Mis vecinos Los carteles que dicen “No pasar”, habían - TopicsExpress



          

Mis vecinos Los carteles que dicen “No pasar”, habían impedido que cruzara hacia el bosque. Me limitaba a pasear por mi diminuta propiedad, bordeando el alambrado que la separa del bosque. Como hacía poco que me había mudado allí, aún no me aburrían los paseos matinales por el campo. Salía pisando el rocío que se acumula en los pastos, junto a mi perro, que siempre iba zigzagueando con la cabeza baja, rastreando perdices o corriendo inútilmente tras alguna liebre. Mi perro solía cruzar hacia el bosque, pero enseguida lo llamaba y él venía; mas una mañana corrió tras una liebre y lo vi perderse entre los árboles. Silbe durante largo rato, escuché, volví a silbar, y al final salté el alambrado para buscarlo. Caminé despacio, escuchando, volteando en todas direcciones. El bosque estaba envuelto en una luz crepuscular, y había mucho silencio. Escuché los pasos de mi perro, y lo llamé con un silbido corto. Se acercó meneando la cola, con la lengua de afuera, fatigado. “Cuándo vas a aprender que las liebres son muy rápidas”, dije a mi perro mientras le acariciaba el lomo. Allí pensé por un momento. Ya estaba en el bosque, por qué no dar un paseo en él. Estaba casi seguro que no vivía nadie por allí, así que seguí avanzando entre las sombras de aquellos árboles. Más adelante divisé un claro, y paré al distinguir un muro; había una casa. Entre los troncos, vi una pared con ventanas rotas, y por el silencio del lugar supuse que estaba desabitada. Me fui acercando con cautela, por curiosidad, comprobé que estaba abandonada por el mal estado de su exterior. Me impresionó el gran tamaño de aquella casa. Parecía más bien un pequeño hotel. La rodee hasta ver el frente. Me concentré tanto en la casa, que no me di cuenta que estaba solo; mi perro había quedado atrás. En el frente hay una gran puerta, y sobre ésta leí una inscripción: “Institución Mental Doctor Espinoza”. Estaba frente a un viejo manicomio. El sólo saberlo me produjo un estremecimiento, y lo que escuché a continuación me llenó de terror. Carcajadas, comenzaron a resonar una multitud de carcajadas estridentes, desenfrenadas, alocadas. Carcajadas de mujeres, hombres, niños, ancianos, carcajadas chillonas, roncas, que por más que quiera nunca olvidaré. Retrocedí hasta el bosque. El corazón me golpeaba fuerte contra el pecho. Al internarme más las carcajadas cesaron bruscamente. Al bordear el claro donde está la casa maldita, el manicomio, encontré a mi perro; estaba erizado y gruñía en dirección a ésta. Durante varios días aquel hecho me mantuvo intranquilo. Finalmente me estaba convenciendo que el viejo manicomio, aunque sin dudas estaba embrujado, no representaba ningún peligro para mí, pues estaba bastante lejos, y sus fantasmas o lo que anduviera allí sólo existían tras sus muros; pero de repente me di cuenta de algo, de algo aterrador: Aunque había visto muchas liebres, nunca vi huellas de estas, y siempre huían hacia el bosque… For Baka.
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 03:56:01 +0000

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