Don Juan tenía habitación en el Oratorio, dedicada exclusivamente para él y nunca quiso hacer uso de ella, ni siquiera para descansar después de las comidas, que hacía semanalmente en el mismo. En cierta ocasión, se sintió mareado e indispuesto y ni siquiera entonces quiso utilizarla, se sentó en una silla hasta que, repuesto siguió a su residencia rehusando la amable invitación de los salesianos. Viajó mucho, fue dos veces a Roma, y siempre acompañado de su madre, y en todas partes donde había salesianos, allí tenía él su hotel más o menos modesto y su residencia fija, lo mismo en España que en el extranjero. Para reconocerle presentaba su carné de identidad, que decía: “Padre Torres Silva”, con eso le bastaba para tomar posesión de cualquier casa salesiana. En sus últimos años, con frecuencia, necesitaba usar algún vehículo que lo trasladase de un lugar a otro; entonces siempre escogía el de menos presentación o no motorizado, para retribuir a sus propietarios de una manera especial, a fin de que no se viesen por falta de presentación o velocidad de sus carruajes. Así era de exquisita la caridad del Padre Torres Silva. De todos es conocida la popularidad y entrañable cordialidad, realizó la obra del Oratorio Festivo y con qué espíritu de abnegación y de servicio realizó todas las misiones que le fueron encomendadas. En Jerez promovió el culto a María Auxiliadora, a Jesús Sacramentado, y de forma muy especial, su vocación por la formación de la juventud. La muerte nos ha arrebatado la presencia física de D. Juan Torres Silva, sin embargo, nos deja el ejemplo y el recuerdo de su paternal ejemplaridad de vida. Una muestra de su ejemplaridad queda reflejada en las palabras que el Padre Torres Silva fue dejando escritas en unos pequeños cuadernillos. Palabras que son fuente de formación espiritual y humana. En un cuadernillo, al referirse al año 1918, lo llama “Año de las Misericordias del Señor para conmigo”. En ese año escribe el día 9 de marzo: “Propósitos: Llevar la sotana con dignidad, apartarme de todo aquellos actos que en sí son indiferentes, pero que no dicen bien con el decoro de un buen clérigo.” “Hacer todas las prácticas de piedad y fervor extraordinario, pidiendo constantemente a Dios que me prepare lo menos indignamente posible para el sacerdocio”. En otros cuadernos del Padre Torres Silva hemos podido leer algunas impresiones y propósitos. Así, por ejemplo, entresacamos algunas frases de singular relieve espiritual: “Es mi propósito propagar con celo el culto y adoración a Jesús Sacramentado, la comunión frecuente, las asociaciones eucarísticas; el amor a la Santísima Virgen, en especial bajo la advocación de Auxiliadora; encomendar a Dios la juventud y trabajar con ardor para apartarla del vicio”. En cuanto a la repercusión de sus facetas sacerdotales leemos: “Mis distracciones serán la vocación del trabajo y jamás estaré ocioso ni me ocuparé en juegos de ninguna especie, pues un sacerdote tiene harto quehacer y en qué ocuparse para satisfacerse y santificar al prójimo”. “Procuraré que de mi boca no salgan nunca no ya las palabras feas e indignas de persona decente, pero ni aún indiferentes que desdigan del decoro sacerdotal”. “Mi hora de levantarme será a las cinco o cinco y media, según el tiempo. Salvo caso de enfermedad. Me asearé bien sin afectación, haré media hora de meditación en casa para estar más recogido rezaré antes y después de la misa las oraciones del salmo diurno y al terminar la misa rezaré el Magnificat en honor de María; por la tarde, lectura espiritual, rosario y examen”. Como muestra de su espíritu de servicio a la vocación sacerdotal, encontramos cómo creó la fiesta del Papa en tiempo de Benedicto XV, celebrándose la primera fiesta en el Teatro Villamarta. El Padre Torres Silva, compuso la letra y la música del himno del Papa para estas festividades. Ya cuando la enfermedad tenía minada su salud y sus facultades poco a poco perdían efectividad escribió en un cuaderno unas notas muy elocuentes. Entre ellas he escogidos éstas: “Para la gloria de Dios, de la Iglesia y salvación de Jerez y de todos, recomiendo con toda mi alma la devoción práctica del Santo Trisagio... Me asusta pensar que se perdiera en nuestra ciudad”. Finalmente añade: “Agradeceré a todos, oraciones e indulgencias por mi alma. Quiero hacer constar mi sincero agradecimiento a todos los que he tratado, trabajando, instruyendo o recibiendo el fruto, el fruto de su caridad para todas las obras que he realizado para gloria de Dios y las almas”. Todas estas anotaciones del Padre Torres Silva no necesitan más comentario. Solo precisan ser leídas con atención, meditarlas, meditarlas con amor y sencillez, como era él, que el espíritu de ese hombre de Dios, sencillo, humilde, nos sirva de ejemplo y de luz en nuestro camino a ciegas en busca de la Luz que él ya ha encontrado. A LA MEMORIA DEL MUY ILUSTRE SEÑOR DON JUAN TORRES SILVA Cumpliendo la ley inexorable de morir, hoy, ha entregado su alma al Creador Don Juan Torres Silva. Esto es una verdad para los que felizmente tenemos una fe positiva y concreta. A esta fórmula común en las esquelas mortuorias, podemos agregar, los que tuvimos el privilegio de su trato amistoso, que gozará a perpetuidad de la presencia del Padre. Sin atrevernos a calificar, acostumbrados a estimar para los signos, no me parece falta presumir que Don Juan por antonomasia, entre sus coetáneos, ha sido recibido en la otra vida con todos los honores. Era hombre de clara inteligencia y de una suficiente cultura. Sabía lo que creía que debía saber como hombre, como católico y como sacerdote y daba de lado a todo lo que pudiera ser un estorbo a su impresionante fervor que brotaba como un imperativo de su fe firme y roqueña. Siempre alegre en Cristo, con una alegría comunicativa y diáfana, sin oscilaciones, de excelente buen humor, gracioso y caritativo, no podía sino hacer el bien porque parecía desconocer la técnica de hacer cosa distinta. No recuerdo que hablara de tema alguno sin que bendijera a Dios y sobre todo no he conocido a nadie que se haya manifestado con el más agradecido; Le daba gracias especiales por todo, por lo que le concedía y por lo que le negaba, lo que significaba una aceptación de la voluntad divina sin regateos y verdaderamente emocionante. Otra de sus notas sobresalientes era su marianismo. Su sinceridad edificante explica la emoción de los que le oíamos recitar el Ave María con que nos obsequiaba a los amigos como despedida de nuestras visitas. En ese sentido me permito referir una anécdota que no quiere ser milagrosa sino una prueba de que como se sirve, se muere y de cómo se siente y expresa, sin fraude, crea por su repetición caminos psicobiógicos de facilitación, lo que llaman los alemanes “bahnun”: una vez, a raíz de unos de sus ictus, quedó paralítico y con una merma de toda su personalidad que le impedía absolutamente hablar y su vida parecía meramente vegetativa. Conociendo a Don Juan, me permití anunciar el acontecimiento a las religiosas que delicadamente le atendían. Vean, le dije; y dirigiéndome al enfermo le recordé, alzando la voz, que no me había obsequiado con el Ave María de costumbre – era su saludo habitual de despedida - y, en efecto, con dicción perfecta y entonación debida rezó el Ave María emocionándonos a todos. Fue un hijo modelo mientras le duró su anciana madre y siempre se comportó como una llama de caridad que ardió sin mojigatería y siempre en tono viril. Su vida, además de ser sermón perpetuo, ya que predicaba con su sola presencia, era de una actividad eficaz en beneficio de todos, particularmente de la juventud a la que ayudó de manera que quedan de ella testimonios ejemplares. Nadie como él podrá hacer suyo lo que dice San Pablo en la 2ª carta a Timoteo: “He luchado la noble lucha, he finalizado la carrera, he mantenido la fe por los demás me está reservada la corona de la justicia con la cual me galardonará en aquel día el Señor”. ¡Muchas gracias, Don Juan, por tan estupenda lección de su vida! Jerez de la Frontera, 25 de junio de 1971. Diarios: ABC, La Voz del Sur, Ayer, Hoja del Lunes, Diario de Jerez, El Periódico, Información, Ya, Correo de Andalucía. Hoja Parroquial de San Miguel de Jerez. Hojas del Oratorio Festivo “Domingo Savio”. Revista “Legio”. Cartas de la Antigua y Venerable Hermandad de las Angustias de Jerez de la Frontera. Boletín Salesiano. Revista Don Bosco en España, A.A. Salesianos. Revista de la Salle “ECO”. “Los Salesianos de Utrera en España, una Institución al servicio del pueblo de Ángel Martín González. “Los que le dieron de buena gana” Juan M. Espinosa. Boletín Oficial del Obispado de Jerez de la Frontera. Año VII Extraordinario. Apuntes de Don Juan Torres Silva. Apuntes de Don Manuel Reina Núñez. Este trabajo quedó finalizado el 31 de enero de 2001 día de San Juan Bosco.
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 10:22:22 +0000

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