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Me están presionando para que suba un cuento XD Asi que después de mucho elegir decidí subir este que escribí hace unos cuantos años, cuando era un escritor y no existía el whasap ni el feisbu. Disfruten. Es medio feo igual. EL SUSPIRO - Por Emmanuel Martinez Lo vio sacar sus manitos del agua y contemplarlas con asombro. - Mirá má, tengo las manos como un viejito. - ¿Viste? - ¿Por qué se me hacen así? – preguntó, exigiendo una respuesta. - Por que la piel se arruga con el agua… Quedate quieto – le limpió detrás de las orejas, mientras el otro se seguía viendo las manos – Por eso. - ¿Y los viejitos se bañan mucho entonces? Una risa y un beso fueron la respuesta a una pregunta que había sido en serio. Después de bañarlo lo vistió con su jardinerito verde, y con la promesa de no ensuciarse lo dejó seguir jugando en el patio hasta que estuviera el almuerzo. Después de comer aprovecharían el sábado para ir a visitar a la tía Chona y al tío Luis que hace tiempo no veían. Seguramente se asombrarían de su rápido crecimiento. La última vez que los había visitado, el chico solo decía mamá y nené. Más tarde lo llamó para comer y el chico entró trotando y sonriendo, tirando su camión de plástico y a su conductor que voló por el suelo del comedor. Se sentó y extendió sus dedos con gracia. - Soy un viejito. - Comé, dale que nos tenemos que ir – le dijo su madre, acostumbrada a las vueltas que daba para agarrar los cubiertos. Cuando terminó su plato, el chico se fue a su habitación a ver los dibujitos y ella aprovechó esta tranquilidad para cambiarse. Fue mientras cruzaba el pasillo poniéndose sus aros que escuchó una tos seca que le hizo recordar al polvo. Abrió la puerta y su hijo tirado en la cama le dirigió una mirada cansada. Le dijo que se sentía mal. Preocupada, le apoyó su mano en la frente, tomó su temperatura. El termómetro no marcaba fiebre. Volvió a pasarle suavemente las manos por su cabello todavía húmedo por el baño y una maraña de cabellos dorados le quedó entre los dedos. Estaba pálido. Con solo un aro puesto y el otro aun en la mano, llamó al pediatra y le explicó los síntomas: éste le dijo que un rato llegaría a su domicilio. Cuando regresó a su lado ya tenía pequeñas bolsas bajo los ojos, diminutas patas de gallo y arrugas en la comisura de sus labios. - Las manos, mami… Ella las tomó desesperadamente entre las suyas. La piel estaba más tosca y rugosa que las de aquel hombre que alguna vez los había dejado solos. Cuando el pediatra llegó, lo primero que hizo fue dejar el maletín a un lado y, con disimulado estupor, destapar al chico hasta los tobillos. Por su mente pasó un catalogo rápido de enfermedades inusuales, pero ninguna que pudiera explicar la repentina aparición de vello blanco en las piernas en un chico de cinco años. Trató de mantener esa postura de amigo distante. Le hizo varios estudios. La respiración, el pulso, la garganta. Le contó chistes tontos, los mismos que ya le había contado alguna vez para hacerlo reír. El chico le pidió un chiste verde, después tosió y exclamó tres palabras: Débito, la dijo rápido; la segunda fue más acelerada, algo así como Permanencia o Remanente, y la tercera fue prácticamente incomprensible. Mientras la mujer no dejaba de preguntarle a su hijo que había querido decir, el medico sacó su teléfono y pidió un traslado al hospital más cercano. Sentada en los asientos del pasillo, entre el vaivén de profesionales perplejos que entraban y salían de la sala, trató de ordenar sus pensamientos. Su hijo, supuso, podía sufrir de un nuevo mal, similar a ese que hacia envejecer rápidamente a los pequeños y cuyo nombre no sabía. Preguntó por la salud de su hijo en reiteradas ocasiones, y al cuarto medico dispuesto a atravesar las puertas actuó forzosamente, cansada ya de tanto silencio. El medico se quitó el barbijo y le respondió que estaban averiguándolo, que trataban de hacer todo lo posible, y que no era, como ella había supuesto, ningún tipo de progeria conocida. Le dijo además que estaban a punto de trasladarlo (no le dijo a donde) a un lugar con mejores equipos y médicos más capacitados. Y aquello era más de lo que podía informar en una situación tan desconocida, por que un profesional, fuera en el campo que fuera, no podía darse el lujo de arrojar especulaciones propias como si fueran verdades. No podía decirle, por ejemplo, a aquella madre desesperada, que su hijo “parecía” estar atravesando la vejez y la pubertad al mismo tiempo. Llegó la policía y cercó el hospital, hicieron evacuar la salida y alguien dijo la palabra “virus”. A muchos se les olvidó que ella era la madre, y entre gritos y empujones se lo tuvo que hacer recordar a más de uno. Vio a su hijo ser sacado en una camilla dentro una burbuja de plástico, escoltado por hombres que se parecían más a eternautas que a médicos, como si se tratara de un juguete costoso todavía sin abrir. Su potestad llegaba hasta la puerta: Por más fuerza que hiciera, ya no podía acompañarlo. Dicen que antes de meterlo a la ambulancia, el chico ya tenía principio de osteoporosis y se le habían caído los dientes de leche. Cuando llegó a destino y el sol del mediodía se ocultó entre las sombras rojizas del horizonte, lo que llegó a destino tenía más de anciano muerto que de niño. Quizás menos amedrentada que sus colegas por el pecado de la especulación, la doctora que lo acompañó en su traslado aseguró que en la ambulancia el chico susurró rápidamente y sin detenerse una larga enumeración de nombres, apellidos y lugares, y que de tanto en tanto, como si se tratara de respiros, interrumpía esas veloces verborragias con frases más lentas como “Se me hace tarde para el trabajo”, “Estamos esperando una nena” y Mi mamá se me fue cuando era chico. La madre fue asistida por personal psiquiátrico y mas tarde recibió el formulario para autorizar una autopsia. Al principio se negó, pero ya sedada y con una noche de contención en el hospital, y al escuchar que el estudio podía servir para que esto no le volviera a ocurrir a otros chicos, accedió a firmar. En los meses que siguieron el equipo forense investigó la cocina, el patio, el baño, el comedor. Hasta analizaron un aro solitario que encontraron en el suelo. Pero el incidente nunca pudo ser explicado, y por fortuna nunca se repitió.
Posted on: Sat, 12 Oct 2013 04:31:20 +0000

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