No me imaginé que mi lamento por mis dientes despertara tanta - TopicsExpress



          

No me imaginé que mi lamento por mis dientes despertara tanta solidaridad. Gracias por sus palabras de aliento, sus recomendaciones y advertencias, que tendré muy en cuenta. La situación no es tan grave; cosa de acostumbrarse a masticar con los incisivos. Yo creo que todo mundo (a ver si no me balconeo) ha soñado que se le caen los dientes de la boca y le quedan en el cuenco de la mano como granos de mazorca. Un sueño que debe ser tan antiguo como la especie. Si dijera que entre los presagios de la llegada de los Teúles, Moctezuma soñó que se le caían los dientes, creo que tardarían en desmentirme. Si no me acuerdo mal, Segismundo Freud (como le dice Ortega y Gasset) lo descifra en La interpretación de los sueños. (Miriam Martínez, que acaba de descubrir América leyéndolo, nos lo podrá decir). Más que la pérdida de pelo, las arrugas o las manchas en la piel, el deterioro de los dientes es señal ominosa de la decrepitud. En esta época de verano, poco propicia para las naranjas, exprimí el otro día unas mandarinas para el jugo de la mañana. Al pasarlas por el colador, las semillas, que son tersas y resbalosas, con los golpes contra el recipiente para que el jugo termine de salir, se juntaron hasta arriba, haciendo clic, clic con el golpeteo: como un montón de dientes sueltos. Este protagonismo reciente de los dientes en mis días me recordó que mi abuelo les escribió un poema, dedicado no sé si a su hijo mayor, Enrique, o al menor, Joaquín, mi papá. LOS DIENTES Hijo mío, desnudo, sin defensa naciste. Y el mundo a que has venido no ha de ser en tus manos la bolita irisada con una cruz encima, juguete frágil de un eterno niño. Es una miserable mota de tierra, pobre sustento de una vida miserable. Desnudo y sin defensa viniste al mundo, hijo para ser en el mundo quebradizo juguete de otros hombres que fueron niños un día como tú. Sonríes a cuanto te rodea desde el regazo maternal. Extiendes los rosados bracitos ansiosos de estrechar todas las cosas. Tú no sabes que en todo el mal se esconde; que la dulzura de tus manos tiernas tropezará con punzas, con espinas, con filos, con heladas superficies o abrasadoras planchas, y que tus leves lágrimas de ahora cuando corran mañana serán fuego. Pero ya tus encías rompen los blancos dientes menudos, afilados amenazantes, firmes. Ya eres hombre. Ya no eres todo débil. Sólo llorar y sonreír sabías y ya sabes morder. Pues hijo, vive. Rompa tu voluntad la blanca pulpa que la encubre. No llores. Olvídate del llanto. Guarda, si sabes, tu sonrisa. . . y muerde.
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 17:44:49 +0000

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