Nadie toque al "ungido" Es altamente seductor para nuestro ego - TopicsExpress



          

Nadie toque al "ungido" Es altamente seductor para nuestro ego cuando luego de predicar o realizar un evento en el que fuimos efectivos, cosechamos los aplausos o las felicitaciones de las personas que fueron afectadas positivamente. El peligro es cuando nuestro ministerio comienza a tomar tal magnitud que nos coloca en un sitial inalcanzable donde nadie jamás volverá a atreverse a criticarnos o a disentir, porque somos “los siervos de Dios” con el teléfono rojo del cielo, recibiendo órdenes directas del Padre que son incuestionables para el resto y no están sujetas a ningún tipo de debate o discusión, ni siquiera por nuestro entorno mas íntimo, (que a estas alturas, posiblemente sean nuestros empleados y no estén dispuestos a poner sus puestos de trabajo en peligro). Lo realmente trágico es que la soberbia está a un escalón de la autoridad, y en ocasiones los líderes suelen transformarse en personas intransigentes que ya no está dispuestos a escuchar los consejos de nadie. Muchas personas cuando piensan en el liderazgo, erróneamente piensan en términos de poder. Voltaire supo decir: “La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”. Recuerdo que hace muchos años salió a la luz pública la doble moral de un popular predicador y resultó que la mayoría de sus colaboradores y empleados lo sabían desde hacía años. Cuando un periodista le preguntó a su asistente personal acerca del porqué de su silencio cómplice, sonrió a cámara y respondió: “Es que nadie quería matar a la gallina de los huevos de oro”; en otras palabras, todos sabían del pecado de su líder pero el conflicto de intereses y la necesidad de cobrar el salario fueron la mezcla exacta para permanecer callados. Para muchos es muy fácil ser un Natán que señala con el dedo al adúltero David, siempre y cuando no pertenezca a su plantel de empleados y luego pueda salir del palacio a continuar con su vida sin grandes contratiempos. En otras ocasiones no se trata necesariamente de pecados ocultos a los que haya que denunciar, pero el líder comienza a manejarse con una impunidad similar a la de algunos dictadores que han aparecido a lo largo de la historia en nuestros países latinos, solo que en vez de la nación, manejan su ministerio totalmente a su capricho y antojo, sin rendir cuentas absolutamente a nadie, ya que nadie puede estar por encima del apóstol. Y si otros apóstoles colegas quisieran intervenir de algún modo, se resuelve de manera expeditiva subiendo al nivel de “obispo” que comparado con el catolicismo es casi una posición papal donde accede a la infalibilidad en todo lo que haga o diga y sus decisiones son incuestionables para cualquier otro mortal. Es obvio que creo en la sujeción pastoral y estoy convencido que no hay otra manera de crecer saludablemente en todos los órdenes de la vida espiritual si no es bajo autoridad. Pero una cosa es la autoridad espiritual delegada por el Señor, a quienes respetamos y honramos y otra muy distinta cuando esa autoridad linda con la manipulación o la soberbia que emerge de la vanidad. Por cierto, el término “vanidad” aparece 75 veces en la Biblia. Su uso es mayoritario en el libro de Eclesiastés (28 veces), siguiendo los Salmos (10 veces). Otros libros como Isaías y Jeremías empatan con 8 registros de esta palabra. En los Salmos, “vanidad” se usa como un adjetivo de la naturaleza humana; pasajera, mortal, perecedera y débil. Me viene a la mente la escena final de la película “El abogado del diablo” con Al Pacino, quien interpreta al mismo Lucifer. Cuando parece que su víctima ha logrado escapar de sus tentaciones, el se las ingenia para volverlo a seducir, y mirando a cámara dice con una sonrisa y un guiño de ojos: “Vanidad…definitivamente mi pecado favorito”. Volviendo al fundamento...
Posted on: Mon, 15 Jul 2013 12:41:55 +0000

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