Me senté a platicar con tu estupidez, pero parecía ser demasiado tonta. Me acerqué a tu cobardía, pero la muy grosera huyó de mi. Intenté platicar con tu inmadurez, pero me dijo que quería ir al circo que había llegado a la ciudad. Frustrada, tomé aire y decidí acompañar a tu egocentrismo, pero parecía estar muy concentrado en si mismo. Me enojé y me levanté de aquel sillón donde estaba sentada, y vi a tu vanidad reflejada en un espejo.. ¿Qué sentido llegar a ella? Finalmente, quise abrir la perilla para salir de tu casa, pero me encontré con tu indecisión, que me había poseído. Incontrolada, desconocida hasta para mi misma, miré a un rincón de aquella habitación, y encontré tu amor. Estaba tirado, arrumbado, quizá, débil y delirando. Le pregunté q ué le pasaba, pero ya no podía hablar, estaba agotado de no comprenderte... Y me sentí tan identificada a él como con nadie más. Ninguno de los dos comprendíamos ni tu estupidez, tu cobardía, tu inmadurez, ni tu egocentrismo ni tu vanidad. Pero nos entendíamos, porque no te entendíamos. Y ese día, esa tarde, esa noche y esa eternidad abracé a tu amor como a ningún otro, y él me entregó todo su amor, hasta hacerme sentir amada. Lo que tú nunca. Lo que yo siempre.
Posted on: Thu, 24 Oct 2013 03:29:06 +0000
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