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Mateo 19,16-22: Vende lo que tienes …así tendrás un tesoro en el cielo Compartimos la Palabra “Los israelitas dieron culto a los ídolos, abandonaron al Señor, Dios de sus padres” Yahvé, que guío al pueblo hasta llegar a la Tierra prometida, vuelve a recordar la Alianza sellada en el Sinaí, que Israel rompió, al juntarse con los pueblos de la tierra a la que Dios les había conducido. El pueblo abandonó la Alianza y adoró los ídolos de las naciones vecinas. Al morir la generación que había salido de Egipto, conocedora de cuanto Dios había hecho por ellos. El pueblo de Dios adora a los Baales y Astartés, dioses de los cananeos y amorreos, rompe la Alianza, se olvida del Dios de sus padres, por lo que es abandonado a su suerte, sintiendo la opresión de esos pueblos, pierde la libertad que había recuperado al salir de Egipto. Dios, siempre fiel, vuelve en ayuda de su pueblo, suscitando hombres que luchan por su liberación; la Sagrada Escritura les da el nombre de jueces, fieles a Dios, valiéndose de ellos para reconducir a su pueblo. También hoy Dios suscita santos y profetas que animan al pueblo a ser fieles a la Nueva y eterna Alianza, sellada por Cristo con su sangre, pero muchas veces nos seducen otros ídolos: el dinero, el poder, el saber, nos dejamos llevar por corrientes actuales que defienden el aborto, la eutanasia, la selección de embriones humanos, en virtud de un llamado progresismo, que lleva a la muerte; mientras nuestro Dios, el Dios de la vida, nos la sigue dando en Cristo. “Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes …así tendrás un tesoro en el cielo” Aunque con distintos matices, el Evangelio de hoy coincide con las enseñanzas de la primera lectura. Nuestro Dios, el Dios revelado por Cristo, que es el Dios Amor, muchas veces queda relegado ante los ídolos: dinero, poder, autosuficiencia… El seguimiento de Jesús exige posponer todos los bienes para seguirle con fidelidad. Nos resulta difícil renunciar a muchas cosas superfluas que nos atan: las comodidades, el bienestar, la holganza que nos proporciona lo, poco o mucho, que tenemos. Queremos ser más que los demás, vivir mejor, lo contrario de lo que nos enseña Jesús en el evangelio. El joven rico había cumplido los Mandamientos desde su juventud, pero tenía el corazón puesto en sus riquezas, no quiso compartir sus bienes. Y se fue triste. No importa cuanto podamos dar, lo importante es que sepamos compartir con quienes están necesitando nuestros bienes; no olvidemos: “Hay más alegría en dar que en recibir”. Hna. María Pilar Garrúes El Cid Misionera Dominica del Rosario
Posted on: Mon, 19 Aug 2013 10:48:47 +0000

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