Magdalena Tuvo clara la vocación que desde los ojos maternos se - TopicsExpress



          

Magdalena Tuvo clara la vocación que desde los ojos maternos se le diseñó. La cordura de los lutos, que cubrieron moños de nucas, guardaba en sus mandiles las esperanzas de glorias terrenales a la espera de la definitiva. Todo el guion planificado desde los renglones acomodaticios cumplía con el deber que nacía y moría en el cobijo al que no defraudar. Estudios que atropellaron en una escalera sin barandas a los vértigos fingidos oficiaron de burladero ante las mezquindades humanas que tentadoras hacían su presencia de cuando en vez. Línea equilibrada de una balanza que ignoraba contrapesos y cuyo fielato se escribía de corduras, certezas y seguridades cobardes. Y pasó el tiempo. Tomó bajo su manípulo a aquel rebaño de almas que se le fuera asignado y a ellas dedicó sus ilusiones, su fe, su magisterio. Imagen viva de la convicción arrastró tras de sí la pesada carga que le resultaba liviana por asumido sacrificio. Su mundo era la liturgia y en sus incensarios las nubes esparcían creencias. Nunca quiso ser más de lo que era y las lecturas de santidades configuraban la diaria visión del camino a seguir. Tuvo especial aversión a los desiertos tentadores que buscaban cuaresmas de lealtad al dogma y a los que repudiaba con toda la ira posible. Era un clérigo asotanado vestido con el ciprés del más triste cementerio en el que había mutado su existencia, y no supo verlo. Hasta aquella tarde. Pasó ante sus ojos la imagen viviente de la más fiel copia de venus que la retina pudiese haber soñado. Quedó perplejo ante la evidencia y desnudó las pieles que envolvían a la quintaesencia de la voluptuosidad. Por una vez en su vida, el hombre ganaba el pulso al clérigo y la concupiscencia salía victoriosa. Nada fue igual a partir de entonces. Sus noches en vela tomaron la atalaya desde la que catapultar sus deseos dormidos. De nada sirvieron penitencias impuestas o aconsejadas para acallar a las tantas veces catalogadas por él mismo como bajas pasiones. Puso en entredicho a aquellas proclamas que llegó a defender desdiciéndose de lo inamovible. Sus esfuerzos por reconducirse en vez de fortalecerlo lo amilanaban y se enfrentaba a una segura victoria que todavía tomaba como derrota. En ella percibió el temor a la indecisión que agudizaba la espera de lo inevitable. Y lo inevitable acabó por llegar. Aquella noche, dos tránsfugas del deseo, dos almas que nacieron para encontrarse, dieron la bienvenida a lo que tantas veces le negaron permiso. Magdalena era su nombre. Jesús(defrijan)
Posted on: Tue, 03 Dec 2013 07:54:39 +0000

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