No existen trabajos humildes. Solo se distinguen por estar bien o - TopicsExpress



          

No existen trabajos humildes. Solo se distinguen por estar bien o mal realizados Mohandas Karamchand Gandhi Mohandas Karamchand Gandhi nació el 2 de octubre de 1869 en Porbandar, actualmente en el estado de Guyarat (India). Hijo de Karamchand Gandhi, diwan (primer ministro) de Porbandar. Su madre, Putlibai, la cuarta esposa de su padre, tuvo una gran influencia en su niñez. De ella aprendió a tener tolerancia con otros credos y religiones, a no hacer daño a ningún ser viviente, a ser vegetariano y a ayunar para purificarse. Mohandas fue un adolescente tímido y nada brillante en los estudios, que pasó sin llamar la atención por las escuelas. A la edad de trece años, sus padres arreglaron su matrimonio con Kasturba Makhanji, con la que tendría cuatro hijos. Estudió Derecho en Inglaterra, país por el que sentía un gran respeto “cuna de filósofos y poetas”. En Londres redescubriría Oriente a través de Occidente. Fueron los teósofos ingleses quienes lo iniciaron en la lectura del Bhagavad Gita «el libro por excelencia para el conocimiento de la verdad». Leyó a Tolstói, en quien más tarde encontraría la guía para el perfeccionamiento de la práctica y la teoría de la no violencia, particularmente en “El Reino de Dios está en vosotros”. Tradujo también otro libro de Tolstoi, “Carta a un hindú”, escrito en 1908. La carta de Tolstoi se basaba en las doctrinas hindúes y las enseñanzas de Krisna como respuesta a los nacionalistas indios que apoyaban la violencia. Gandhi permaneció en contacto con Tolstoi hasta la muerte de éste en 1910. También se inspiró en el escritor estadounidense, Henry David Thoreau, autor del famoso ensayo “La desobediencia civil” y de “Walden”, basado en sus vivencias junto al lago Walden, donde se retiró para “afrontar los hechos esenciales de la vida”. Gandhi regresó a la India con sus señas de identidad orientales: había ido en busca de la sabiduría occidental y retornaba con la fuente del conocimiento que había hecho sabios a los hindúes. Después de intentar sin éxito ejercer la abogacía en India, aceptó un contrato por un año en Sudáfrica. Allí comenzó su activismo político, al tomar conciencia de la situación que sufrían tanto el como sus compatriotas en ese país, enfrentando las leyes que discriminaban a los hindúes mediante la resistencia pacífica y la desobediencia civil. De regreso a la India y recibido con la aureola de un héroe, Gandhi y su esposa viajaron por todo el país manteniendo una copiosa correspondencia con diferentes personajes. El poeta Rabindranath Tagore le dio la bienvenida en su Universidad Libre de Santiniketan y le otorgó el nombre honorífico de Mahatma “gran alma”. En esa época ya había cambiado sus hábitos y estilo de vida adoptando los más tradicionales de la India. Fundó una comunidad casi monástica donde sus miembros se dedicaban a la agricultura, para obtener el sustento, y a la elaboración manual de tejido, para procurarse el abrigo. Gandhi inició también una batalla contra las lacras del hinduismo y a favor de los intocables, admitiéndolos como miembros de la comunidad. Se convirtió en el líder nacionalista indiscutido, alcanzando la presidencia del Congreso Nacional. Puso entonces en marcha grandes campañas de desobediencia civil, que iban desde la negativa masiva a pagar impuestos hasta el boicot a las autoridades. Miles de indios llenaron las cárceles y el mismo Gandhi fue detenido en marzo de 1922 y sentenciado en «el Gran Juicio» a seis años de prisión. Cuando salió de la cárcel comprobó que el panorama político se había modificado en su ausencia y la unidad entre hindúes y musulmanes, conseguida con el movimiento de desobediencia civil, había desaparecido. Gandhi decidió entonces retirarse de la política, para vivir como un anacoreta, en absoluta pobreza y buscando el silencio como fuerza regeneradora. Retirado en su Ashram se convirtió en esos años en el jefe espiritual de la India, en el dirigente religioso de fama internacional que muchos occidentales contemplaban como a un gurú. La inclusión unilateral de la India en la II guerra mundial, sin la consulta de los representantes del pueblo, ofendió a los líderes del Congreso. Todos sus miembros eligieron dimitir en masa. Después de largas deliberaciones, Gandhi declaró que la India no podría ser partidaria de una guerra que, aparentemente, era una lucha para la libertad democrática, mientras que esa misma libertad le era negada a la India. Gandhi fue entonces criticado por algunos miembros de su partido y por otros grupos políticos indios, favorables a los británicos y opuestos a la posición de Mohandas. Opinaban que el no apoyo a Gran Bretaña en su lucha a vida o muerte contra el nazismo era inmoral. Tras la toma de Rangún por los japoneses, Gandhi exigió la completa independencia de la India, para que el país pudiera escoger libremente sus decisiones. Al día siguiente fue arrestado junto a otros miembros del Congreso, generando una sublevación en masa seguida por una serie de revueltas violentas en todo el territorio indio. Mientras permanecía en prisión, se enteró de la muerte de su mujer, Kasturbai. Era ya un anciano frágil y debilitado cuando salió en libertad en el año 1944. Finalizada la guerra, Gandhi desempeñó un rol fundamental en las negociaciones que llevaron a la liberación. Sin embargo, no pudo evitar la partición del subcontinente que defendía el líder de la Liga Musulmana, defensor de la separación del Pakistán y contempló con horror los violentos disturbios motivados por la pugna entre hindúes y musulmanes. Gandhi se trasladó a Noakhali, donde habían comenzado los enfrentamientos, y caminó de pueblo en pueblo, descalzo, tratando de detener las masacres que acompañaron a la partición en Bengala, Calcuta, Bihar, Cachemira y Delhi. Pero sus esfuerzos sólo sirvieron para acrecentar el odio que sentían por él los fanáticos extremistas de ambos pueblos: los hindúes atentaron contra su vida en Calcuta y los musulmanes hicieron lo propio en Noakhali. Durante sus últimos días en Delhi llevó a cabo un ayuno para reconciliar a las dos comunidades, lo cual afectó gravemente su salud. El 30 de enero de 1948, cuando se dirigía a la plegaria comunitaria, fue alcanzado por las balas de un joven hindú. Murió como un verdadero Mahatma, con la palabra Rama “Dios” en sus labios. Einstein comentó que «quizá las generaciones venideras duden alguna vez de que un hombre semejante fuese una realidad de carne y hueso en este mundo”. Su pensamiento sobre la salud y la alimentación Gandhi dedicó un libro “Guía de la salud” a estos temas. Le preocupaba especialmente la autogestión de la salud y el aspecto ético de la alimentación. Reproducimos aquí algunas de sus consideraciones: “Hemos adquirido el hábito de llamar al médico por la más trivial de las enfermedades y, donde no hay médicos, se busca el consejo de simples curanderos. Vivimos con la fatal ilusión de que ninguna enfermedad puede curarse sin medicamentos. Esta creencia ha hecho más daño a la humanidad que cualquier otro mal. No cabe duda de que tenemos que curarnos las enfermedades, pero no son los medicamentos los que las curan. Y no solo son estos sencillamente inútiles, sino que a veces son decididamente nocivos”. “Aunque he tenido dos enfermedades graves en toda mi vida, creo que el hombre no tiene prácticamente necesidad alguna de tomar medicinas. De mil casos, novecientos noventa y nueve pueden tratarse con una dieta bien equilibrada, un tratamiento a base de tierra y agua y similares tratamientos caseros. Quien acude de inmediato al médico, al Vaidya [médico ayurvédico -el antiguo sistema hindú de medicina-] o al Hakim [arábigo, doctor o médico, en todos los países orientales, médico unani -método griego de medicina-] por cualquier molestia, no solo pone en peligro su vida, sino que se convierte en un esclavo de su cuerpo, en lugar de seguir siendo su amo, por lo cual pierde el control de sí mismo y deja de ser un hombre”. “Siento que el progreso espiritual nos demanda que dejemos de matar y comer a nuestros hermanos, criaturas de Dios, y solo para satisfacer nuestros pervertidos y sensuales apetitos. La supremacía del hombre sobre el animal debería demostrarse no solo avergonzándonos de la bárbara costumbre de matarlos y devorarlos sino cuidándolos, protegiéndolos y amándolos. No comer carne constituye sin la menor duda una gran ayuda para la evolución y paz de nuestro espíritu”. “Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”.
Posted on: Tue, 26 Nov 2013 12:23:03 +0000

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